miércoles, 20 de julio de 2016

20 julio: La vocación

Liturgia
          Hace poco teníamos en la primera lectura la vocación de Isaías. Él se consideraba sucio para poder asumir una respuesta positiva a la llamada de Dios, y un ángel tomó una brasa del altar y la acercó a sus labios y le dijo que habían quedado purificados y podía ya salir a proclamar la palabra que Dios pusiera en ellos.
          Hoy tenemos un casi similar con Jeremías: 1, 1. 4-10. Llamado por Dios Jeremías siente el miedo de la llamada y se considera demasiado joven para esa responsabilidad: Soy un muchacho… Y Dios le responde: No digas: soy un muchacho, porque adonde yo te envíe, irás y lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, porque yo estoy contigo.
          Yo tengo la total seguridad de que hoy día sigue el Señor llamando a muchos muchachos y muchachas, que se sacuden de encima la llamada amparándose en que son “muy jóvenes” para comprometerse en una vocación. Y Dios les quiere decir, si es que ellos tuviesen oídos para oír, “no digáis que sois muy jóvenes porque adonde yo os mande, iríais, y lo que yo pondría en vuestros labios lo diríais”. El problema es que se han quedado sordos los oídos de esos jóvenes –ellos y ellas- para poder escuchar ese susurro de la llamada de Dios. Y se les pasa el arroz y luego ya no vuelven a oír esa llamada. Sólo se dan algunos casos en los que resuena nuevamente el eco de la palabra de Dios en años de mayor madurez, y surgen vocaciones “tardías” en las que se ha superado el miedo o la cobardía anterior y se acaba aceptando esa voz de Dios que clama dentro y se hace sentir con fuerza. Quedaron muchas llamadas perdidas que ya no se repetirán… Dejaron perdida la voz de Dios…, y a donde él enviaba, no fueron, y lo que tenían que decir, no lo dijeron…
            Los que escucharon la voz de Dios, pueden proclamar con el Salmo 70: Mi boca contará tu auxilio y todo el día tu salvación; Dios mío, me instruiste desde mi juventud y hasta hoy relato tus maravillas.
            Mt 13, 1-9 puede leerse hoy en esa clave de la vocación de Dios por la que llama a muchos a seguir un camino determinado en la propagación del Evangelio…, una vocación apostólica para extender el reino de Dios…, una semilla que se pone en las manos de muchos para que la hagan fructificar.
            Jesucristo dibuja con trazos maestros el proceso de esa siembra en la que él mismo ha salido a hacer las llamadas en el corazón de muchos. Y esas llamadas vienen a caer –a veces- en corazones estériles, duros como tierra apisonada del camino, de modo que la palabra con la que Jesús llama –con la que Jesús echa la semilla- rebota, no penetra…, y llegan los pajarracos el mundo y se comen la semilla, que ya no volverá a estar útil jamás.
            Otras llamadas caen en terrenos de poca tierra; no es que no se quieran acoger sino que no hay voluntad, no está educada la voluntad de la persona para comprometer un sí. Surgen esos momentos por los que pasan muchas almas en los que se sueñan ideales y se estaría dispuesto a dar el paso. Pero sale el sol que calienta demasiado y como no había mucha tierra la llamada no tiene raíces y se agosta pronto, a la primera de cambio. Mucha responsabilidad tienen quienes estaban alrededor, los que tenían que formar la voluntad de la persona, los educadores (padres y maestros), porque al adolescente de hoy (al niño, incluso) no se le ha educado para la vida y se le ha facilitado una molicie, un planteamiento equivocado de la vida, y el niño y el adolescente se han hecho a la idea de un colchón de miraguano en el que vivir plácidamente sin la capacidad para afrontar otros ideales.
            Hay llamadas de Dios, que –por parte de Dios-son serias y definitivas, que se dirigen a jóvenes que ya se desenvuelven en terrenos de mayor variedad. La llamada llega. Pero hay demasiadas zarzas, cardos, hierbas…, libertades, televisiones, diversiones, vida muelle…, y la llamada se pierde entre el tráfago de atracciones que el mundo ofrece. Lo que hubo de llamada de Dios queda ahogado, y nunca más se supo.

            Otras llamadas llegaron a corazones bien dispuestos que escucharon aquella voz de Dios y se dispusieron a seguirla. Hoy día son personas que están dando fruto en el reino de Dios, o se están preparando a ello. Sus frutos están ya en el 30%, o van por el 60… Están llamados a dar el ciento y serán felices porque la semilla que cayó en ellos ha fructificados. Quienes estamos ya en esa situación podemos constatar la dicha que su supone habar dicho que sí…, haberse dejado purificar y enviar…, como Isaías o Jeremías para realizar el proyecto de Dios.

2 comentarios:

  1. Ana Cuidad9:37 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    EL HOMBRE ES "CAPAZ" DE DIOS.

    "El amor es la alegría ante el bien, el bien es el único fundamento de amor. Amar quiere decir:querer hacer el bien a alguien".

    ¿POR QUÉ NOS CREÓ DIOS?,.Dios nos creó por un amor libre y desinteresado.
    Cuando un hombre ama, su corazón se desborda. Le gusta compartir su alegría con los demás. Esto le viene de su Creador.Aunque Dios es un misterio, podemos si embargo pensar en él al ,modo humano y afirmar: nos ha creado a partir de un "desbordamiento" de su amor.Quería compartir su alegría infinita con nosotros, que somos criaturas de su amor.

    ¿POR QUÉ BUSCAMOS A DIOS?.-Dios ha puesto en nuestro corazón el deseo de buscarle y encontrarle. San Agustín dice:"Nos hiciste, Señor,para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en tí.Este deseo y búsqueda de Dios lo denominamos :RELIGIÖN.
    Por religión se puede entender genéricamente una relación con la divinidad. Un hombre religioso reconoce algo divino como el poder que le ha creado y el mundo, del que depende y al que está orientado. Quiere agradar a la divinidad mediante su forma de vida y adorarlo.
    Para el ser humano es natual buscar a Dios. Todo su afán por la verdad y la felicidad es en definitiva una búsqueda de aquello que lo sostiene "absolutamente", lo satisface "absolutamente" y lo reclama "absolutamente.El hombre es solamente él mismo cuando ha encontrado a Dios."Quien busca la verdad busca a Dios,sea o no consciente de ello".

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  2. Jesús empieza a enseñarnos con parábolas. Cada una es una invitación a reflexionar sobre el Reino que nos predica y que Él vive. Él es el Sembrador y. a pesar de los fracasos( semilla que cae en el camino, terreno desigual y pedregoso...), siempre hay una parte de la semilla que cae en tierra buena y produce su fruto. No hay que desanimarse y hay que seguir sembrando con esperanza.Sobre todo tenemos que reconocer que no todo en nuestra vida es "tierra buena".Jesús siembra en nuestros corazones su Palabra y también nos ayuda a que sepamos acogerla y la dejemos germinar y fructificar.

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