sábado, 9 de junio de 2018

9 junio: El gran valor de lo pequeño


Inmaculado Corazón de María

Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del Cielo
          Dios tiene su morada en el cielo, por decirlo de alguna manera que expresa su trascendencia. Pero a su vez Dios está viviendo en la realidad cercana al hombre, No se ha quedado en las alturas. Vive también en lo humano de Jesús, Jesús es Dios. El Corazón de Jesús es casa de Dios, cuerpo humano donde está Dios en su plenitud, donde Dios convive con los hombres.
          Y como el Cielo es Dios, porque la bienaventuranza es la presencia de Dios y el goce de Dios, el Corazón de Jesús es la PUERTA por la que los hombres podemos llegar a Dios. Ya lo dijo Jesús: Yo soy la puerta de las ovejas. Puerta por donde los humanos accedemos a la trascendencia de Dios y al goce de su Presencia.

Liturgia:
                      Concluimos con San Marcos (12,38-44) el tiempo que este evangelista ha dominado la liturgia de los días ordinarios. Como he dicho ya, los últimos evangelios han correspondido a la última semana de Jesús, a los primeros días de la semana que culminó en la Cena Pascual y la Pasión. Jesús se ha encontrado acosado por diferentes estamentos que han pretendido sorprenderle en algún error o contradicción.
          Por eso Jesús en la postrera catequesis advierte a las gentes, reunidas en multitud para escucharle, que se cuiden de los escribas o doctores de la ley que les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza y buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes…
          Hasta ahí la ostentación, el prurito de aparecer y ser saludados y honrados por las gentes, la vanidad. Digamos que hasta ahí es el globo hinchado que se desinfla a la primera de cambio. Es la posición contraria a la enseñanza de Jesús, que siempre ha pedido sencillez, humildad, escoger los últimos puestos…
          Pero no se quedan en eso. Y Jesús lo denuncia: devoran los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones. Y eso ya no es hinchar el perro sino cometer un abuso y una injusticia notoria. Y Jesús avisa a la gente que le escucha para que se cuiden de ellos.
          Luego, Jesús dejó a las gentes y se sentó frente al cepillo del templo, y observó las donaciones que iban haciéndose. Y fue viendo, de acuerdo con lo que acababa de comentar, que los ricos echaban sus donativos con ostentación, porque echaban en cantidad. Jesús miraba y no experimentó ninguna emoción ante aquellas dádivas llamativas.
          En cambio se quedó fijo en una viuda pobre que se metió en la fila de los donantes y vino a echar dos moneditas que casi se perdían  entre sus dedos, y que no tenían apenas valor: eran las monedas más pequeñas que había en circulación entre los judíos. La traducción que utilizan algunos textos de “dos reales” ya se pasan con mucho de la realidad. Pues bien: en aquella mujer humilde, sencilla, pobre y que apenas ha dado dos céntimos, se paró la atención de Jesús, y él llamó a sus discípulos para hacerles caer en la cuenta de la acción de aquella viuda. Porque mientras los ricos han echado de lo que les sobraba, ella ha dado al tempo lo poco que tenía ese día para comer. Ella ha hecho la gran donación. Sin valor económico pero con el valor humano absoluto de haberlo dado todo. Jesús les hace comprender a sus apóstoles que la mujer aquella, que pasaba necesidad, ha echado más que nadie porque –por decirlo así- se ha donado a sí misma.

          Es la mirada del Corazón de Cristo, quien penetra lo profundo de cada alma y descubre el valor de las cosas pequeñas. El mundo de hoy se ha metido en esa vorágine de la ostentación, del ser más que el otro, de llamar la atención. En la sociedad actual priva el quedar más allá que el vecino. Es todo lo contrario de la mentalidad y gustos de Jesús, que está enseñando frecuentemente que los primeros serán los últimos, y que el arte del Reino es ocupar los últimos puestos, porque los últimos, los menospreciados, serán en realidad los primeros, los que alcancen ese Reino de Dios.

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