lunes, 4 de junio de 2018

4 junio: La viña


5º día de la NOVENA AL C. DE JESÚS. Málaga
CORAZÓN DE JESÚS, unido substancialmente al Verbo de Dios.
          Hoy día es mucho más difícil explicar esa realidad porque ha variado el entendimiento filosófico de Persona y Naturaleza. En otros momentos era más fácil de explicar. Dios Padre es Persona. Dios Hijo o el Verbo de Dios, y Cristo (Verbo de Dios encarnado) es Persona. El Espíritu Santo es Persona. En Dios sólo hay una Naturaleza, que es divina y por tanto, eterna. Sin embargo al encarnarse en el tiempo el Verbo de Dios, es tan Dios como hombre, y por tanto tiene  también la naturaleza humana, que empieza a existir en el seno de María. Todo en UNA SOLA PERSONA. En ella están substancialmente unidas –inseparablemente unidas- las dos naturalezas: la divina eterna del Verbo y la humana. Esa realidad de unión substancial de las dos naturalezas en una sola PERSONA, ES JESÚS. Es el CORAZÓN DE JESÚS.
         
Liturgia:
                      Jesús se expresa constantemente en parábolas en sus explicaciones a las gentes del pueblo. Esta vez les pone delante una parábola a los sumos sacerdotes y a los senadores y a los doctores de la ley. Y una parábola que les encajaba muy bien al gusto de ellos, en su presentación, porque tomaba casi al pie de la letra una imagen que ya había puesto ante los ojos del pueblo el profeta Isaías.
          Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda… La presentación les era familiar; era lenguaje de ellos. Y prestaron atención.
          Jesús les expresó lo ocurrido con aquella viña: el dueño la arrendó a unos labradores para que ellos rindieran cuentas al final de cada ejercicio agrícola. Y el dueño se ausentó.
          Cuando llegó el momento, envió a unos criados suyos para que cobrasen las rentas, pero los arrendatarios en vez de pagar, maltrataron a los criados y los despidieron con las manos vacías.
          Es evidente que aquello impactaba en los sacerdotes y senadores y doctores como una injusticia, y les iba predisponiendo en contra de aquellos labradores.
          Jesús da una vuelta a la tuerca y habla de nuevo envío de criados para que los labradores den cuenta de los frutos que tienen que pagar. Pero si la primera vez apalearon a los criados, ahora suben el tono de su violencia hasta matarlos. No cabe duda que Jesús era un artista en dibujar situaciones, y que los oyentes se van encendiendo de rabia contra aquellos labradores homicidas.
          El dueño de la viña –prosigue Jesús- acaba decidiendo enviar a su hijo, pensando que a su hijo lo respetarán. Pero los labradores se hacen sus cálculos: matamos al hijo, que es el heredero, y entonces la viña queda para nosotros. Y, en efecto, lo matan y lo arrojan fuera de la viña. La escena ha llegado a su punto más álgido, y aquellos hombres que escuchan la historia se indignan contra los labradores.
          Jesús ahora les pregunta: ¿Qué hará con esos labradores el dueño de la viña? Acabará con ellos y arrendará su viña a otros. [En otro evangelista son los propios sacerdotes los que dan esa sentencia, sin darse cuenta del fondo de la misma].
          Jesús les pone ahora la cosa delante: ¿No habéis leído aquel texto: “La piedra que desecharon los arquitectos ha venido a ser la piedra angular”?
          Ahora se dan cuenta de que les ha puesto delante el espejo y les ha contado la propia historia de esos responsables actuales de “la viña del Señor”. Y en vez de agachar la cabeza y aceptar la lección que Jesús les ha puesto delante, en la que todavía ellos podían rectificar, intentaron echarle mano porque veían que la parábola iba por ellos. Pero como en otras veces,  temieron a la gente y se marcharon. Llevaban dentro el paquete.
          Jesús les había dibujado sus propios sentimientos. Mientras contaba aquello se le iban poniendo delante las historias de siglos con los profetas maltratados y matados. Y se veía a sí mismo, EL HIJO, sacado de la viña y crucificado. ¿Cómo imaginamos lo que sentía dentro? Porque allí estaba su propio fin. El Corazón de Jesús debía estar palpitando a más velocidad. Más aún cuando había venido a salvar y todavía sería posible que aquellos dirigentes religiosos abrieran sus sentidos y cambiaran sus actitudes. A Jesús le interesaba mucho aquel pueblo, que era el Pueblo de Dios. Y en él, todos los pueblos de la tierra.

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