jueves, 14 de julio de 2016

14 julio: Venid a Mí...

Liturgia
          El texto de Isaías que tenemos hoy -26, 7-9. 16-19- encierra pensamientos positivos: la senda del justo es recta; tú allanas el sendero del justo. Señor, te esperamos ansiando tu nombre y tu recuerdo. Mi alma te ansía de noche; mi espíritu en su interior madruga por ti. Señor, tú nos darás la paz porque todas nuestras empresas nos las realizas tú.
          Por nuestra parte, concebimos, nos retorcimos, dimos a luz VIENTO.
          Pero de parte de Dios los muertos volverán a la vida, porque tu rocío es rocío de luz y así resultará que la misma sombra que somos nosotros podrá concebir y dar a luz vida. Lo que nosotros no daríamos por nosotros mismos, lo tendremos por la acción de Dios que trasmite vida.
          El evangelio es corto pero muy rico: Mt 11, 28-30 es la invitación que nos hace Jesús a ir a él…, precisamente más cuando estamos más cansados y agobiados.
          Me llama la atención esta palabra porque veo en la práctica de muchas personas que decaen en su vida y en su vivencia religiosa porque, cuando le surge la dificultad, se vienen abajo y descuidan su mundo espiritual, sus prácticas habituales, el vigor de su fe. Es todo lo contrario de los que Jesús nos enseña y para lo que nos llama con esa invitación cordial: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.
          Concluía yo ayer mi reflexión del blog expresando el gran descubrimiento que hace la fe cuando –precisamente encontrándose en una situación obscura- se hace la luz y descubre uno esos espacios luminosos que tienen tanta belleza y tanto consuelo. Es precisamente lo que Jesús viene a decirnos en esas palabras. Hay momentos de agobio y angustia en la vida. Son contrariedades, son oscuridades que parecen ahogar y no tener salida; son enfermedades, son situaciones de impotencia que parecen cerrar el horizonte… Y todo lo que queramos añadir a ese cuadro. Pues bien: humanamente se le cae a uno el mundo encima. Desde la llamada de Jesús a esas personas y situaciones angustiosas, tenemos la promesa de que Yo os aliviaré.
          Es que el encuentro vital –vivencial-con Jesucristo acaba produciendo ese alivio porque se encuentra uno acogido, amparado, abrazado por Jesús. Que no es que nos dice que va a hacer una pluma lo que  es un peso de plomo, sino que ese tal peso se va a convertir en su yugo suave…, en la posibilidad de aprender de mí, que ha pasado por circunstancias tan dolorosas, y que sabe él hacer de Cireneo de los que llevan encima un peso que les agobia, para disminuirle el peso y para hacerle suave la carga… Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera. Es ver las cosas desde otro ángulo. Es ver el propio dolor desde otra perspectiva. Es poder apoyarse en el Corazón humilde y lleno de misericordia, que es el corazón de Jesús.
          La experiencia del contacto con las almas da la convicción de lo distinto que se sufre cuando sólo se está pendiente del propio dolor y de la propia desgracia, y cuando la persona tiene un horizonte de fe y de sentido sobrenatural de su existencia. El que no aplica su fe a su dolor concreto, sufre siempre el doble (por lo menos) porque sufre su propio sufrimiento y la pelea contra esa situación. Mientras que padecer con el alma puesta en Jesús y en los dolores de Jesús, hace sentir que más pasó el Señor, y que el propio sufrimiento tiene un valor en medio de la Pasión de Jesucristo. Un dolor y unas carencias y unas limitaciones que son humanamente pesadas, pero que yendo a unirlas a Jesús, su yugo es suave y su carga es ligera. No se dice en ningún sitio que no hay yugo y que no hay carga, sino que es otro modo de sobrellevarlo porque no lo lleva uno solo.
          Como aquel tetrapléjico que no pedía curar ni dejar de sufrir sino saber padecer para darle sentido a su vida de dolor. Y así se le hacía el paso del tiempo y de su impotencia humana, mucho más llevaderos.


          Para San Ignacio de Loyola el encuentro con la Pasión de Cristo le llevaba a pedir dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado…, lágrimas y pena interna por todo lo que Cristo pasó por mí. Es el momento de la identificación por el dolor, que luego se convertirá en la sublime realidad de participar del gozo mismo de Cristo Resucitado.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:10 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    LA ORACIÓN DEL SEÑOR: PADRENUESTRO.

    "la renuncia total a uno mismo quier decir acetar bcon uns sonrisa lo que Él da y lo que Él toma...Dar todo lo que pida, aunque sea el buen nombre o la salud: esto es renuncia a uno mismo, y entonces eres libre".

    SANTIFICADO SEA TU NOMBRE:- Santificar el Nombre de Dios quiere decir ponerlo por encima de todo.El "nombre" en la Sagrada Escritura señala la verdadera esencia de una persona. Santificar el Nonbre de Dios significa hacer justicia a su realidad, reconocerlo, alabarlo, hacerlo respetar, y vivir conforme a sus mandamientos.

    "VENGA A NOSOTROS TU REINO".-Cuando decimos "venga a nosotros tu reino", pe.
    dimos que Cristo regrese, como ha prometido, y que se implante definitivamente la soberanía de Dios, que ya ha comenzado aquí."Querer lo que Dios quiere, quererlo siempre, en toda ocasión y sin reservas, esto es el reino de Dios que está en el interior.



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  2. Todos nos hemos sentido agobiados y al borde de nuestra resistencia. Todos, en alguna ocasión nos hemos acordado de Jesús y le hemos permitido que esté presente en nuestra vida. Todos nos hemos sentido mejor cuando le hemos confiado nuestras adversidades y, poco a poco, recuperamos aquella dulce Paz que con la vida fuertemente unida a Cristo, nos torna felices en medio de los sufrimientos y nos mantiene atentos al bien que podemos hacer a los demás a pesar de nuestras limitaciones. Se puede ser discípulo y misionero...

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