lunes, 19 de mayo de 2014

19 mayo: Caminos de Dios

Providencia
             Una persecución es en sí un mal. Supone pasiones negras en los perseguidores y pasión dolorosa en los perseguidos. Pero nunca se sabe a dónde llevan los acontecimientos desde la “lectura” que hace Dios de esas situaciones. Pablo y Bernabé –Hech 14, 5-17- advierten a tiempo que hay peligro para ellos porque gentiles y judíos se mueven malamente contra ellos, con intenciones de maltratarlos. Consiguieron escaparse yéndose a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia.
             Ahí les esperaba Dios para un pobre lisiado y cojo de nacimiento, que nunca había podido andar, y que puede pensarse que nunca hubiera encontrado a Pablo si no se hubiera dado aquella persecución. Pero se dio, y Pablo y Bernabé predicaban…, vieron al hombre enfermo, y le gritaron: Levántate y ponte en pie. El lisiado dio un salto y se puso a andar.
             Lo que sigue me recuerda tantos movimientos populares que en vez de descubrir la mano de Dios, y encontrarse así con el hacedor de los bienes, se desvían hacia ideas laterales y, en este caso que tratamos (como en tantos otros), acaban haciendo “ídolos” de lo que son meras mediaciones. En efecto, con una mentalidad pagana, creen dioses a Pablo y a Bernabé y los identifican con Hermes y Zeus, y vienen a ofrecerles culto, con toros adornados con guirnaldas en plan de ofrecerles un sacrificio de adoración.
             La reacción de los dos apóstoles es la propia de hombres creyentes que se encuentran ante una profanación: irrumpen por medio, les impiden ese culto, y les advierten que ellos han venido precisamente a todo los contrario: a que dejen sus falsos dioses y miren hacia Dios vivo, el verdadero, el creador de cuanto existe. Repito que se me viene ante mi pensamiento ese conjunto de modos populares que acaban divinizando lo que no es divino, y pierden de vista totalmente la única verdadera realidad de DIOS.
             El Evangelio de Jn 14, 21-26 es la afirmación que cae de su peso, aunque cueste tanto vivirla: el amor a Dios se demuestra viviendo como Él desea. Y quien así ama se encuentra con el amor de Dios y de Cristo –que nunca les faltó- pero que ahora lo pueden experimentar de forma consciente. Cuántas veces se dice: Dios no me escucha, Dios no me quiere, y la realidad es que no le estamos siendo fieles. El día que se hace uno más sincero con su propia realidad y vuelve al punto de humildad que es necesario, redescubre uno que Dios nunca se apartó.
             Típico de San Juan es poner a un apóstol que pregunta… Y –como aquí ocurre- una respuesta que no parece muy acorde con la pregunta. Por eso lo que Jesús sigue hablando es lo mismo que si hubiera existido tal pregunta que ni no se la hubieran hecho. Es un recurso literario para evitar una parrafada larga, que resultaría más molesta de leer. Lo que interesa al evangelista es volver a expresar que el que ama, hace lo que quiere el amado. Y el Padre amará, y Jesús amará al que fue fiel. Y –a la viceversa- el que no ama, no guarda la palabra de Jesús, que es la palabra misma del Padre. Ya lo entenderán mejor –y es nuestro caso- cuando venga el Espíritu Santo que revela dentro del alma el meollo de esa Palabra. Y porque una cosa es “oírla” y otra que entre dentro.
 
             El gran modelo de fidelidad al Espíritu, y a esa PALABRA de Cristo, es María. María que se pliega primero como mujer fiel, luego como anunciada para una misteriosa y extraordinaria maternidad, luego en cada instante de su vida (igualmente misteriosa). Es que María ha quedado ya metida y envuelta en el torbellino del Espíritu, en esa “sombra que la cubre” en la Encarnación, en ese magisterio de años en Nazaret hacia el Hijo que se le ha confiado, en Pentecostés donde nuevamente el Espíritu la invade, y en su realidad de Madre y Maestra de la Iglesia…, de ese Cristo vivo que pervive por los siglos y que está arropado bajo el manto de María.

             Poco espacio me queda para esa mirada que voy haciendo a la vida de Jesús en el Evangelio de Marcos. Bajada del Tabor, encuentro con el enfermo/endemoniado (en la falda del monte), los discípulos queriendo saber por qué no pudieron ellos solucionar ese caso…
             Y Jesús que vuelve a la carga (Mc 9, 30-32) porque no quiere que se engañen los apóstoles. El Tabor es una realidad. Pero la misma que los pasos que le quedan al Mesías: que va a padecer y que va a ser entregado en manos de los hombres, que le matarán… Dice Marcos que ellos no entendían tales palabras y tenían miedo de preguntarle. ¿No entendían o no querían entender? ¿Tenían miedo de preguntarle o preferían no preguntar para no darse por aludidos? Es que a mí no me resulta nada extraño esta forma de proceder, porque es una “táctica” oculta para no enfrentar la verdad. “No sabe/no contesta” no significa que no sepa…, sino que no quiere cogerse los dedos. Se hace uno el despistado, el ignorante…, y se quita uno la responsabilidad de la verdad.

             Que luego va a seguir una postura de ellos que resulta mucho más llamativa. Ya iremos viendo.

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