lunes, 25 de junio de 2018

25 junio: No juzguéis


Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad
          La fuente es algo que mana sin parar y a la que pueden acercarse todos los que desean aprovecharse de su caudal. Jesús dijo de sí mismo: Yo soy la Vida (Camino, verdad y Vida: la resurrección y la Vida). Tiene en sí la vida misma, que mana de sus entrañas como el manantial mana desde las entrañas de la tierra. Todo el que quiera participar de la vida ha de beber en esa fuente. En Cristo no hay muerte, porque aun su misma muerte vino a ser “resurrección y vida”. Todo el que sigue a Jesucristo sigue a la Vida y tendrá vida para siempre. Seguir a Jesús es la santidad: Sed santos como Yo soy santo. Bebed en su fuente el elixir de la santidad y practicad las obras que esparció por doquier el Corazón de Jesús. Imitad a Jesucristo.

Liturgia:
                      En el Sermón del Monte llega hoy Jesús al tema de los juicios que se hacen sobre otras personas y que se emiten con cierta facilidad. Mt.7,1-5 enuncia el principio: No juzguéis y no os juzgarán. Es un principio absoluto. Sencillamente no juzgar. Ver, veremos lo que hacen los otros, pero nunca podemos enjuiciar el por qué de sus acciones porque no conocemos sus razones personales y últimas.
          Lo más fácil es hacer un juicio sobre lo que vemos. Y enjuiciamos desde nuestra particular captación del hecho, y desde el baremo de lo que nosotros hubiéramos hecho en esa misma circunstancia. Sin embargo es una realidad que uno cae en sus mismos juicios y que lo que ha juzgado mal, luego lo hace él mismo y ya le parece que lo suyo está bien hecho.
          Somos muy proclives en juzgar y en consecuencia muy fáciles a emitir juicios. Y a más facilidad, más fácil también errar. Y nos advierte Jesús que al final nos van a juzgar con la misma medida con que nosotros juzgamos. Aun humanamente el que enjuicia, acaba siendo el cazador cazado porque su vicio de juzgar se acaba volviendo contra él.
          Y de alguna manera nos advierte Jesús que el defecto de criticar lo que vemos en otros, acaba volviéndose en una medida que van a tener los otros para juzgarnos a nosotros. Y sería triste que el juicio de Dios sobre nuestros actos, viniera a ser tan implacable como el que con facilidad se emite sobre los hechos del otro. Menos mal que Dios es mucho más objetivo y justo y va a usar de la medida de la corrección y de la misericordia para calibrar aquellos juicios que tan fácilmente emitimos.
          Pregunta Jesús ¿por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano y no adviertes la viga que tienes en el tuyo? Y pregunta entonces Jesús cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Déjate que te saque la mota de tu ojo’ cuando tú tienes una viga en el tuyo… Está muy comprobado cómo le gusta a Jesús exagerar las expresiones. La “viga” en el propio ojo es sencillamente un obstáculo para ver con claridad. Dicho así: “la viga”, se hace más llamativo aunque menos real porque nadie puede tener una viga en un ojo. Pero está diciendo: un obstáculo que te impide ver… ¿Cómo puede entonces decirle al hermano: “Déjate que te saque la mota de tu ojo”?
          Y Jesús llama hipócrita a ese tal y le enseña que primero se quite el obstáculo de su propio ojo, para poder ver claro, y entonces podrá ayudarle al prójimo a liberarlo de su pequeña mota.
          Generalmente el que enjuicia no advierte que cae en la ligereza de ver con su propio ojo lo que en realidad la otra persona ha hecho desde aspectos y razones muy diferentes. Y las cosas son muy diversas según el punto de mira en que uno se sitúa. Yo he hecho la prueba de enseñar una postal por el revés y comentar la belleza de la figura. Y me han dicho: Ahí no hay ninguna figura. Cierto, desde la parte de allá. Pero la postal era verdaderamente una figura llamativa desde la visión que yo tenía. Las caras de un prisma son muy diferentes según la ubicación de la persona. Y eso hay que tenerlo en cuenta a la hora de enjuiciar y emitir juicios, dándole al otro la posibilidad de que está viendo una cara que yo no he captado aún.
          Jesús hablaba de las cosas de la vida y las observaba con detenimiento. Estaba muy acostumbrado a ser mal enjuiciado por los fariseos y los sacerdotes y sabía muy bien que ellos no tenían la visión de todo el asunto. De ahí que le juzgaran mal y le criticaran. Podía enseñar Jesús con conocimiento de causa.

