miércoles, 25 de octubre de 2017

25 octubre: Los siervos embotados

Liturgia:
                      La exhortación de Pablo –en la 1ª lectura de hoy: Rom 6,12-18, va en la línea de dar ánimos a los fieles para que dejen superado el tema del pecado y que no siga dominando vuestro cuerpo mortal, ni seáis súbditos de los deseos del cuerpo. Al cabo de dos mil años, la predicación de Pablo tendría que volver a ser la misma. Pablo les dice: No pongáis vuestros miembros al servicio del pecado como instrumentos del mal; ofreceos a Dios como hombres que de la muerte han vuelto a la vida. Hermosa concepción de lo que es vivir en Gracia de Dios, y haber sobrepasado esa situación de pecado. El pecado no os dominará…; estáis bajo la gracia.
          ¿Es esa última la visión que tiene hoy día el hombre? ¿Hay conciencia de que el pecado no dominará porque estamos bajo la era de la gracia? Del estado de muerte al que conduce la pasión y el vicio, ¿está el hombre de hoy vuelto a la vida? Pienso que se han dado pasos atrás y que la falta de religión y de moral están haciendo estragos en la situación actual. No se ha tomado en serio el evangelio en el que Jesús llega a conminar que el pie o la mano hay que cortarlos, o el ojo hay que sacarlo si son ocasiones de pecado. Y no es que Jesús nos piense mancos, cojos o tuertos, pero sí que nos está llevando a un terreno de tomar soluciones drásticas. Aquí no valen ya las medias tintas, las falsas soluciones, la confesión como paño caliente que se repite una y otra vez para volver a las andadas a la primera de cambio. Los cristianos tenemos que tomar conciencia de que el evangelio no es un libro piadoso ni la palabra de Jesús puede quedar para meditación. Algo mucho más serio que tiene que llevar a un planteamiento firme que se haga la pregunta de: Y mañana, ¿qué? Porque el “peco y me confieso” no es válido ni serio ni cristiano. ¿No sabéis –dice Pablo- que ofreceros a alguno como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis?  Y podemos ser esclavos del pecado, para muerte, o esclavos de la obediencia a Dios para la justicia (=la gracia).

          Todo eso nos lo enfoca el evangelio de hoy (Lc 12,39-48) mirando a la hora de la muerte, donde la verdad será incuestionable. Nos presentaremos tales cuales somos. Y lo muy serio es que no sabemos ni el cuándo, ni el dónde, ni el cómo. Jesús lo plantea con su parábola de los siervos que han de esperar la llegada del amo a cualquier hora de la noche a la que él se presente. Ayer nos decía que si encuentra a los siervos como fieles servidores que lo están esperando, él mismo les hará sentarse a la mesa y los irá sirviendo. Y al mayordomo de aquellos sirvientes lo hará poner como jefe de su casa.
          Hoy completa el cuadro y se pone en el caso contrario. ¿Qué pasa con el encargado infiel a su señor que no ha esperado su llegada, y que –por el contrario- se ha emborrachado y se ha puesto a maltratar a los subordinados? Dice Jesús en la parábola que llegará el amo a la hora que no espera y lo despedirá, condenándole a la pena de los que no son fieles. Por otras parábolas sabemos que es la lejanía de su amo, la condena por sus malas obras, “la gehena del fuego”. Un conjunto de expresiones que indican el mal final del que no ha sido fiel. Y como Jesús habla del encuentro final de la vida, cuando ya las cosas no tienen vuelta de hoja, el Señor está queriendo advertir que ha de ser antes de ese momento límite cuando el criado se disponga a recibir en paz a su señor.
          Con una lógica propia de quien vive la verdad, Jesús pone dos hipótesis: la del criado que sabía claramente las consecuencias de sus actos –sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra-, ese recibirá muchos azotes.
          La otra posibilidad es la del criado que no sabía la consecuencia de sus actos… Y no es que sale indemne de la situación pues siempre hay una voz de la conciencia que está llamando. Por eso recibirá también azotes, aunque pocos.

          La pregunta hoy es: ¿tan obnubilado vive el hombre que no se da cuenta de su situación? ¿Tan embotado que ya está nadando en el vicio inconscientemente y no da para más? Es evidente que los habrá así por una ignorancia rayana en la necedad. Pero hay muchos otros que tienen conciencia de su pecado…, buscan la solución externa…, pero no lo afrontan desde la convicción interior. Ojalá que “unos pocos azotes” a tiempo puedan despertarles de su embotamiento, y les devuelva al mundo de los “siervos fieles” que saben esperar la llegada de su muerte con la conciencia purificada y el cuerpo sanado. (Aquí habría que volver de nuevo al principio de la 1ª lectura).

1 comentario:

  1. El cristianismo es misión y, "al que mucho se le dió, mucho se le reclamará". No puede el cristiano entregarse a los placeres y "vivir a tope". Jesús nos dice que somos unos "servidores y que tenemos que dar a tiempo la ración a los hermanos"como servidores fieles y prudentes. Que de nosotros depende su felicidad. Si abandonamos nuestra labor repercute en la Iglesia. Es muy importante descubrir qué quiere el Señor de cada uno de nosotros.

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