EL PAN DE VIDA

Se
consuma hoy la historia de Esteban [Hech.7, 51-59] como primer mártir consciente
de la era cristiana. Esteban fue osado. Se enfrenté abiertamente a la plebe, al
Senado de los “ancianos” [el Sanedrín], y a los doctores de la ley. Les dijo
verdades como puños, enfrentándolos a una realidad que ellos no querían admitir
de ninguna manera: que aparentando ser fieles a la doctrina de sus mayores, de
hecho rechazaban a los mismos profetas… ¡Bueno!: en eso era “fieles a sus mayores”
porque esos mayores hicieron igual… Ellos, en la historia muy reciente, mataron
al Justo, traicionando y asesinando…
Hay
que comprender que era demasiado… Y que aquellos rechinaban por dentro, llenos
de rabia.
Para
colmo, Esteban queda arrobado en una visión y dice que “veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”.
¡Había llegado muy lejos! No sólo había desenmascarado a los culpables sino que
ahora “veía el cielo abierto y a Jesús en
el triunfo supremo junto a Dios”. Y la reacción fue un alarido de escándalo
y rabia y un linchamiento hasta la muerte de aquel osado seguidor del odiado
Jesús.
Esteban
no odió. Por el contrario oró por ellos a Dios: “Señor: no les tengas en cuenta este pecado”.
El
evangelio es otro desafío: Jn 6, 30-35. San Juan había traído el tema de la
multiplicación de los panes no tanto por narrar un hecho cuanto por irle
sacando las lecciones que el evangelista quería enseñar. Y hoy ya se va
decantando hasta caer en la afirmación que presidirá el resto de este largo
capítulo: el Pan de Vida.
Hay
todavía un diálogo de las gentes y Jesús, en el que esas personas muestran
interés por escuchar. Preguntan de buena fe. Ayer preguntaban qué trabajo es el que Dios quiere, y
Jesús les respondió que acoger al que
Dios envía.
Hoy
preguntan qué signo da ese “enviado” –Jesús-
para que crean en Él. Y le razonan: creemos en nuestros antiguos padres
porque ellos comieron pan en el desierto, porque Dios les dio a comer pan del cielo. Y Jesús se apoya en esa respuesta
para dirigir la conversación adonde Él quiere dar EL SIGNO: “No fue Moisés quien os dio el verdadero pan
del cielo, porque el Pan de Dios es el
que baja del Cielo y sa vida al mundo”.
Como
en el caso de la mujer samaritana podemos concluir claramente que no se enteraron
–ni por asomos- de lo que Jesús les estaba hablando. Jesús utilizaba los mismos
dichos pero con un sentido de trascendencia que ellos no olían. Pero que les
sonaba bien. Y acaban pidiendo inocentemente: Señor, danos de ese Pan.
Ahora
entra la respuesta que se va a convertir en el leiv motiv del capítulo…, y en la gran enseñanza y promesa de Jesús…,y
en el escándalo de muchos, incluso discípulos. Jesús les contestó: YO SOY EL PAN DE VIDA. El que viene a mí no pasará hambre, y el que
cree en mí nunca pasará sed.
Nosotros
ya tenemos esto como una posesión que está asentada en nuestra fe, y nos parece
lo más sublime y maravilloso. Pero tiene tarea cuando oyes eso a un igual que
tú que, aun haciendo signos
extraordinarios en sí, no tienen que llegar a tanto como para decir ese “Yo soy…”
Yo
me pongo siempre en la tesitura –que he vivido más de una vez- de quien se
presenta a hablar con el sacerdote y dice: “Yo soy la reencarnación del Mesías
para este tiempo tan pecador”. O quien va por la calle vestido a lo emperador,
con su mano al pecho, y dice: “Yo soy Napoleón”. ¿Qué pudo sonarle a aquellos
hombres a quienes Jesús les suelta de pronto: “Yo soy el Pan de Vida; el que
viene a mí, no pasará hambre”…?
Por
lo pronto me admiro de mi fe y de la fe de todos los que hemos recibido tal inmenso
don de Dios, y podemos acoger esa expresión como una gozosa realidad. Y doy gracias a Dios.
Verdaderamente Jesús es Pan de Vida.Él se nos da diariamente como alimento y se queda en nuestros Sagrarios para ser la fortaleza y la esperanza de una vida nueva,sin fin y sin término.Este es un misterio simpre vivo y actual .Yo también doy gracias a dios por haber sido bendecida con este don de la fe.
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