jueves, 6 de noviembre de 2014

6 novbre.: Misericordia y alegría comunicativa

CELEBRACIÓN DE LOS MÁRTIRES DE ESPAÑA
DEL S. XX.
Y celebración de los mártires malagueños
de la persecución religiosa 1931-1939,
SANTOS ENRIQUE VIDAURRETA, JUAN DUARTE
y otros compañeros.

        Todo lo considero basura
          Hoy adquiere la carta a los filipenses un carácter de exaltación emocionada de Pablo.   3,3-8 comienza con una atrevida comparación del apóstol que “sustituye” la circuncisión física –ritual de incorporación del judío a su pueblo- por esa otra “circuncisión” espiritual que pone abiertamente al servicio de Dios, y pone a la persona a gloria de Jesucristo, sin confiar en los ritos o formas exteriores. [Tiene mucha enjundia ese parangón, que gana por KO a lo anterior].
          Y se justifica: que yo soy circuncidado, que soy judío, y soy fariseo, y lo he sido hasta la exageración de haber llegado a perseguir a la Iglesia de Dios.
          Sin embargo todo lo consideré pérdida comparado con el momento de conocer y servir a Cristo, mi Señor. Por Él lo perdí todo y todo eso que perdí lo estimo basura, con tal de ganar a Cristo.
            A mi me da cierta pena que cueste tanto trabajo saber sacar las entrañas de estas afirmaciones y que hasta tenga uno que poner paños calientes para que no “haya alusiones” y no surjan “los ofendidos”. Pero leer ese párrafo de Pablo y proyectar instintivamente a nuestras realidades, es algo que sale solo en mentes abiertas al Espíritu, capaces de ver el paralelo entre el Pablo fariseo y fanático y el que –una vez descubierto Cristo- acaba considerando basura lo anterior.
          Y Pablo no está siendo un extremista que pasa como el péndulo de un fanatismo a otro. ¡Pablo ha encontrado de verdad a Cristo!, y ese es el punto que varía toda la cuestión…, toda su visión…, toda su vida.
          Pablo ha sido el pastor que reencuentra la oveja perdida o la mujer que halla –barriendo a fondo- la moneda perdida, y no sólo tiene la satisfacción del encuentro sino la necesidad de comunicarlo, de hacerlo participativo, y que su descubrimiento pueda ser disfrutado por otros. Por eso Pablo convoca a sus amigos m(en este caso los filipenses) y les hace gozar su mismo gozo: he encontrado a la oveja que se me había perdido; alegraos conmigo; he encontrado la moneda; festejadlo conmigo.
          A simple vista el que lee este evangelio de Lc 15, 1-10 puede hasta considerar un infantilismo tanta fiesta y tanta comunicación para un hallazgo de nivel personal. Pero sabiendo que Jesús lo cuenta desde su magnánimo corazón, ya puede uno comprender que hay detrás mucho más que una oveja y mucho más que una moneda.

          Si tenemos un mismo sentir de Cristo…, y si queremos darle esa alegría… [no olvidemos cómo comenzaba este capítulo], no podemos menos que comprender que Jesús nos presente como alegría contagiosa haber encontrado lo que uno había perdido… La alegría del Cielo (y de quien tiene los mismos sentimientos de Cristo Jesús), por uno que vuelve… Y la poca alegría que produce en el Cielo el “justo” apoltronado en su “justicia” [fariseo], al que casi le duele que haya alguien que entra a ser “circuncidado” con el amor y la misericordia de Cristo. En realidad la vivencia del bautizado… (del que vive su Bautismo), es el gusto inmenso que tiene al ver que se engrosa la fila de los que caminan junto a Cristo, hacia Dios, portando cada cual sus palmas de triunfo, tan distintas, tan dispares, tan propias de diversos carismas y diversos caracteres, sin que uno sea más o sea menos, sino diferentes. Pero celebrando todos que haya siempre uno más en esa procesión que aquí en la tierra se encamina hacia el Corazón de Dios. Y comunicando hacia afuera esa alegría, que le rezuma de dentro.

5 comentarios:

  1. No puedo evitar ver en la parábola del pastor y las cien ovejas, de las cuales se le pierde una y la va a buscar hasta que la encuentra, la enorme responsabilidad que tienen los pastores de la Iglesia, especialmente los Presbíteros. ¿Realmente cuando una oveja se aleja del rebaño, vas y la buscas hasta encontrarla? ¿O la dejas que se encuentre a sí misma? ¿O tal vez la oveja que se va te es indiferente, y lo que importa son las que permanecen en el rebaño, mantener lo que queda?
    A la oveja se la puede buscar de muchas maneras. Pero la actitud del buen pastor es la de búsqueda de esta. En cambio la tentación del religioso fariseo o escriba es la de criticar al que se acerca a los pecadores para atraerlos. Mala cosa esa.
    Para Jesús la cosa está clara, y creo entender a Jesús aquí. Las que quedan estan seguras ahora mismo. La prioridad debe ser otra. El pastor deja a las 99 y se bate a fondo hasta encontrar a la que se perdió. Aquí hay una medida para el comportamiento de los pastores. ¿No? ¿Es así como haces en tu ministerio?

    Pero, no sólo para los pastores, sino por extensión, para todos, porque los no ordenados somos partícipes del sacerdocio real de Cristo y tenemos también una misión apostólica que realizar y unos deberes que cumplir. No son los sacerdotes entes aislados del resto del pueblo de Dios, ni les debemos cargar a ellos con todo el peso del trabajo, sobre todo en estos tiempos de escasez y de envejecimiento.

