lunes, 16 de octubre de 2017

16 octubre: Esta generación

Liturgia:
                      Comienza hoy la carta de San Pablo a los romanos (1,1-7) y se presenta como apóstol, siervo de Cristo, escogido para anunciar el evangelio de Dios. Evangelio prometido por los profetas en las Escrituras santas, y que se refiere al Hijo de Dios, nacido según la carne, de la estirpe de David. Podría haber dicho, como se lo dice a los gálatas, “nacido de mujer, nacido bajo la ley”, pero no tiene que decirlo porque eso ya va incluido en la expresión: “nacido en lo humano”. Lo que importa es manifestar que el Hijo de Dios tuvo un nacimiento en la vida de los hombres. Constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios con pleno poder por su resurrección. Y que ahora no sólo queda en el pueblo de Dios sino que ese Pueblo se amplía con los gentiles, entre los que están los fieles de Roma a los que se dirige Pablo ahora. Y a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte del pueblo santo. A ellos saluda Pablo deseándoles la paz de Dios Padre y de Jesucristo.
            Los que asistíamos ayer al evangelio del domingo, en el que Jesús proponía la parábola de los invitados a las bodas, los que estaban en los caminos, los que no pertenecían a Israel, encontramos hoy una aplicación concreta de ese evangelio y esa apertura al mundo no judío, al dirigirse Pablo a los fieles de Roma.

            El evangelio (Lc 11,29-32) es expresión del dolor de Jesús ante una generación que no lo acepta, y que se pasa el tiempo pidiendo “señales” a Jesús, sin que le basten nunca las señales que les da y siempre pidiendo una señal nueva. Generación perversa que no va a tener más signo que el de Jonás. Primero, porque Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, que se convirtieron por la predicación del profeta. También porque Jonás estuvo “muerto” (“sepultado”) en el vientre del pez, pero salió a la vida al tercer día, lo que es signo definitivo de la resurrección que Jesús les dará a aquellos que le piden un signo para creer.
            Pero es que a esa generación la va a juzgar la reina del Sur, que se puso en camino para verificar la sabiduría de Salomón… ¡Y aquí hay uno que es más que Salomón! Y van a juzgar a esta generación los habitantes de Nínive porque para ellos bastó la predicación de Jonás, ¡y aquí hay uno que es más que Jonás!
            ¿Qué podría decir Jesús de nuestra generación? Porque ha endurecido su mente y deja aparcado, cuando no es que es beligerante en contra, el tema de la fe, de la religión, Dios, Jesucristo, Iglesia… El mundo que hoy ha emergido de hombres y mujeres que se “han liberado” de la fe y de la referencia a una Ley superior, que es un Dios que está por encima de todo lo creado y pone orden en todo lo creado. Es la generación del desorden o del orden al revés, la generación ácrata que cree haber encontrado su libertad en no tener dependencia de nada ni de nadie, gobernándose cada uno por su propio interés, su propia comodidad y su propia apetencia.
            Es la generación del no compromiso con lo definitivo, lo que se extiende incluso a la realidad del amor: los matrimonios “al tiempo” (“mientras dure el amor”), como si el amor verdadero pudiese ser temporal y no definitivo, comprometedor, capaz de llegar a la muerte en defensa de un ideal.
            Es una generación perversa en la que Jesús tendría que repetir este discurso de hoy. Y como siempre, Jesús –que sí ama hasta el final-, no condena sino que advierte; predica buscando el cambio; “amenaza” con esa pedagogía que ya tuvo Dos con Nínive, en la que el deseo de Dios fue que Nínive se convirtiera. Y cuando se convirtió, Dios perdonó, “se arrepintió” de la amenaza y se gozó de la conversión de aquella ciudad.



            Hoy es el día de SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE, difusora del culto al Sagrado Corazón de Jesús. Y por tanto del culto al AMOR DE DIOS expresado en Jesucristo, al que dibujó con las SEÑALES del amor supremo: el Corazón que salta fuera del pecho porque no puede contenerse dentro, con la cruz hincada en medio, el instrumento de la salvación y el signo del mayor amor,  la corona de espiras rodeando el corazón porque el amor es sacrificado y se expresa coronado de dolor, y traspasado por la lanza para dejar abierto el camino hacia el mismo interior del Corazón de Jesucristo, horno ardiente de amor, y por eso con las llamas que brotan del corazón. Llamas de un amor que arde dentro, y llamas que purifican las escorias que encuentra fuera en el pecado de la humanidad.

1 comentario:

  1. El mal se presenta de mil formas y siempre trata de ocultarnos su poder destructor. El Demonio destruye a las personas, y a la sociedad. Cuando nos parece que le hemos ganado la partida reaparece por otro lado con una constancia increible. El cristiano debe mantenerse bien firme en el seguimiento de Jesús. No vale ni un poco ni un mucho. No hay medias tintas, hay que estar alerta todo el tiempo para detectar el engaño y las trampas del maligno.

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