jueves, 1 de mayo de 2014

1 de mayo

RACIÓN MÚLTIPLE
             Empecemos por la Lectura continua, que encierra una riqueza grande. El Consejo y los sacerdotes judíos van a más en su persecución a los apóstoles. Los han “sentado en el banquillo” Los acusan de no haber obedecido sus órdenes de que no hablaran más de “ese”; y sin embargo habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza, y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre. ¡Ni nombrar a Jesús” Y se acusa a los apóstoles de nombrarlo… [Es que todo el empeño de que muriera en la cruz era por aquello de que al que fuere crucificado no le puede ni nombrar! Así se quitaban de en medio aquella engorrosa situación que se les había presentado en vida de Jesús].
             Los apóstoles responden: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. “Y no podemos callarnos”. Y no es que os hacemos responsables…; es que lo sois, porque vosotros matasteis a Jesús colgándolo de un madero; y Dios lo resucitó para otorgarle a Israel la  salvación. Y somos testigos de ello.
             Por tanto: la muerte de Jesús y su resurrección de entre los muertos es algo que no podemos callar. Somos testigos del hecho más inmenso de la historia, y eso nos brota a borbotones como una necesidad del alma a publicarlo a los cuatro vientos. Y con ello obedecemos a Dios, que fue quien lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador.
             En el Evangelio, con un Nicodemo embobado con la exposición de Jesús, tenemos también un plato fuerte y práctico: El que es de la tierra, habla de la tierra. El que viene de lo alto, está por encima de todo. Basta poner un poco de atención a cualquier conversación que nos topemos al paso: ¿de qué se habla? O apenas si se lleva una conversación como tal (no hay fondo en las personas…), o se va hablando contra alguien (hay mal fondo), o se va ensuciando la conversación con basura y bajeza (hay estiércol en las bocas). ¡Hablan de la tierra!
             Si nos quedamos solamente en el segundo caso, encontramos una penosa tendencia a criticar, murmurar, quejarse…, y significa una mirada sucia que está siempre empañada para “descubrir carencias”. Y puede haber carencias. Pero una mirada limpia ve y pasa por alto. Como la paloma de Noé que no quiso nunca posarse sobre el barro. Repito: es penoso ese constante encuentro con la negatividad, que –quieras que no- “comentarla” es criticar, desdorar a la otra persona.
             El que viene del cielo, está por encima de todo. Y no sólo es Jesús. Del cielo viene quien sabe “subirse a la altura”, mirar hacia arriba, y no mancharse con la basura de abajo. Que la haya, no significa que se le remueva. Quien tiene el corazón limpio, verá con ojos limpios, y revoloteará por encima de todo… Así fue Jesús, así es quien cree en Jesús, quien hace verdadera oración, quien se sitúa por encima de las cosas de la tierra, porque su mirada está puesta en el CIELO.

             Hoy podemos tener también la Liturgia de SAN JOSÉ, OBRERO. Se han escogido las lecturas que expresen la intención de la Iglesia en esta dignificación y elevación del día del trabajador. La Iglesia se pone de parte del trabajador, pero no lo hace ni vociferando, ni levantando consignas ofensivas, ni fomentando violencias reivindicativas. La Iglesia “bautiza” la llamada fiesta del trabajo presentando a un SAN JOSÉ TRABAJADOR, OBRERO, que fue reconocido como tal en su aldea. Y cuya obra fue la de un hombre justo, cabal, honrado, que trabajó con el sudor de su frente y su mirada alta, a sabiendas de que era un colaborador con la primera Creación de Dios… Aquella Creación se hizo con el “trabajo” diario de Dios, que descansó el séptimo día, y pudo mirar su trabajo como algo bien hecho.
             La labor de San José fue la de un padre y esposo honrado, que mantuvo con su trabajo una familia, y que de sus manos salió siempre el trabajo bien acabado, porque ser obrero y digno obrero, es ser lo que se es (con la cabeza alta) y hacer lo que se hace pero siempre bien hecho. Y al llegar “el séptimo día”, poder descansar con la conciencia muy tranquila, y el disfrute de la familia y de las bellezas de la naturaleza…, y del tiempo que se le puede dar ese día –más sosegadamente- a Dios.

             Y ¡tercer tema hoy!: EL MES DE MARÍA. Ha pasado el invierno. Ha explotado la primavera. Los campos muestras su esplendor. La belleza de las flores múltiples, de insospechada belleza, revientan por todas partes. Y en ese parterre universal, como FLOR destacada, surge la Virgen María, la más bella entre todas, la que Dios cuidó como obra de sus manos, la que diseñó para ser Madre suya, la que eclosionó como la Mujer fiel que devolvió a Dios toda la belleza que ella tenía, con su entrega absoluta para que luciera en el jarrón precioso de la voluntad de Dios: como Él quiera…, como Él diga

             Por eso no hay flor más hermosa, ni de mejor aroma, ni de pétalos más exuberantes… Por eso se le ha cantado: Flor de las flores… Por eso iniciamos con Ella el periplo de este mes de Mayo, en el que cada día queremos ofrecer nuestra pequeña flor silvestre…, la que tenemos, la que no se compra ni se vende…, la que brota solamente en el jardín del AMOR.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad8:59 p. m.

    Venid y vamos todos con flores a porfía,con flores a María que MADRe nuestra es.Las flores que te ofrecimos :los mismos deseos y promesas que luego no hemos sabido cumplir,hoy te pedimos Madre nos ayudes a tener la fe viva y el amor ,para que como fieles hijos tuyos podamos ofrecerte flores y frutos de nuestro jardín interior

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