sábado, 2 de junio de 2018

2 junio: Silencios de Jesús


TERCER DÍA DE LA NOVENA, Málaga

CORAZÓN DE JESÚS, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María.
          Es el misterio de la encarnación. El ángel anunció a María el proyecto de Dios: que el Hijo se hiciera hombre en el vientre de María. Y como el Hijo ya existía, no se trataba ahora de una concepción natural sino de una acción excelente del propio Dios, quien por su Espíritu Santo, entra –siendo Dios- en las entrañas purísimas de la inmaculada virgen de Nazaret: El Espíritu Santo la cubrió con su sombre. Por eso el que va a nacer de ella, es el Hijo de Dios, el Hijo del eterno Padre, que decíamos ayer. Ya ahí palpita ese corazón recién engendrado, y llegará a ser el Corazón mismo de Jesús. Cuando nos dirigimos al Corazón de Jesús, nos dirigimos al Corazón de Dios. Y al mismo tiempo al corazón sensible del hombre Cristo Jesús, que vivió nuestras realidades humanas.

Liturgia:
                      Repito que estamos en la semana última de Jesús, en los primeros días de esa semana, que desembocará en la Cena y en la Pasión. Jesús ha llegado de nuevo a Jerusalén, precisamente el día que Pedro observó la higuera seca.
          Cuando llegan al templo les salen al encuentro los sacerdotes y magistrados, que vienen a pedirle cuentas de haber expulsado a los feriantes. Jesús lleva en su alma el dolor de un pueblo que se pierde, y contrapregunta a aquellos: Si me decís si el bautismo de Juan era de Dios o de los hombres, yo os respondo con qué autoridad lo he hecho.
          Una vez más intenta Jesús que aquellos jefes descubran la verdad y por ella lleguen a reconocer el reino de Dios que es reino de salvación. Y los pone en un disparadero para que no tengan más remedio que reconocer el camino de salvación.
          Pero ellos se encontraron ante un dilema que temieron responder. Deliberaron entre ellos qué respuesta dar a Jesús, pues si decían que era de Dios, Jesús les va a preguntar: ¿Y por qué no le creísteis? Pero no podían decir que había sido cosa de hombres porque las gentes están escuchando y se volverían contra ellos.
          Solución: decir a Jesús que “no lo sabemos”, que equivale a no querer responder para no verse cogidos por la verdad.
          Jesús entonces les responde: Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto. Porque era inútil. Ya se ha visto en ese intento de escurrir la respuesta. ¿Para qué responder si los dirigentes aquellos no van a aceptar la verdad que les aporta Jesús?

          Lo que a mí me provoca esto es un sentimiento profundo de santo temor, a la vez que actitud humilde de oración. El temor viene de que es posible en la vida no encontrar respuesta de Jesús cuando la persona ya se ha hecho su criterio al margen de la verdad de Jesucristo y de la voluntad de Dios. El silencio de Jesús, que debe provocarnos un enorme temor. Y precisamente para que ese silencio no se produzca, tenemos que entrar en oración humilde en la que vivamos la necesidad de responder a las cuestiones que el Corazón de Jesús nos pone delante: la vida no es un jardín de rosas. O lo es, admitiendo que las rosas tienen espinas. Y hay que aceptar que se lleva uno sus pinchazos cuando menos se esperan. Lo importante es tener la respuesta a las diversas llamadas de Dios, que unas veces son reconfortantes y otras llevan su dureza.
          Y cuando así se presenta la vida, hay que saber decirle a Jesús que sabemos que los avatares de la vida pasan siempre por el tamiz de Dios. Nada se oculta a su mirada ni a sus designios. Lo importante es haber sabido “leerlos” en clave de fe.
          Saber leerlos en clave de CORAZÓN DE JESÚS, para unirse a sus sentimientos y profundizar en sus secretos profundos. Y como decía, saber que toda nuestra vida pasa a través de ese Corazón de Jesús, el Dios hecho hombre, que conoce todos los secretos y conduce todas las cosas al bien.

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