    Por supuesto, se puede sólo leer en clave espiritual, y pasar la responsabilidad total a Jesús, que es el Buen Pastor, y engañarnos a nosotros mismos y decir: "Ya se encargará Dios de encontrar a la oveja perdida". Alguno podrá gustarle más la parábola del hijo pródigo, donde no aparece esta exigencia, porque la oveja vuelve sóla. De hecho, ¿no es así como se hace habitualmente?


    Yo prefiero bajarlo al terreno humano. En esta enseñanza de Jesús está la voluntad del corazón de Dios con respecto a que tenemos que ser sensibles hacia los demás. El nos quiere también preocupados/implicados por el que se alejó. Que no los dejemos de lado porque se perdieron, aúnque nos critiquen por ello.

    Esto me suscita personalmente esta enseñanza. Es para mi.Y lo mío no me pertenece. Aquí lo dejo pues.

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  2. Ana Ciudad12:19 p. m.

    Hoy prefiero no hacer comentario
    Solamente tener presente a todo el rebaño de Cristo (nosotros) los catolicos
    Y pedir por los pastores que buscan con ahínco a todas las ovejas descarriadas

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  3. Anónimo2:59 p. m.

    Amigo._¿Cuantas preguntas haces en tu homilía?Eso parece.
    No me parece bien (por no decir ,me INDIGNA)que te presentes como persona intachable.Ahora yo te pregunto¿nadie puede reprocharte nada?.¿Puedes decir como Cristo:¿QUIÉN de vosotros me argüirá de pecado?.
    Tú debes buscarte a tí mismo,por que eres muy negativo escribiendo y a veces puedes herir la sensibilidad de otra persona.Hablas en algún comenterio de tegiversar....
    Los "pastores"tienen su conciencia y creo saben lo que hacen pues han sido ordenados sacerdotes después de años de estudio.Si alguno no cumple bien con su ministerio rendirá cuentas a Dios y a nadie más;lo mismo nos pasará a todos;rendiremos cuentas por lo bueno o malo que hayamos hecho o hemos dejado de hacer.
    Te pido por favor,hagas comentarios positivos,porque meterte el el terreno de los sacerdotes,puedes ahuyentar a las 99 ovejas que están en el redil.
    Estoy de acuerdo contigo en que todos estamos comprometidos en esta misión apostólica,pero a las "moscas"se atraen con miel ,no con hiel.
    :

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  4. Querido P. Cantero: Magnífica homilía cargada de puntos de meditación muy profundos y penetrantes.
    Nos hace mucho bien a todos con este don de la predicación que ejercita sin darse lugar al descanso ni al desánimo.
    Deseo mencionar hoy el contenido de los tres primeros párrafos. Me han dejado mucho más cerca del Corazón de Cristo.
    Reciba mis afectuosos saludos.

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  5. Anónimo10:30 p. m.

    En las primeras palabras del pontificado del Papa Francisco en Audiencia general puso de relieve la necesidad de salir de nosotros mismos, para ir a las periferias de la existencia, hacia nuestros hermanos y hermanas, hacia los más necesitados de consuelo y ayuda.

    Mas tarde, en Junio de 2013 volvió a hablar de la oveja perdida, en este caso, para hacer énfasis sobre las 99.

    Dijo:
    "Algunos cristianos parecen ser devotos de la diosa lamentación. El mundo es el mundo, el mismo que hace cinco siglos atrás y es necesario dar testimonio fuerte, ir adelante pero también soportar las cosas que aún no se pueden cambiar. Con coraje y paciencia a salir de nosotros mismos, hacia la comunidad para invitarlos.

    Sean por todas partes portadores de la palabra de vida, en nuestros barrios, dónde haya personas. Queridos hermanos, tenemos una oveja y nos faltan 99, salgamos a buscarlas, pidamos la gracia de salir a anunciar el evangelio. Porque es más fácil quedarse en casa con una sola oveja, peinarla, acariciarla, pero a todos nosotros el Señor nos quiere pastores y no peinadores.

    Dios nos dio esta gracia gratuitamente, debemos darla gratuitamente." (Cf. S.S. Francisco, 17 de junio de 2013, homilía en Santa Marta).

    Mucho más exigente se mostró con las siguientes palabras:

    En el Evangelio es bello el texto que habla del pastor que, cuando vuelve al redil, se da cuenta de que le falta una oveja; deja las noventa y nueve y va a buscarla. Va a buscar una. Pero... nosotros tenemos una ¡nos faltan las noventa y nueve! Tenemos que salir, tenemos que ir a buscarlas. En esta cultura, digamos la verdad, tenemos solo una, somos minoría. Y ¿no sentimos el fervor, el celo apostólico de salir y buscar a las otras noventa y nueve? Esta es una gran responsabilidad y tenemos que pedir al Señor la gracia de la generosidad y el valor de la paciencia para salir y anunciar el Evangelio».

    Podría citar también un comentario de otra persona que parece acertado:

    “Os digo, que así habrá más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente, que de noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento” (v. 7). Necesitamos recuperar este amor por los perdidos y la alegría por los encontrados. “¿Por qué nuestras iglesias a menudo se encuentran tan serias y sin alegría? Porque la auto-preservación moral puede ser sofocante. Para fiestas, verdaderas fiestas, mire el Nuevo Testamento: ¡la alegría está en encontrar!” (Juel y Buttrick, 50-51).

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