jueves, 28 de junio de 2018

28 junio: La casa sobre roca


Corazón de Jesús obediente hasta la muerte
          En la carta de Pablo a los fieles de Filipos, en ese himno inmenso cristológico, se afirma claramente que Jesús fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por consiguiente esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón es revelada y hace una afirmación de gran sentido teológico. El Corazón de Jesús, que es Jesús mismo, vive la obediencia absoluta a los misteriosos planes de Dios, obedeciendo hasta el extremo de la muerte. Un plan de Dios por el que la muerte del Hijo iba a ser el precio de la redención del género humano. ¿Tuvo Dios otra salida? Por supuesto que sí. Pero usó la salida del máximo amor por la que ponía en un platillo de la balanza los pecados de la humanidad –ofensa a Dios-, y en el otro platillo la redención por la sangre y vida de su propio Hijo –precio de valor infinito-. Y el Hijo fue a la cruz y nosotros salvados de nuestro particular infierno.

Liturgia:
                      Mt.7,21-29 concluye el sermón del Monte que empezó con las Bienaventuranzas, y nos ha ido dejando una estela de enseñanzas concretas que definen el estilo del seguidor de Jesús. Ayer advertía Jesús sobre los falsos profetas, que se conocen por sus obras. Hoy lo hace de forma muy concreta avisando que no todo el que me dice: ‘Señor, Señor’ entrará en el reino. Hay mucho falso profeta. Muchas apariencias de fidelidad o de querer suavizar los términos. O como dice aquí, de invocar al Señor y quedarse en esa superficialidad. Jesús completa esa palabra con una conclusión muy clara: el reino de los cielos es para quien cumple la voluntad del Padre que está en los Cielos.
          Vendrán de muchas partes a pretender congratularse con Jesús: ¿No hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios y hecho muchos milagros? Dice Jesús a esas apariencias de “los buenos” (que no fueron fieles a la Palabra de Dios): Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados. Y es que el falso profeta de las apariencias, de la piel de oveja, es mucho más peligroso que el enemigo abierto al que se le ve venir. Del enemigo se puede uno poner a cubierto. Del falso profeta, no. Por eso: Alejaos de mí.
          Y entra en la parábola, en la que Jesús expresaba tan bien sus propios sentimientos. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece al que construye su casa sobre roca: cayó la lluvia, soplaron los vientos, y descargaron contra la casa. Pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
          Es una descripción admirable. El que escucha la palabra de Dios y la guarda en su corazón, y procede de acuerdo con ella, y no se deja tambalear por los elementos, es persona asentada sobre Cristo, que es la Roca. Y ya pueden venir los ríos desbordados de las ideas falsas…, los huracanes que remueven las ideas, que sobre todos ellos se mantienen incólumes las ideas y se defienden contra viento y marea los criterios. El cimiento que se ha echado en Cristo, en la Palabra de Dios escuchada y vivida, es más fuerte que todos los embates que llegan desde fuera.
          Y poniendo negro sobre blanco para resaltar la idea, explica las consecuencias de la casa construida sobre arena. Se salen los ríos y soplan los vientos, y arruinan la casa totalmente, porque no tenía cimientos. Es lo que tiene quien vive al aire de la última moda, de la última palabra que le llega, del último gusto, del último goce. No hay criterio, no se está por la negación de las comodidades y gustos…, y el resultado es el de una carencia de personalidad y de raíces.
          La arena varía de forma y posición según los vientos. Las dunas son variables y adquieren figuras caprichosas. Hoy son de una manera y mañana son de otra. No tienen consistencia. Hoy día es muy fácil de encontrar estas situaciones. Yo relato la anécdota de aquel muchacho que me vino un lunes a pedirme cambiar una práctica religiosa, que podía cambiarse sin ninguna trascendencia. Y cuando el miércoles le pregunté por qué otra forma podría cambiarse, me respondió que: “aquello que dijo era verdad el lunes”. El miércoles ya no valía. Pura arena sin consistencia.
          Por el contrario el que se asienta sobre la Palabra de Dios, sobre las verdades incuestionables, sobre criterios fuertes y rectos, ese mantiene hoy y mañana la misma actitud y la misma decisión.
          Y concluye el texto afirmando la admiración de las gentes por Jesús y por su enseñanza, porque enseñaba con autoridad y no como los doctores de la ley.

2 comentarios:

  1. Sigo sorprendiéndome aunque el Evangelio lo oiga setenta veces siete. Jesús no para de advertirnos para enseñarnos. "Las perlas y los cerdos", "los falsos profetas", y hoy "La arena". Cuidado con no edificar tu fe sobre la arena, dice el Señor; porque vendrán tempestades, vientos y toda clase de tormentas que la pondrán a prueba. Y la advertencia prosigue con una cosa a tener muy en cuenta, y que va dirigida a los creyentes, y no a los paganos o inconversos. "¿Por qué me decís Señor, Señor y no hacéis lo que yo digo". ¡Tremendo! No es para tomarse a la ligera esto, como nada del Evangelio. ¡Ojo al dato! "Muchos me dirán en aquel día...". Subrayaría la palabra "Muchos". Y añado que esos muchos, tratarán de justificarse con sus propias obras exteriores que no han servido para nada. Es terrible. ¿No echamos fuera demonios" ¿No hicimos milagros? Si eso dice el Señor, poniendo ahí el listón, que podremos decir de: "¿No fui a Misas?" "¿No hice novenas?". "¿No tuve tal o cual devoción?", "¿No fui a procesiones? ¿No saqué un trono?... En definitiva: ¿No aparenté ser una persona religiosa y devota? Los demás me veían y pensaban eso de mi, pero el Señor dirá: "¡Nunca os conocí!". Como para no tomárselo en serio.

    La parte buena del asunto, es que el Señor te da la clave para que vivas tranquilo y en paz. ¡Tu construye tu casa sobre la Roca y no sobre la arena, y todo irá bien!. Dios sabe lo que nos conviene. Cualquier día es bueno para recomenzar esa construcción si se quedó parada, o no se estaba haciendo con el material correcto.

    ResponderEliminar
  2. Algunas personas preguntaban en la Catequesis,¿Cuánta Fe hay que tener para salvarse?Jesús les contesto: muy poca, "como un grano de mostaza"Y, cuando le preguntaban por la clase de Fe, dijo que no se necesitaba una fe especial, porque, realmente no existe más que una clase de FE: JESUCRISTO.No es una fe en nada ni en nadie si no en JESUCRISTO,EL HIJO DE DIOS vIVO, NUESTRO SALVADOR.La FE NOS MANTIENE CUANDO TENEMOS QUE ACTUARCONTRA CORRIENTE.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!