2 comentarios:

  1. Complicada cuestión esto de los juicios, y poca atención que se le presta a mi juicio. En general me da la impresión que falta pedagogía como en otras cuestiones, y que cuando toca este Evangelio, como ocurre normalmente, a mi juicio, no se profundiza, y todo pasa muy deprisa por delante nuestra. Las palabras de Dios no son para oírlas sólo, sino para escucharlas y meditarlas en el corazón. Escrutar la verdad y contrastarla con nuestra realidad. Pero inevitablemente a veces también se nos presentan situaciones en las que tendemos a querer contrastar la Palabra con las actitudes que vemos en los demás.

    La Palabra de Dios a veces puede parecer contradictoria pero no lo es. Por ejemplo: el Evangelio de San Juan en cambio nos dice que "si podemos hacer juicios". (Cf. Jn 7,24). ¿Cuál es el problema? Que para juzgar hay que hacerlo con Justicia. Sabemos que Jesús es el Justo, pero también sabemos que los que buscan la voluntad de Dios están más cerca de la Justicia.
    En cambio, el Apóstol Pablo enseña a tener cuidado con los juicios por que como dice el Padre Cantero, a veces los juicios que se hacen recaen sobre uno mismo, porque se juzga al otro por algo que haces tu también.(Cf. Rm 2,1); pero ojo porque esto hay que ponerlo en el contexto del capítulo 1 de la carta a los Romanos, que está denunciando las actitudes de los paganos, y denuncia el apóstol que un creyente no puede juzgar a un pagano y luego practicar lo mismo. (Leer capítulo 1-2 de Romanos).


    En resumen cual es mi reflexión: Que no se debe juzgar a nadie injustamente para no ser juzgado igual de injustamente. Que las intenciones más profundas de una persona quedan ocultas y sólo Dios las conoce, a menos que la misma persona las manifieste y por sus hechos se revele. Es ahí cuando se puede emitir quizás algún tipo de juicio según lo que leemos en Juan 7,24. Pero para ello es requisito fundamental estar en el camino de Dios. Que tu voluntad esté totalmente puesta en hacer la voluntad de Dios, porque si no es así, entonces las mismas cosas que juzgas se volverán contra ti.

    Por tanto, "No juzgar (injustamente)" ninguna situación. Para no ser juzgados igual.
    No amar ni practicar el pecado, con lo cual queda anulada totalmente tu capacidad de juicio.
    No condenar a nadie, sabiendo que finalmente, a pesar de lo que yo vea, el único juez 100% justo es Dios.

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  2. ¡Buen Comentario, Javier! Todos hemos sido testigos de comentarios incorrectos o malintencionados, de juicios inadecuados, porque , ¿quién soy yo para juzgar al otro?. Creo que nos falta Formación ético religiosa.No siempre recordamos que reconocer el mal, reconocer que somos criaturas, que no somos perfectos, que Dios nos ama con nuestros propios defectos, todos estos complejos nos impiden, de alguna manera, reconocer en donde estamos fallando y retrasar el proceso de corrección. Cuando aceptamos nuestras imperfecciones, aceptamos bien a los demás y nos volvemos tremendamente fraternales. No damos por bueno lo que no lo es...simplemente aceptamos que somos humanos.

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