sábado, 2 de julio de 2016

2 julio: Vino nuevo, odres nuevos

Liturgia
          Amós concluye su profecía y hoy (9, 11-15) lo hace desde una visión gozosa de la vuelta de Israel: levantaré la choza caída de David. Mirad que llegan días en el que ara sigue al que siembra: una bella imagen de fertilidad y fecundidad. Un anuncio de los tiempos mesiánicos, cargados de buenas noticias y grandes obras de Dios en su pueblo.

          El evangelio de Mt. (9,14-17) nos trae una nueva pregunta que le hacen a Jesús, esta vez los discípulos de Juan que están acostumbrados al estilo de Juan –que al fin y al cabo tiene mentalidad de Antiguo Testamento- y por tanto están muy hechos a los ayunos y demás prácticas externas que utilizaban a menudo los fariseos y ellos mismos. Y según eso se extrañan de que los discípulos de Jesús no ayunan. Y preguntan.
          Jesús les responde con una pregunta que les lleve a reflexión y profundidad: ¿Acaso ayunan en una boda los amigos del novio? Cuando se lleven al novio, entonces ayunarán.
          Jesús se presentaba como el novio de la boda, el de la boda con su pueblo, en fiesta grande. Sus discípulos, sus amigos, no van a ayunar mientras él celebra la fiesta. El día que arrebaten a Jesús y los discípulos queden huérfanos, entonces vendrá el ayuno y el sacrificio.
          Pero Jesús no se limita a esa explicación. Va mucho más al fondo y quiere hacer entrar en otro terreno a los que le han preguntado. Lo que yo traigo, viene a decir Jesús es un vino nuevo de muchos grados. Es una novedad de vida. No cabe meter la doctrina y el estilo de Jesús en las viejas costumbres anteriores. Por eso precisamente no es fácil a los discípulos de Juan entender a Jesús y los suyos, y por eso Jesús no puede ser entendido desde unos planteamientos del Antiguo Testamento.
          La vida, la doctrina, el estilo de Jesús es otra cosa. Y eso nos incumbe también a nosotros. El estilo evangélico va a lo hondo de la persona. Abarca sentimientos, pensamientos… Y cuanto está ahí albergado en las entretelas del corazón, es adonde Jesús apunta y en donde está el secreto del “novio”… Mientras se esté con Jesús, los ayunos exteriores no tienen sentido. Luego resultará que una parte de la práctica ascética estará en sacrificios voluntarios, privaciones, ayunos… Pero valen en cuanto que salgan del fondo de la persona y como una respuesta del corazón que quiere participar del dolor de Cristo, y quiere –por lo mismo- doblegar esas tendencias humanas que se desbordan, en ocasiones, y meten a la persona en situaciones peligrosas.
          También se pueden emplear las penitencias externas para apoyar la oración que se hace a Dios. San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales modera las penitencias del ejercitante en orden a hacer fuerza para estar abiertos a los movimientos del espíritu. Y así dice que el ejercitante añada o reduzca su grado de penitencias, como un modo de alcanzar equilibrio y luz en esos momentos en que necesita más de las ayudas de Dios. Los santos lo comparan al llanto del niño que acentúa con ello la petición que hacen a su padre.
          Puede verse que todas esas formas no tienen nada que ver que los rituales de ayunos y de sacrificios de animales que ofrecían los fariseos, a los que el Señor tiene que advertirles que cuando ayunen, no anden cabizbajos para mostrar a otros que ayunan, sino que se metan en su aposento y cierren la puerta…, o se laven la cara y se perfumen para que el ayuno no lo note la gente sino el Padre del Cielo. Ahí volvemos al principio: el ayuno como expresión de interioridad.

          Ahí va Jesús con su vino nuevo en odres nuevos…, en otra mentalidad, en otra actitud. Y si los discípulos de Juan entendieron, se habían llevado una buena enseñanza para vivir ellos la novedad del Reino de Dios.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:39 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación).

    LAS FUENTES DE LA ORACIÓN

    "El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu que une al Padre con el Hijo en el amor".

    ¿POR QUÉ NECESITAMOS CUANDO REZAMOS AL ESPÍRITU SANTO?.-La BIBLIA dice:"Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables"(Rom 8,26).
    Orar a Dios sólo se puede hacer con Dios.Que nuestra oración llegue ante Dios no es únicamente un mérito nuestro. Los cristianos hemos recibido el Espíritu de Jesús, que anhelaba intensamente ser uno con el Padre: ser totalmente amor , escuchar plenamente al otro, entenderse mutuamente del todo, querer todo lo que quiere el otro. Este Espíritu Santo de Jesús está en nosotros y habla dentro de nosotros cuando oramos. En el fondo orar significa que desde lo hondo de mi corazón Dios habla a Dios. El Espíritu Santo ayuda a nuestro espíritu a orar. Por eso debemos repetir continuamente:"Ven Espíritu Santo, ven y ayúdame a orar".

    ¿PODEMOS ESTAR SEGUROS DE QUE NUESTRAS ORACIONES ALCANZAN A DIOS?.- Nuestras oraciones hechas en el nombre de Jesús, llegan allí donde llegaban también las oraciones de Jesús: al corazón del Padre celestial.
    Cuánto más confiemos en Jesús tanto más seguros podemos estar.Porque Jesús nos ha abierto de nuevo el camino del cielo que estaba cerrado para nosotros por el pecado. Dado que Jesús es el camino hacia el Padre,los cristianos concluyen sus oraciones con la fórmula:"Por Jesucristo nuestro Señor".

    Continuará

    ResponderEliminar
  2. Los cristianos no podemos olvidar que cada día tenemos que convertirnos. En nuestra vida debe imperar la alegría porque el Esposo está siempre con nosotros. Seguir a Jesús ha de marcar al cristiano, debe tener un modo de ser, de pensar, de actuar especiales que reflejen el estilo del Señor. Los discípulos de San Juan Bautista no lo comprendían...

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!