domingo, 8 de octubre de 2017

8 octubre: La viña del Señor

Liturgia:
           La 1ª lectura de hoy es de una gran belleza y de una gran tragedia (Is 5,1-7). Es un canto de amor a su viña por parte de Dios, que es quien revela al profeta Isaías. Es el relato de mi amigo que tenía una viña en fértil collado, y la cuida con inmenso esmero: La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas. Construyó en medio una atalaya para un centinela y cavo un lagar. Todo estaba preparado para que aquella viña –tan mimada- diese uvas buenas. Pero dio agrazones.
          Es la descripción parabólica de la obra de Dios con su pueblo Israel, al que cuidó con ilusión y esperanza para que correspondiese con buenas obras. Sin embargo aquel pueblo dio mal resultado. Y lo trágico sucede cuando aquellos hombres proceden a su antojo, y de lo que era una viña –plantel preferido-, quedase un erial…, un pueblo del que salieron asesinatos, lamentos.
          Es el resultado de un pueblo que se ha apartado de Dios, y no sigue sus caminos. Es el desastre de todo pueblo que margina a Dios y no tiene en Dios el punto de mira y de referencia para que sirva de altura moral.

          En el evangelio –Mt 23,33-43- Jesús les plantea a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo una parábola que escuchan atentamente. Jesús les pone por delante el mismo texto de Isaías pero como viña que el amo arrienda a unos labradores, y cuando el momento de la recolección les envía unos criados para cobrar el alquiler.
          Los labradores aquellos, lejos de pagar el alquiler, maltratan a los criados, apedreando a uno y matando a otro. [Es claro que aquellos oyentes se ponen en ascuas ante tamaña injusticia].
Y el amo, paciente y bondadoso, lejos de cargar contra ellos, les envía nuevos criados –los profetas-, que corren la misma suerte que los anteriores. Por lo que decide el amo finalmente enviarles a su propio hijo, pensando que como es el hijo, lo respetarán. Pero los labradores reaccionan más violentamente aún y sacándolo de la viña, lo matan: Es el heredero; lo matamos y nos quedamos con la viña.
Ahora Jesús pregunta: ¿Qué hará con aquellos labradores? Y los oyentes responden con toda seguridad que los mandará matar a todos y arrendará su viña a otros labradores que sean fieles en pagar sus alquileres. Hasta ahí quería llegar Jesús. Los sacerdotes y senadores no se han apercibido de que Jesús les estaba contando su propia historia. Por eso fueron tan justos en dar solución al caso.
Ahora es cuando Jesús les desvela la realidad: ¿No habéis leído nunca la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular? Por eso os digo que os será quitado a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. Exactamente la sentencia que ellos habían dictaminado.
La lectura litúrgica se ha quedado ahí. Pero el caso lo resuelven aquellos oyentes queriendo hacer exactamente con Jesús lo que acababa Jesús de contar que hicieron los labradores. Les contuvo a los sacerdotes que el pueblo se ponía del lado de Jesús, a quien tenía por profeta.

En la 2ª lectura –Filip 4,6-9- Pablo exhorta a aquel pueblo de Filipos a que en toda ocasión perseveren en la oración y súplica con acción de gracias, y que sus peticiones sean presentadas a Dios. El efecto positivo que se desprenderá de ello será la paz de Dios que sobrepasa todo juicio y custodia los corazones y los pensamientos, es decir: al hombre entero. De modo que todo lo que salga de ellos sea noble, justo, puro, amable, laudable…, y sea de virtud y mérito. Y la paz de Dios estará con vosotros.

La viña del Señor en la actualidad somos nosotros, los cristianos. Somos los que hemos de dar cuenta de los frutos, los que -elegidos del Señor para sustituir al pueblo infiel- somos llamados a dar buenos frutos y pagar nuestro alquiler. El punto en el que nos espera el Señor para ese encuentro es LA EUCARISTÍA, que es donde toca vivir la sinceridad plena porque es encuentro personal con Jesucristo. Es donde la parábola se hace realidad y donde el relato de Isaías tiene su plenitud de canto de amigo que planta su viña en fértil collado y la cuida con esmero para que dé buenos frutos…, para que todo lo que brote de cada uno, sea noble, justo, puro, amable, laudable…, y sea de virtud y mérito.




Acudamos al Señor que quiere de nosotros una viña que dé sus frutos buenos.

-         Por el Papa, la Iglesia y cada fiel, que somos la nueva viña del Señor, Roguemos al Señor.

-         Para que seamos nobles, justos, puros, amables, laudables…, cuya vida sea de virtud y mérito, Roguemos al Señor.

-         Para que rindamos los frutos de nuestras obras para el agrado y servicio de Dios, Roguemos al Señor.

-         Para que centremos todo nuestro vivir cristiano en la EUCARISTÍA, Roguemos al señor,



Dios Padre misericordioso: míranos y ayúdanos a dar los frutos que tú esperas de nosotros. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. AMEN.

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