viernes, 14 de noviembre de 2014

14 novb: Lucas previene últimos tiempos

Preparando para el final
          Lucas ha entrado en el terreno del fin de los tiempos (17, 26-37); ya hace unos días nos advertía cómo debemos estar alertas para cuando llega el amo, y entonces debemos estar prontos a servir la mesa… Sencillamente: no cabe entonces empezar a prepararse. Hoy compara a otros tiempos en los que hubo “coger el tren” a tiempo para salvarse de alguna desgracia. Se vivía en tiempos de Noé o de Lot una vida normal, pero cuando acucia el peligro hay que haberse puesto a salvo.
          Pues ahora –en cada “ahora” de la historia- toca estar muy ágiles para salvarse de los peligros inminentes. Lo que no vale en ese momento es querer arreglar sobre la marcha: el que está en la azotea, que no baje a coger sus cosas; el que está en el campo, que no vuelva a casa. Me recuerda a aquel dicho de San Luis Gonzaga cuando estaba en recreo y le preguntaron los compañeros qué haría él si le avisaran que dentro de unos momentos iba a morir. Pensaron los otros que luis Gonzaga iba a decir: me voy a la Capilla. Él respondió con toda serenidad: “seguiría jugando”. Sabe que entonces no cabe hacer cosas nuevas o extrañas. Que de tal manera se esté donde se debe estar que ante una muerte inminente se pueda seguir donde se estaba y como se estaba.
          Y cuando llega ese día (que no es el mismo para todos), no todos corren la misma suerte: de dos, uno es cogido en la muerte y otro  dejado de momento. Y cuando llegue el tiempo de ese que quedó vivo, será él quien es cogido y otros, dejados. Es la historia de la vida misma. La diferencia está en cómo se esté dispuesto para poder ser tomado como quien vive el Reino y quien no ha estado alerta en los instantes definitivos de la vida. Y la realidad es que cada árbol cae de la parte en que estuvo inclinado y que no suelen ser momentos de improvisaciones.
          A la curiosidad de cuándo será eso, Jesús se decanta por una brevísima parábola: donde este el cadáver, es que le ha tocado. No tiene “previo aviso”. De ahí que los criados deben estar siempre atentos a la llegada de su amo…
          La 1ª lectura está dirigida por San Juan a una determinada Comunidad cristiana (“señora elegida”). Ayer le tocó a Pablo poner en trance a Filemón. Hoy le toca a Juan con esta señora elegida. Pablo, Juan, o cualesquiera de aquellos, fueron los encargados de manifestarnos a Jesús y su pensamiento. Sin Pablo y sin Pedro y sin Tomás, sin Lucas o sin Mateo…, no tendríamos ni Evangelio, ni figura y palabras de Cristo, ni su pensamiento, ni la trasmisión de ese pensamiento. Y si “Palabra de Dios” tenemos en el Evangelio (y en la Biblia toda y en el Nuevo Testamento todo), es porque ellos nos lo trajeron, lo escribieron, lo comunicaron. Y como los autores del Nuevo Testamento nos dieron noticia de Jesús, a ellos les debemos poder conocer a Jesús y lo que enseñó Jesús.
          Juan insiste ahora en su gran “obsesión”, aprendida de Jesús y trasmitida por el propio Juan: al amor como distintivo expreso y necesario para ser y mostrarse cristiano. Es el mandamiento que tenemos desde el principio. Y Juan lo insiste a aquella señora elegida a la que dirige su exhortación, pese a lo que se va a encontrar, incluso salido de sus mismas filas…

          Existen esos tábanos molestos –dice Juan- que punzan en la piel de la Iglesia y se adhieren a ella como si formaran parte de ella, y sin embargo niegan que Jesús ha venido al mundo en realidad totalmente humana. El que diga eso es un embustero y es el anticristo, y vive sin Dios. Quien permanece en la doctrina, vive con el Padre y el Hijo.

3 comentarios:

  1. "Me he alegrado muchísimo al encontrar a algunos hijos tuyos que viven en la verdad"

    Cristo dice, "Yo soy la Verdad", y el Apóstol Juan está contentísimo con su gente, porque cuando se ve que la gente vive y actúa según la verdad, eso da un subidón de alegría. Es cuando uno dice, "Que bueno, todo esto ha valido la pena". No hemos estado viviendo en una farsa religiosa, donde cada cual busca lo suyo, sin importarle lo más mínimo la vida del hermano, excepto para en algunos casos buscar en su vida para ver si encuentra algo de lo que acusarle. No hemos estado viviendo tratando de desplazar al otro para ponerme yo. Hemos atraído al joven e inexperto con amor. No hemos arruinado la vida de gente que sólo quería ser honrada y vivir en la verdad, servir a los demás. No hemos alejado de la Iglesia a nadie.

    Y advierte el Apóstol:

    "Ustedes estén alerta para no perder el fruto de sus trabajos, de manera que puedan recibir una perfecta retribución.
    Todo el que se aventura más allá de la doctrina de Cristo y no permanece en ella, no está unido a Dios. En cambio, el que permanece en su doctrina está unido al Padre y también al Hijo."


    Pemanecer en la doctrina de Cristo no es recitar el Credo. Es más que eso. Exige querer al menos seguir el buen camino, cumplir los mandamientos, buscar de corazón, convervar la Palabra dentro para no pecar. (Ver Salmo de hoy)

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  2. El día llegará, Cristo se manifestará...Dios es el que lo decide todo, ¿Cómo nos estamos preparando para ese día? Esta vida que pasa muy deprisa, ¿ la vivimos en clave de amor hacia Tí y hacia los hermanos? Ayúdanos, Señor, a mirar la realidad y a ser personas comprometidas, capaces de hacer presente tu Reino."Te busco de todo corazón, no me permitas que me desvíe de tus mandamientos".Sl.

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  3. Ana Ciuda3:53 p. m.

    En este discurso del Señor se interponen diversos planos de sucesos, y todos ellos referidos a la repentina llegada de Jesús glorioso al fin de los tiempos.
    San Agustín, comentando este Evangelio, enseña que la razón de que estas cosas permanezcan ocultas es para que siempre estemos preparados.
    La vida no se pierde, se cambia.Para nosotros los cristianos, la muerte es el final de una corta peregrinación y la llegada definitiva a la meta para la que nos hemos ido preparando poniendo alegría y amor en nuestras tareas cotidianas. Con ellas y a través de ellas llegaremos al encuentro del Señor.Procuremos mientras llega ese día, llenar nuestras manos de obras gratas al Señor.




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