lunes, 11 de junio de 2018

11 junio: Camino de santidad


CORAZÓN DE JESÚS lleno de bondad y amor
          Cambio en la invocación, que ahora mira más hacia afuera y se fija en la relación de Jesús con los hombres. CORAZÓN DE JESÚS, LLENO DE BONDAD Y AMOR. Es la esencial relación con Jesucristo: la de su bondad con la que aparece en el evangelio en su contacto constante con las personas que se le acercan de buena fe. En ellas pone Jesús todo el amor misericordioso y como es descrito en el libro de los Hechos, pasa por el mundo haciendo el bien. Muy bien podría decirse en esta invocación de las letanías: “Corazón de Jesús, que es todo corazón”. Porque Jesús no sabe expresarse de otra manera que con el corazón. Y el corazón noble no se expresa de otra manera que en el amor y la bondad.
Liturgia:
                      Entramos en el evangelio de San Mateo, y en el capítulo constituyente de la vida evangélica: 5,1-12: las bienaventuranzas. Capítulo constituyente de la santidad, como ha escrito hace muy poco el Papa en su Exhortación apostólica: Alegraos y regocijaos [Gaudete et exultate] en la que va describiendo cada bienaventuranza como camino hacia la santificación del creyente.
          Es una pena que al par que aprendimos los Mandamientos de la Ley de Dios no aprendiéramos juntamente las 8 bienaventuranzas, pues ahí es donde queda formulado el camino del Reino de Dios. Es una pena que sigamos confesándonos, a lo sumo, por los mandamientos y no lo hagamos tomando como base las bienaventuranzas, que son el principio constituyente de la vida cristiana.
          Podríamos decir perfectamente que Jesús trazó el dibujo de sí mismo al proponer esos principios básicos de comportamiento. Jesús es el pobre de espíritu, que vivió colgado de la voluntad de Dios y sólo confió en él. Cuanto hizo fue mirando siempre ese ideal del pobre de Yahwé, colgado de Dios.
          Por eso mismo Jesucristo fue sufrido, padeciendo con paciencia y entereza los ataques de los adversarios y la falta de entendimiento de los suyos. Manso y humilde de corazón, que es la otra formulación de esa actitud del hombre que sufre con paciencia los ataques que le llegan de los adversarios que se hacían sus enemigos.
          Hubo un momento en que las entrañas de Jesús lloraron  con el llanto dolorido y a la vez sereno del que no es comprendido. Y lloró ante el dolor y el sufrimiento ajeno como ocurrió ante la ciudad de Jerusalén impenitente o ante el dolor de las hermanas de Lázaro, su amigo de Betania. Los hombres también lloran y es un llanto que dignifica.
          Jesucristo tuvo hambre de santidad, sed de justicia que justifica y perdona, como expresó aquel momento previo a su pasión; Con ansias he deseado comer esta pascua con vosotros antes de padecer. O también: He venido a traer fuego a la tierra, y ¡qué ansias hasta que arda!
          Jesucristo es misericordioso. El evangelio es la demostración clara de que la misericordia fue el ámbito en el que se desenvolvió la vida y la obra de Jesús. Los niños, las mujeres, los pobres, los enfermos…, son objeto directo de su misericordia, que revienta ya de una manera llamativa cuando expone la parábola del padre bueno.
          Jesucristo es limpio  de corazón. Nadie puede acusarle de pecado. Por el contrario es transparente en sus actuaciones, incapaz de quedarse cruzado de brazos cuando se presenta ante él la necesidad. Alabó a Natanael porque era un israelita sin doblez, y es que la doblez no cabía en el corazón de Jesucristo.
          El Corazón de Jesús es pacífico. La paz fue su saludo, su distintivo, su señal. Y si una vez dijo que no había venido a traer paz sino guerra, expresaba precisamente que vivir en paz y para la paz era su vida. Porque la guerra que defendía era la que se hace uno a sí mismo para mantener a raya sus reacciones y vivir con el corazón abierto para los demás.
          Todo hasta ser Jesús perseguido por su fidelidad a Dios y a la verdad, y así establecer las bases del Reino que requiere aceptar hasta la persecución con tal de ser fiel a Dios y a su voluntad.
          Por ahí pasó él y ese es el camino que queda señalado para todo el que quiera vivir el evangelio del reino. Y dice expresamente que en medio de esa adversidad hay que estar alegres y contentos porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

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