jueves, 15 de mayo de 2014

15 mayo: Al bajar del Tabor

La llegada al llano
             El Tabor es una síntesis de la vida: Jesús es HOY un triunfador. “Ayer” fue un Crucificado. Y “antes de ayer” vivió el día a día con las mil situaciones de una persona que vive la totalidad de su humanidad. Al escándalo de sus apóstoles por el anuncio de su muerte violenta, responde con una ráfaga de brillo luminoso que muestre a las claras que el Mesías tiene que padecer pero así llegará a su gloria. En el Tabor seguirá hablando de su muerte en Jerusalén, y sin embargo mostrará que hay detrás una inmensa luz. Bajará del Tabor advirtiendo a sus tres discípulos que nada digan de aquello hasta que resucite de entre los muertos. Y ellos siguen sin entender de qué habla.
             En el llano lo reciben con alegría y admiración, pero la vida ha vuelto a la normalidad y allí hay sufrimiento, con unos apóstoles que no han podido curar a un pobre muchacho enfermo, un padre angustiado y pidiendo ayuda, y el pobre adolescente (“con un mal espíritu”) que cae al suelo, se pone tieso, echa espumarajos y le rechinan los dientes. Un epiléptico en toda regla.
             Dice el texto que las gentes quedaron estupefactas al ver a Jesús, y –por otra parte- advierte Jesús que discutían. ¿Cuál sería aquella “discusión”? Se dice que Jesús mismo preguntó a la gente “de qué discutían” con los nueve apóstoles. Y puede pensarse que era porque ellos habían dado cierta esperanza de poder curar al enfermo… (si lo habían hecho en sus misiones apostólicas, ¿por qué no iban a poder ahora?). Y sin embargo,  luego no habían podido hacerlo.
             ¿Será aquí donde encajara un poco mejor la expresión quejosa de Jesús: “¡Generación incrédula…!” La verdad es que yo no lo veo ni siquiera aquí. Menos aún en el momento en que la sitúa el texto. Porque se ha adelantado un padre agobiado por el dolor, y dice a Jesús: Maestro; te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo, y dondequiera que se apodera de él, le echa por tierra… (y aquí le cuenta toda la tragedia). Le dije a tus discípulos que lanzasen al espíritu malo y no han podido.
             Y el texto pone ahora a Jesús explotando contra la generación incrédula…; “¿hasta cuándo tendré que soportaros?”  Evidentemente esa “generación incrédula” no es el padre, que viene precisamente suplicando. No es la gente, porque la cosa no es para tanto. ¿Se refiere a la “generación de espíritus malos”.  Voy más allá: ¿Es momento para esa reacción?
             Lo inmediatamente siguiente es pedir que le traigan al enfermo. Y en ese preciso instante le da el gran ataque y el hijo cae por tierra malamente.  Allí se agachó el padre para sujetar al muchacho que convulsionaba, y Jesús se agachó también y ayudo a sujetarlo con firmeza. Y ahí es donde Jesús –que ahora mismo actuaba  como buen hombre que ayuda en un momento difícil- preguntó al padre desde cuando le pasaba aquello. Responde el padre que desde niño…, y ya –sin saber ni lo que dice en medio de su sufrimiento- le dice a Jesús: Si algo puedes, ten compasión de nosotros. ¡Si algo puedes…! Jesús no tomó a mal aquella expresión, pero se la repitió al angustiado padre para que oyera él mismo lo que había dicho…: ¿Qué si puedes…? Y le completó: no es si yo puedo sino que todo es posible al que cree.
El hijo seguía rígido pero ya no estaba convulso. El padre suplica con humildad: Yo creo, Señor…, pero mi fe es débil. Ayúdanos aunque esa fe mía sea poca. Era una bonita oración. Y Jesús respondió con un mandato de expulsión de aquel espíritu de enfermedad: Sal de él y no vuelvas a entrar. Dio unos alaridos y sacudió violentamente al muchacho, creyendo la gente que había muerto. [Yo he visto a un epiléptico que grita y se retuerce como endemoniado]. Y a continuación, Jesús lo toma de la mano, y el que estaba tendido en el suelo, se pone en pie.
TODO ES POSIBLE AL QUE CREE. Lo cual nos sirve de gran lección en nuestros momentos difíciles. Y podremos decir que pedimos compasión de Jesús, aunque sea poca nuestra fe…, pero que pedimos porque la tenemos. Lo que verdaderamente nos importa es estar bajo esa mirada compasiva, que acabará actuando en el momento oportuno.
                Y alguien puede pensar: ¿y por qué no hizo Jesús todo en el primer instante, y se ahorraba todo este episodio tan duro para el padre y para el enfermo? Una pregunta que no por ella entramos en “generación incrédula”… Simplemente nos toca que saber aguardar los tiempos de Jesús.  Y todavía habrá más clara respuesta…, el próximo día.

No me he detenido en las lecturas de hoy. La primera sitúa la predicación de Pablo, que empieza su ministerio resumiendo la historia del Pueblo de Dios. En el Evangelio, tomado de los momentos que siguieron al lavatorio de los pies la noche de la Cena, Jesús ensalza la labor de sus mensajeros: no son más que Él pero van como si fuera Él mismo. De ahí que cuando alguien los reciba, reciben a Jesús mismo. Y quien recibe a Jesús, está recibiendo al mismo Dios, que lo envió. Tal es la grandeza del misionero que trasmite al mundo la palabra y la obra de Jesús.


VIRGEN MARÍA, mujer de fe, que pasaste sufrimientos y que pudiste pensar “por qué todo eso, cuando Dios había hecho LO MÁS…, y no salía ahora en lo menos? Un misterio tan sublime como aquel Hijo…, y un aviso de huida porque buscan al Niño para matarlo? ¿No le era a Dios mucho más posible y “lógico” hacerlo de otra manera? María podría no entender pero su fe –que no era poca- se guardaba en su corazón…, y no se ponía a pedirle a Dios otro modo de actuación. Dios es Dios, y quien cree –aunque fuera poco- sabe que no hay que buscar “lógicas” humanas, sino silencio  profundo del alma y abandono pleno en el Corazón de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!