miércoles, 27 de junio de 2018

27 junio: Por sus frutos los conoceréis


Corazón de Jesús despedazado por nuestros delitos
          La formulación es muy fuerte y posiblemente no admitida en términos teológicos. Pero responde a una historia, la historia de la Pasión, en la que Jesús fue maltratado y torturado hasta el tormento inhumano de la cruz. Y por si faltaba algo, traspasado finalmente por la lanza del soldado. El Corazón de Jesús es JESÚS. Podemos fijarnos en esa plena realidad humana en la que los azotes desgarraron su cuerpo y las espinas traspasaron sus sienes, y los clavos atravesaron sus brazos y sus pies. No se puede decir con exactitud de vocabulario que Jesús “fue despedazado”, pero lo demás es un hecho histórico.
          ¿Razón de toda esa carnicería? –Teológicamente la redención. Y la redención era el pago que Jesús hacía por nuestros pecados. Por eso se puede decir con toda verdad que fueron nuestros delitos los que causaron aquella tragedia en Jesús. Mucho padeció físicamente Jesús, pero mucho más en sus sentimientos, en su Corazón.

Liturgia:
                      Otra advertencia de Jesús a los oyentes del Sermón del Monte, y con mucha fuerza a sus propios discípulos. Mt.7,15-20. Se trata de tener mucho cuidado con los falsos profetas, que se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Dice Jesús que se les conoce por sus frutos, lo que implica la prudencia de quienes escuchan a determinados mensajeros, para no caer en la trampa de la verdad a medias, de las palabras ambiguas…, de las mentiras adobadas que atraen a primera vista pero que con pleno poder hay que rechazar.
          Hoy surgen muchos falsos profetas que, cambiando el nombre a las cosas, nos acaban metiendo embolados carentes de espíritu evangélico e incluso frecuentemente contra ese espíritu. No podemos prestarles atención, no podemos concederles cuartelillo. Tenemos que situarnos claramente en contra porque son falsos profetas que vienen vestidos con piel de oveja pero en el fondo son lobos rapaces. Pongámosles el filtro de la Palabra de Dios, de la puerta estrecha, de la abnegación, de la pureza de costumbres, y en definitiva, de las bienaventuranzas, y no nos dejemos rebajar a las dulcificaciones de la vida que crean espíritus blandos sin consistencia para afrontar la reciedumbre de Jesucristo.
          Con su facilidad de transportar a la parábola las enseñanzas que quiere trasmitirnos, pregunta Jesús si se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos… Es evidente que no. Que cada árbol da el fruto que le corresponde por su naturaleza. El árbol se conoce por su fruto. E incluso dentro de los árboles de la misma especie, los hay buenos y malos. El árbol bueno da frutos buenos. El árbol dañado da frutos malos. De ahí que se catalogan los árboles por el fruto que producen.
          El profeta verdadero, el que habla en nombre de Dios y pronuncia palabra de Dios, es descubierto por la gente, que se vuelca inmediatamente sobre él. Los grandes apóstoles de nuestros tiempos, los grandes santos, son seguidos inmediatamente por las gentes sencillas, que tienen un olfato o sexto sentido para descubrir al hombre de Dios, a la mujer de Dios. Y no son profetas que halagan los sentidos, que suavizan el mensaje, que intentan atraer con suaves palabras.
          Pero ellos son recios y viven lo que predican, y se transparenta en ellos la verdad de Jesucristo. Austeros, sacrificados, desprendidos, viviendo en pobreza y sin aprovecharse de la lana de las ovejas, y eso es lo que atrae y lo que presenta pronto la nobleza del fruto. Y por ese fruto son conocidos como árboles buenos, como mensajeros de la verdad de Dios.
          Por otra parte son muy humanos, proclives a la misericordia y a la compasión. Hablan al corazón de las gentes, les llenan de esperanza al mismo tiempo que les exigen el perdón de los enemigos y les presentan un Dios que llena las almas de las criaturas porque es Dios que acoge y abraza, que sale al encuentro, que no se cansa, que tiene paciencia, aunque siempre pide a la persona el cambio interior, la concreción de propósitos para adelante, y que se echa a las espaldas el pasado de cada individuo, para no verlo más.
          El buen profeta llevará siempre a Dios, con el evangelio en la mano, y un Cristo lleno de amor que quiere, como el mismo Padre, que todos los hombres se salven y lleguen a conocer LA VERDAD.

2 comentarios:

  1. Me llama la atención que Jesús nos advierta tanto el tener cuidado en este mundo. Si ayer decía que cuidáramos de no echar nuestras perlas a los cerdos, ni dar lo sagrado a los perros, por peligro de ser despedazado, hoy nos pone en guardia contra los falsos profetas, es decir, los anunciadores de palabras de Dios, que no siembran en nosotros buena semilla, sino mala. Y además lo hacen, aparentando muy bien, y disimulando muy bien exteriormente, por lo que resulta difícil discernir al principio. De ahí que entiendo que Jesús hable de los frutos, como forma de desenmascararlos.


    ¿Qué frutos da esa persona que enseña las palabras de Dios? Se puede ver en sus obras y en su modo de comportarse exteriormente, pero no es suficiente esto. Hay que mirar a nuestro interior, como oyentes de ese que vino a nosotros o al revés. ¿Cómo estamos espiritualmente? ¿Qué efecto está produciendo en mi?


    Por los frutos, reconoceremos.

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  2. Los lobos con piel de cordero son una buena muestra de que el mal existe. El Demonio empieza por encandilar a la gente y le puede quitar su libertad e incluso la vida. Tenemos que ser muy observadores para detectar si en nuestras relaciones hay franqueza , libertad y consideración...si tenemos el valor suficiente para ser sinceros y si reconocemos que, sólos, no podemos llegar al Reino.Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para discernir entre el Bien y el Mal.

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