viernes, 16 de mayo de 2014

16 mayo: Linaje de demonios

Oración y ayuno
             Pablo sigue exponiendo la esencia de la nueva fe que profesa, y que no puede apoyarse en otra base sino en la que también ha predicado Pedro. Hoy, en Hech 13, 44-52, insiste en las profecías antiguas, en las que no quisieron creer los judíos para aceptar a Jesús como Mesías, “pero las cumplieron al condenarlo”. Lo que pasa es que Dios lo resucitó de entre los muertos, y ahí está la base de nuestra fe.
             En el Evangelio –[Jn 14, 1-6]- hay expresiones lapidarias que debemos mantener siempre en nuestro espíritu y en nuestra memoria: NO PERDÁIS LA CALMA… Es lógico que van a sufrir los apóstoles un purgatorio tremendo, cuando Jesús sea condenado a muerte. Pero ni entonces siquiera pueden dejar de esperar: Creed en Dios y creed también en mí. La fe en Dios ha de sobresalir siempre aunque todo el horizonte se nuble, aunque todo se vea negro. Claro: es que ESO ES LA FE. Y quien cree en Dios, cree también en Cristo, el enviado del Padre, el Salvador, el que padece por amor a nosotros hasta el extremo, el que ha demostrado con su vida que todo lo vivió en ese doble amor, al Padre y a humanidad (y a cada “oveja por su nombre”).
             La fe engendra y supone confianza, y en esa dirección apunta Jesús cuando quiere que sus discípulos no pierdan la calma cuando Él “se vaya”, porque en “irse” no hay una distancia ni una ausencia: en realidad se va para prepararnos sitio…, y todos cabemos porque en la casa del Padre hay muchas estancias…, diremos que indefinidas estancias, tantas cuantas necesitaremos los que llegamos al final de la vida con el alma puesta en Dios.
             Se le ocurrió a Tomás preguntarle adónde iba y cuál el camino… Y Jesús respondió con esa frase que es para ponerla en letras de oro sobre la vida de cada uno: Yo soy el camino y la verdad y la vida. Y nadie va al Padre, sino por mí. Él nos lleva, Él nos conduce, Él muestra dónde está la verdad y dónde está LA VIDA VERDADERA.

             Los apóstoles se quedaron con su escozor por aquello de no haber podido hacer nada en el caso del epiléptico. Y cuando llegaron a casa, ya a solas, en la confianza, le preguntaron a Jesús por qué ellos no habían podido echar ese demonio. Y Jesús respondió que hay un linaje de demonios que con nada puede salir, si no es con oración. Algunos códices añaden: y ayuno.
             Yo no soy “códice” ni especialista en ciencia bíblica. Mi intento de  siempre es poner al alcance de las personas la aplicación práctica. Y arranco de una idea que repito habitualmente: en vez de “demonio” me gusta hablar de “esclavitudes”…, esas a las que usamos como coartada –tantas veces- cuando no tenemos unas decisiones debidamente ordenadas. Y otras “esclavitudes” -¡o serán las mismas!- la pereza, la comodidad, el no querer compromisos ni sacrificios por razón de nuestra fe. Somos unos perfectos “creyentes”…, pero ¡que no nos compliquen!
             A ese género de demonios no se puede lanzar más que con oración. Por lo pronto, ORACIÓN. ¡Ojo!, que no estoy hablando de Padrenuestros y Avemarías. Hablo de un ORAR profundo en el que seamos capaces de enfrentarnos a la misma Palabra de Dios…, al Evangelio…, a plantearnos si nuestra vida acepta de verdad los principios y enseñanzas de Jesús; si nuestro orar nos levanta los pies del suelo porque no podemos vivir con una vela encendida a Dios y otra al diablo (sea “diablo” de vicios, de dinero, de “ídolos” del celuloide, de la TV, de cantantes o deportistas…, o sencillamente del “yo-mismo”, que es el dios adorado siempre.
             Por eso no estaba errado el códice que añadía: “y ayuno”, si sabemos “ayunar” de las “apetencias”, “a mi manera”, “no quiero líos”, y más de una vez, la frialdad de relaciones familiares en las que se ha roto el calor humano que tanto valía. O incluimos en nuestra vida un espíritu de sacrificio, capaz de negarnos gustos alguna vez…, de hacer HOGAR cálido familiar…, o no habrá medio de “echar fuera ciertos linajes de demonios”. Eso fue lo que Jesús les manifestó a sus apóstoles.


             Ensimismarse en la vida de Nazaret es un ejercicio formidable. A José, María y Jesús, los designamos con el nombre de SAGRADA FAMILIA. Ahí donde la familia y la relación familiar era clave de todo lo demás, porque vivía uno para todos y todos para uno. María, la Madre…, la clueca, la aglutinadora, el paño de lágrimas, la madre de familia que le quita importancia a cualquier problema…, y si tiene importancia se las ingenia para ser ella la que mete el hombro, la que se afana en solucionar, y –si se da el caso- la que se quita el pan para que no le falte a los otros. Sin que adviertan apenas…, como quien no hace la cosa… Figura prócer de MADRE, la que así vivió y así creó un modo de vivir. La madre de familia sin atisbo de egoísmos.  Ahí está el punto adonde mirar para saber lo que es vivir CON ORACIÓN y SACRIFICIO.

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