jueves, 22 de mayo de 2014

22 mayo: Concilio, alegría y escándalo

Concilio de la Iglesia
             Eran momentos de expansión de la Iglesia. Todo organismo vivo crece y se desarrolla. Y con el desarrollo surgen las dificultades y los conflictos, las ideas de quienes van adelante y quienes quieren más bien quedarse atrás. Ya había ocurrido con un primer aspecto en el tema del servicio a las viudas. Era un tema práctico y Pedro y los compañeros lo resolvieron sin mayor dificultad. Luego surgió salir a los gentiles, que era un paso más profundo porque suponía abrir la puerta de la fe a los que no pertenecían al Pueblo de Dios. Y ahora surge ya uno de carácter más esencial: los que vivían en lugares de paganos pero procedentes de judíos, no pueden entender una fe que nace de entre el pueblo judío sin que se exija para abrazarla pasar por la circuncisión. Pablo y Bernabé se desplazan a Jerusalén para consultar con el grueso de los apóstoles y con Pedro. Y reunidos ellos y los ancianos ya cristianos. Estudian el caso. (Hech 15, 7-21).
             Expone primero Pedro el estado de la cuestión, que se pregunta por qué provocar a Dios imponiendo una carga que ya ellos habían sufrido. Siguen Pablo y Bernabé exponiendo los hechos reales desde la experiencia. Y concluye Santiago, como el “acta” de la reunión: No molestar a los gentiles en su proceso de conversión. Sólo advertirles que eviten la idolatría y la fornicación, y que no tomen la sangre de animales estrangulados. Temas que caían de su peso: los gentiles, que venían de sus ídolos, tenían que tener mucho cuidado en no hacer una falsa mezcla de culto. La fornicación porque quienes reciben el Bautismo y son hechos templos del Espíritu Santo, no pueden profanar su cuerpo. El tema de la sangre era especialmente sensible en aquellas culturas en las que la sangre era considerada el vehículo de la vida, y el animal estrangulado conservaba dentro toda su sangre.
             En el Evangelio (Jn 15, 9-11) la trasmisión del amor…: el Padre ama infinitamente al Hijo. ASÍ el Hijo pone todo su amor en aquellos… Y si guardáis mis mandamientos, permanecéis en mi amor. Con esa condición –cuya realidad ha de suponerse en todo auténtico fiel seguidor de Cristo- la alegría de Jesús se desborda, y su deseo es que igualmente nos lleve a nosotros a alegría plena.

             Es el saludo del ángel a María: ALÉGRATE, agraciada… María representa la alegría. Podemos imaginarla preocupada cuando ha de comunicar a José el embarazo misterioso. Podemos imaginarla pensativa en Nazaret ante el misterio del Niño. Seria y responsable en el Templo cuando llama la atención al adolescente que ha hecho con ellos esas cosas; muy dolorida al pie de la cruz. Pero triste, no podemos imaginarla nunca. La tristeza es una pasión negativa (salvo la tristeza sobrenatural de quien ha pecado). María es la hija vivaracha que alegra el corazón de sus padres, la adolescente que contagia sana alegría entre sus amigas…; la Madre feliz que acuna al Hijo de sus entrañas, y que lo lleva a la fuente para trae el  agua, y la que vive su vida en un Magníficat permanente, refiriendo a Dios todos los hechos de su vida. La Madre de una Iglesia naciente, que es nuevamente invadida por el Espíritu Santo, que es Espíritu de gozo, alegría, paz… María –como su Hijo y como Dios mismo- ES ALEGRE.

Hemos hablado del escándalo. Jesús prefiere que muera uno antes que escandalizar. Por supuesto cuando ese escándalo supone inducir al pecado, romper la inocencia de una criatura, forzar al mal con amenazas o incluso chantajeando. Hoy hay tanto de estas cosas que realmente puede uno pensar cuánto más les hubiera valido a esos tales que les hubieses arrojado al mar con la rueda de molino atada a su cuello. ¡Tan grave es!
Pero escándalo es también “en tono menor” (y daños sutiles o menos sutiles de repercusiones no mensurables) esa situación que provoca el que hace menos amable la fe, el que desvirtúa la exigencia cristiana, el que logra –con sus “artes”- quitarse de en medio a quien puede hacerle sombra, el que dificulta la convivencia de una familia, un grupo, un movimiento eclesial…, y los mil etcéteras que podríamos añadir. Que unas veces han sido sutilmente pretendidos; otras, no…, pero han causado mal efecto…, unas veces frutos de imprudencias no pensadas, y otras que se han podido prever… Yo tengo conciencia de haber caído en ese tipo de “escándalo”, unas veces como víctima; otras como actor. Y eso sigue “picando” aunque no rompa la paz. Pero ya advierte Jesús que el gran dolor del escandalizador es el gusano de la conciencia, que nunca muere: orada, “hocea”, da vueltas, quema sin consumir… De ahí que sea muy claro al decir que más le valdría cortarse la mano o el pie que escandaliza, o sacarse el ojo que provoca el escándalo…, que empieza en uno mismo, y que se contagia como epidemia.

Siempre recuerdo  aquel libro de mi juventud: “PASO A PASO”, la historia real de un excelente chico que acabó delincuente por el maldito escándalo que le provocó su tío.

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