martes, 13 de mayo de 2014

13 mayo: Virgen de Fátima

13 de mayo en Cova de Iría
             Hoy celebramos el día de Nuestra Señora de Fátima, advocación tan querida por los fieles y ratificada por la presencia de dos Papas que se han postrado ante la sagrada imagen de la Virgen en aquel lugar. La Madre de Dios, en blanca figura, se ha manifestado protectora de la Iglesia y de los creyentes, y patrona del bien de Europa.
             No soy partidario de los movimientos tremendistas y amenazadores que se difunden desde la devoción a la Virgen de Fátima, como no soy adicto a los panfletos que pululan con frecuencia de mensajes aterradores que van puestos en boca de María Santísima. Ni comulgo con la idea de una Madre que mete miedo y anuncia catástrofes condicionadas a unas determinadas condiciones. Entiendo a María como una madre que avisa, educa, conduce, protege y advierte. Lo demás se me cae de las manos, y no seré yo quien lo difunda, por más tendencias oficiosas que pretendan la propaganda contraria. A mi madre la entendí siempre como madre solícita y cariñosa, que me llamó la atención y me educó, pero no usó el arma de la terrible amenaza si yo era niño malo…

             En la liturgia, la persecución originada cuando el martirio de Esteban produjo una huida de seguidores de Jesús hacia lugares seguros. Hec.11, 19. Pero no eran simples fugitivos que se ponían a salvo sino que se constituían en mensajeros de una alegre noticia -¡Cristo resucitado!- que iba prendiendo en aquellos otros lugares. Los apóstoles enviaron a Bernabé, y muchos se adhirieron al Señor. Bernabé era hombre de plena confianza, para ayudar a los refugiados. Y en Antioquía, las gentes del lugar fueron quienes empezaron a llamarlos cristianos.
             En Jn 10, 22-30, Jesús enseña; no ha dejado el discurso del Pastor bueno, que avala con las obras que Él hace. Y con una realidad fehaciente: que quienes creen en Él lo siguen y Él los protege, como el pastor que cuida de sus ovejas. Se las ha dado su Padre, y nadie puede quitárselas a Él, que es un Pastor fiel. Ha respondido así a la pregunta que le habían hecho: Quién eres; dínoslo y no nos tengas en suspenso. Pues respondido y bien respondido queda.

             Y sigo con mi necesidad de saber quién soy yo a los ojos de Jesús. E identificándome ahora con Pedro, voy a ir completando el cuadro. Pedro fue el escandalizado por el anuncio de un Mesías que padece y muere. Pedro recibió una reprensión muy dura que aún le sigue picando. Jesús no rebaja la respuesta del Mesías paciente pero la completa (o hace visible “la coletilla que nunca acababan de escuchar los Doce: resucitaré al tercer día. Jesús es muy gráfico y mete por los ojos lo que no entra en la cabeza. Y se llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan. A un monte elevado. No es casual esa descripción geográfica: por lo pronto es “separarse del llano” que es demasiado rastrero… Segundo: va a haber una manifestación de Dios, y eso ha de recordar al Sinaí… De hecho hasta Moisés va a hacerse presente…
             En aquella “altura” Jesús se transfigura: rostro y vestidos se ponen resplandecientes, como en un trasunto de lo que un día será permanente. Moisés, el legislador y Elías, el profeta de Israel, vienen a hacer trasmisión de poderes (por decirlo así): Ley y Profetas ya tenían todo anunciado (recordemos que esa fue la gran conversación del “peregrino de Emaús”). Por eso ellos “avalan” con su presencia que ese Mesías, Jesús, es el anunciado siempre, el enviado de Dios. Y al mismo tiempo, el que es Mesías en medio de todo lo que sucederá en Jerusalén, que es la Pasión y la muerte.
             No sé si Pedro y los dos compañeros alcanzaron a oír la conversación. El hecho es que la espontaneidad infantil de Pedro le llevó a proponer a Jesús una idea “luminosa”: se quedan ya allí…, ¡que es muy bonito aquello!, y los tres apóstoles les construyen unas chozas para que allí se queden los tres personajes protagonistas. Y hablaba Pedro cuando la nube les cubre, la voz honda les resuena señalando que Cristo es el Hijo querido de Dios –el MESÍAS-, y que hay que escucharlo. No sólo “oírlo”. Lo que Él dice es la verdad, aunque hable de pasión y muerte violenta.
             El terror invadió a los discípulos. Se vieron envueltos en la nube y temieron morir. La solución era echarse por los suelos para no ver nada, mientras temblaban como amenazados de muerte. Luego vino Jesús , les tocó por la espalda, les dijo que se levantaran…, y con mil recelos lo fueron haciendo lentamente… ESTABA SOLAMENTE JESÚS, y no había ni acompañantes, ni luces brillantes. Y Jesús les advirtió que no dijesen ni palabra de ello, hasta que resucitase de entre los muertos. Lo curioso es que todavía se preguntaban qué sería eso de “resucitar de entre los muertos”. Es evidente que la historia gloriosa no la inventaron ellos.
             Pero como aquello no les interesaba rozarlo siquiera, echaron la conversación por otro lado: ¿Es verdad que tiene que volver Elías? Jesús les dice que ya ha vuelto y lo maltrataron. Este evangelista no explicita más. Otro indica que comprendieron que les hablaba del Bautista. Y sin darse ni cuenta, ya habían llegado al llano…

             A mi pregunta: ¿quién dice Jesús que soy yo”, va dándose respuesta: seré lo que sea mi aceptación de ese Mesías transfigurado…, pero que muere primero. ¡Y cómo! Y en la medida que esto me lo vaya tragando, estaré en la línea de ser conocido por MI NOMBRE.

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