jueves, 21 de junio de 2018

21 junio: Padre nuestro


Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido
          Somos lo que somos porque estamos inmersos en la Gracia de Dios. Porque Dios puso su mano en nosotros y nos bendijo. Porque nos envió a Jesús como Redentor. Porque puso en nuestro camino al Corazón de Jesús, plenitud en sí mismo (como ya vimos otro día) pero de cuya plenitud todos hemos recibido. Como dice San Juan en el prólogo de su evangelio, hemos recibido gracia sobre gracia, o una gracia que supera todo amor. Jesús está lleno porque en él está toda la Gracia de Dios. Él nos da como un manantial que no por dar agua se queda seco. Y Jesús nos da de su plenitud, sin él perder ni un ápice de esa plenitud que posee por esencia.

SAN LUIS GONZAGA.- 450 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO
          Nació en Italia en 1568, el mayor de los hijos del Marqués de Castellón de los Estiverios. A los 9 años hizo voto de perpetua castidad ante el altar se la Virgen. Permaneció en España varios años como paje de María de Austria. Obtenido el permiso de su padre, tras ardua lucha, entró en la Compañía de Jesús en 1587. Estudiaba teología cuando se declaró la peste en Roma, donde se contagió sirviendo a los enfermos. Fue canonizado en 1729 por Benedicto XIII, y declarado patrón de la juventud estudiosa. A su sombra han crecido generaciones de jóvenes en todo el mundo, bajo la denominación de “los luises” en las Congregaciones marianas.

Liturgia:
                      Hoy toca Jesús el tema de la oración (Mt.67-15), explicando que la oración tiene que ser tal que llegue al corazón de Dios. No llega la oración farragosa, de mucha verborrea, como si a Dios hubiera que convencerlo con muchas palabras. Estaba tocando el caso de la oración de los gentiles. A Dios no hay que convencerlo. Somos nosotros los que tenemos que salir cambiados de la oración. Y eso exige precisamente intimidad y recogimiento. Y dice a las gentes: no seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que se lo pidáis.
          Y entonces Jesús pone delante un modelo de oración que en pocas palabras dice todo lo que tiene que decirse y expone todo lo que hay que exponer a Dios. En esa oración se comienza con una palabra inusual en la oración judía: PADRE. Un judío no se dirigía a Dios con esa expresión de intimidad y confianza. Jesús la pone como distintiva. PADRE NUESTRO, indicando la paternidad universal de Dios, que hace salir su sol sobre buenos y malos. SANTIFICADO SEA TU NOMBRE. Nosotros declaramos santo el nombre de Dios y queremos así honrarlo en su esencia del tres veces santo. VENGA TU REINO, tu dominio amoroso sobre todas las criaturas; tu Reino de justicia y amor, de verdad y de gracia, de santidad y paz. HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. La voluntad de Dios es el bien completo y total. La voluntad de Dios es voluntad de salvación y santificación de sus criaturas.
          DANOS HOY EL PAN NUESTRO. El pan del bien hacer, el pan que abarca todo lo que es necesario para la vida. El pan de hoy. Que ya mañana pediremos para mañana mismo. El Pan de la Eucaristía como el Pan bajado del Cielo. PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS PUES NOSOTROS HEMOS PERDONADO A LOS QUE NOS HAN OFENDIDO. Necesitamos el perdón, pero en tanto nos atrevemos a pedirlo en cuando que nosotros ya hemos perdonado. No sería leal pedir un perdón de Dios mientras nosotros no hubiéramos otorgado el perdón a quienes nos ofendieron. Y Jesús se detiene en este punto porque si nosotros no perdonamos, no podemos ser perdonados.
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN. Que no es que las tentaciones se eliminan y dejan de existir, sino que nos libre de caer. Lo que supone que nos liberemos nosotros de meternos en ellas.
LÍBRANOS DEL MALIGNO. El maligno existe. El Maligno persigue. Dice el Apocalipsis que cuando fracasó en su intento de inficionar a María y matar al Niño, se volvió contra los hijos de los hombres. Junto al ángel de la guarda tenemos el demonio de nuestra condenación. Pedimos al Señor que nos libre de él. Y lo que es urgente es saber distanciarnos de todo ese enredado sutil que tiende sobre nosotros. Pero si nosotros no nos metemos en sus fauces, es un simple león rugiente que busca a quien devorar, pero que está atado con las cadenas de la gracia de Dios.

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