viernes, 30 de mayo de 2014

30 mayo: ¿Qué quieres que haga por ti?

Mañana, VIERNES 31
nos reuniremos de modo informal
los participantes de la
ESCUELA DE ORACIÓN
para poder aclarar puntos,
hacer preguntas,
y dar oportunidad de participación.

Señor, ¡que vea!
             Las 1ª lectura de hoy –Hech 18, 9-18- presenta la eficaz acción del Espíritu de Dios. Le anunció a Pablo que siguiera su obra sin tener miedo. No quita eso la persecución, la detención hasta llevarlo ante el tribunal… Y allí un pagano, el procónsul, es quien no está dispuesto a meterse en el lío de discusiones religiosas. Despeja el tribunal. Los judíos toman venganza infantil maltratando al jefe de la sinagoga. Y Pablo queda libre. Era verdad la comunicación del Espíritu: No tengas miedo; Yo estoy contigo; nadie te hará daño.
             El Evangelio –Jn 16, 20-23- retoma el final de ayer, y ahí está la base: ante la muerte muy cercana (este evangelio está tomado de la sobremesa de la Cena de Pascua), estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría el día de Resurrección. Pero el contexto litúrgico transforma esa ocasión en la otra: ante la ascensión y salida de Jesús de este mundo, estaréis tristes; sin embargo pronto comprobaréis que es causa de inmensa alegría porque no me voy, aunque visiblemente sea así. Pero todo eso se convertirá en el gozo de una Presencia mucho más íntima, profunda, cercana, universal. Eclesial. La mujer que va a dar a luz está temerosa y angustiada. Luego abraza al hijo de sus entrañas y ni se acuerda de lo anterior.

             No sé si el episodio de Mc [10, 46-52] tendría que unirse a toda la secuencia anterior; puede ser que sí. Y lo corroboraría el episodio siguiente (la entrada mesiánica en Jerusalén). Con todo, no me voy a aventurar a ello y voy a tatar el hecho como algo que merece observarse en sí mismo. Parece cambio de secuencia. Ahora no son los apóstoles lo que dan lugar al hecho o comentario. En ese camino hacia Jerusalén –donde han sucedido los hechos ya comentados- pasan por Jericó. Un ciego mendiga a la salida de la ciudad, cuando Jesús pasa por allí llevando la delantera a una gran cantidad de gente que se le ha sumado. El tropel –cuyo sonido llega al mendigo- le hace preguntar qué es aquello. Era ciego y no sabía de qué iba ese gentío. Y uno, displicentemente le responde que pasa Jesús de Nazaret.
             Para aquel que respondía no significaba más que eso, Para el ciego es toda una razón de esperanza. Y echando mano de sus conocimientos, clama a voces para llamar la atención a Jesús, Hijo de David. Que sea de Nazaret no es lo que ahora le importa al ciego, sino que ese Jesús de Nazaret es el Mesías, y que el Mesías daría vista a los ciegos… Grita y grita, pero en todo ese tiempo de preguntas, respuestas y reacción, Jesús ya ha pasado sin advertir que estaba el ciego allí. El ciego ve que se le va su oportunidad y grita más, ya desaforadamente, de modo que la gente quiere callarlo para que no moleste. Y los gritos, finalmente llegan a oídos de Jesús, quien manda llamar al ciego. Y ahora la gente se va al ciego para decirle que Jesús lo llama. Y Marcos, con una expresividad especial, nos dice que el ciego tiró el manto, liberándose de un engorro; saltó de un brinco y se puso en pie, aunque con la torpeza de quien nada ve. Algunos lo tomaron de la mano y lo llevaron ante Jesús. Era la gran alegría de ese hombre que esperaba de un momento a otro la curación.
             Jesús no lo hace tan rápido. Le hace al mendigo ciego una pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti?  Al ciego pudo parecerle innecesaria la pregunta. Pero Jesús necesitaba escuchar…: ¿le pedía limosna el mendigo?; ¿le suplicaba el ciego?  Y el hombre, casi con énfasis fuerte, como quien dice la perogrullada más grande (que no necesitaría explicitarse), responde: Señor, que vea.
             Y lo voy a dejar aquí, porque no me gusta agotar los temas a lo rápido, y aquí pueden quedar aún puntos útiles de consideración.


             María, Madre nuestra: se nos va acabando el mes. Queríamos haberte ofrecido un ramo de obsequios personales que fueran mucho más valiosos que esos llamativos que hacen las floristerías que, llegan a admirarnos por su belleza. Pero no “tenemos oro ni plata” para costearlo. Pero lo que tenemos eso te damos: el corazón de un hijo/hija que rebosa de amor y ternura…, y necesidad. No son “cosas” lo que hemos querido ofrecerte, aunque un lazo de colores sí que embellece… Sería el lazo de “nuestros detalles, nuestras cosas”. Pero eso es sólo el adorno. Mucho más allá del adorno está nuestra persona, nuestro sentir de hijos, nuestro embeleso de niño que se recuesta en el pecho de la madre…, y ahí se acurruca como un niño pequeño para dormir… Pero nosotros no nos quedamos en eso. Tomamos fuerza de los pálpitos de tu Corazón, y nos vamos derechos a lo que más puede agradarte; que escuchando la Palabra de Dios, la pongamos en práctica. Así te definió a ti Jesús. Así queremos nosotros obsequiarte.

1 comentario:

  1. Jesús os promete el Espíritu de Verdad que iluminará a la Iglesia entera. Con el envío del Paráclito, Jesús completa su Revelación El Papa Pablo VI enseñó que el Paráclito era Quién explicaba a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su Misterio.

    El Don del entendimiento nos hace captar la presencia de Cristo en cada sacramento.Los Misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación,, de la Redención y de la Iglesia se convierten en realidades vivas y actuales que ayudan a vivir al cristiano de una forma más feliz. Para captar este Don es necesario controlar los sentidos buscando la Presencia de Dios en todo momento. Si el cristiano no es espiritual, no percibe bien las cosas del Espíritu. La Virgen nos ayuda y nos dice cómo debemos descubrir y tratar al Paráclito.

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