sábado, 1 de noviembre de 2014

1 noviembre. FELICIDADES, SANTOS DE DIOS

El día de TODOS LOS SANTOS
          Es una fiesta de mucha amplitud a la que se le puede enfocar desde diversos planos. Si una fiesta que se vivió como fiesta que englobaba a los mártires primeros del cristianismo fue ampliada a todos los santos no mártires, por las mismas razones podemos hoy abrir el objetivo de esta fiesta. Así tendríamos diversos niveles de esta celebración:
1.- Los santos que reconoce la Iglesia como tales. No sólo los conocidos y expuestos a la veneración en los altares, sino esa ingente multitud de los no expresamente canonizados pero que vivieron y murieron en olor de santidad.
2.- Toda esa multitud de almas santas, que ha pasado por la vida haciendo el bien. Almas anónimas para el mundo, a veces incluso para los católicos. Personas con quienes hemos convivido, que nos han servido o a quienes hemos servido. Familiares, gentes con las que hemos viajado en el mismo autobús, hormiguitas de la santidad que han pasado desapercibidas a los ojos humanos. O las otras, de las que hemos tenido ejemplos de santidad, ayudas que casi nos han pasado desapercibidas. Tantas y tantas personas que han sido profundas y muy serias en su fe, y que hasta pueden habernos influido en nuestra vida real.
3º.- El grupo de los santos de hoy, los que somos santos por vivir en gracia de Dios. Santos en el pequeño detalle de la vida, y porque toman en serio esa vida ante los ojos de Dios. En lucha contra los agentes del mal, fieles a sus promesas bautismales, servidores de sus hermanos, sin aspavientos (casi sin que nadie lo advierta). Santos en medio del ambiente actual, y quizás hasta señalados con el dedo por “anticuados”, “carrozas”, “viejos ignorantes”. Santos que todavía creen en el Evangelio más que en los mensajes y bombardeo de los medios de comunicación.

          La liturgia sitúa a todos los santos como un ingente ejército, incontable [¿se salvan muchos o pocos? preguntaron a Jesús…: ¡pues una multitud ingente!], con sus palmas en las manos –sus buenas obras-, caminando tras Jesús, y caminando hacia el Trono de Dios. Por tanto, no sólo quienes ya llegaron sino quienes estamos en camino, y seguimos aún caminando, y caminando en la buena dirección que nos marca el Evangelio.
          Santos que se saben HIJOS DE DIOS, y su caminar es del agrado de Dios y viven para agradar a Dios. Y hasta seremos semejantes a Él, no solo porque Él nos hizo a su semejanza, sino porque rellenamos ese dibujo inicial con suficiente arte como para que un día podamos ya verle en nosotros mismos como quien ve cara a cara, y disfruta de ver a Dios sin velos, sin imaginaciones, sino tal cual es.

          Y la gran avenida que hay tras la puerta estrecha es la avenida de las Bienaventuranzas, los grandes carriles que están ahí abiertos para que la vida en la tierra ya vaya acercándose a la gran autopista del cielo. Partiendo de la humildad de ser uno quien es (pobreza del corazón), realizar la vida en medio de la lucha diaria, con sencillez, con lágrimas que no paralizan, con ansia de acercarse a la bondad infinita de Dios; trabajando por vivir en paz y trasmitirla por donde se va, con una limpieza de alma que no alberga ni pensamientos, ni sentimientos, ni recelos torpes, para desembocar en la plenitud que ha arrostrado persecuciones, ridículos, mofas, humillaciones… En una palabra: los santos han reproducido la vida de Jesús.

3 comentarios:

  1. Me diera la impresión que hoy es un día muy grande para los católicos. Celebramos y recordamos la Victoria final de Dios. ¿Hay gente en el cielo? ¿Son muchos los que se salvan? La respuesta la tenemos en la primera lectura, del poco utilizado libro del Apocalipsis (que significa revelación). ¿No sientes la esperanza? ¿No comprendes que a pesar de las tribulaciones por las que pasas, al final aguarda la victoria?

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  2. Ana Ciudad1:58 p. m.

    Muchos de los que ahora contemplan el rostro de Dios,a su paso por la tierra,no tuvieron ocasión de realizar grandes hazañas,pero cumplieron sus deberes diarios lo mejor que sabían..Tuvieron errores,falta de paciencia,de prereza,de soberbia....pero amaron la CONFESIÓN y se arrepintieron y recomenzaron.Amaron mucho y tuvieron una vida con frutos,porque supieron sacrificarse por CRISTO.

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  3. ¡Magnífica homilía para una magnífica ocasión!
    Me complace dejar aquí este breve comentario sobre las sensaciones que me han dejado las explicaciones que, en el ejercicio de su sagrado ministerio de la palabra, nos ofrece usted cada día en este, su Blog, querido P. Cantero.
    Y también hoy deseo mencionar la frase o párrafo que más profundamente me ha llegado. Ha sido el párrafo final con la acertada alegoría de la gran avenida formada por los carriles que son las Bienaventuranzas que nos conducen, sin pérdida posible, al reino de los cielos, según las palabras del Divino Maestro.
    Unidos en el amor a los Santos del Señor, le saludo afectuosamente.

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