martes, 24 de octubre de 2017

24 octubre: La Gracia de Jesucristo

Liturgia:
                      La 1ª lectura, fragmentada en la carta a los fieles de Roma (5,12-15. 17-19. 20.21) es casi un himno en el que se contrapone el pecado de Adán y la redención de Cristo. Por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte que afecta a todos los hombres porque en el primer pecado, todos somos pecadores. Fue la culpa de uno pero en esa culpa morimos todos: la muerte se contagió como una espantosa pandemia universal.
          Pero de la misma manera, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia de Dios desbordó sobre todos. En Cristo Jesús somos todos justificados y levantados de la muerte. Si por el pecado de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, ¡cuánto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la salvación!
          El pecado de uno fue condena. La justicia (=fidelidad) de uno traerá la vida. La desobediencia de uno convirtió a todos en pecadores; la obediencia de uno convierte a todos en justos. Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Reinó el pecado causando muerte; por Jesucristo reinará la gracia que causa la salvación.
          Es claro que con el primer párrafo estaba ya dicho todo. Pero Pablo recalca y reafirma la misma idea desde varios ángulos para que les quede a los romanos –y nos quede a nosotros- muy claro el contenido de la revelación del pecado original y originante, y la redención efectuada por Jesucristo que derrota al mal que aquel pecado había engendrado. Por encima de aquel mal, ha surgido la Persona de Jesús que vence al pecado y establece la economía de la gracia, que es en la que estamos y nos desenvolvemos.

          Hay una peculiaridad en el evangelio de Lucas (12,35-38) que no coincide con las otras redacciones de los evangelistas. En los otros evangelistas el regreso del amo supone que los criados se ponen a servirlo a él. Y allí se dice que ellos comerán después. En cambio en Lucas el amo se siente tan generoso con aquellos criados que han velado hasta su llegada, que ahora es el amo el que los sienta a la mesa y él les sirve.
          Es un matiz muy propio de Lucas, evangelista de la misericordia, y que casi resulta exagerado. Porque lo normal es lo que dicen los otros evangelistas. El hecho de que los criados velen hasta la llegada del amo, no significa que han hecho nada extraordinario. Y que el amo se siente a comer y que ellos le sirvan, es lo más lógico.
          Pero Lucas ha ido más lejos y ha presentado al AMO, que representa a Jesús y su llegada a la vida de cada uno en su momento final, no como el que viene a ser servido sino el que se pone a servir. Expresa, pues, un rasgo de delicadeza que nos ensancha el alma, porque nos presenta a Jesús volcado sobre el siervo, al que no sólo agradece que lo ha esperado sino que viene a sostenerlo y confortarlo en ese momento final de su vida. Hermoso final que nos recuerda aquel cuentecillo del hombre que durante su vida se iba a la iglesia y se estaba allí frente al Sagrario sin hacer otra cosa que decir: “aquí estoy”. Cuando cae en el lecho de muerte pide que le pongan una silla junto a la cama. Y se pasaba sus últimas horas “hablando con la silla”. Eso es lo que creía la familia. En realidad en aquella silla se le hacía presente Jesús, que le decía: “aquí estoy”. Jesús había venido a devolverle las visitas, y lo sentó en su mesa y se puso a servirle.

          Creo que es una paráfrasis de la parábola que nos cuenta San Lucas y que está llena de ternura. Y que abre la fe al encuentro con el Señor en esos momentos difíciles de la vida de la persona, cuando ya se encuentra  de verdad a solas frente a la realidad de su muerte. No a solas. Porque Jesús devolverá las visitas que se le han hecho, aunque muchas veces no sepa uno ni qué decir y sólo pueda pronunciar ese “aquí estoy”. Como dice el dicho popular: Dios no se queda con nada de nadie. Siempre devuelve multiplicado el ciento por uno. La criatura da el uno, porque no tiene para dar más. Dios sí puede dar y da centuplicado.

1 comentario:

  1. El P. Antonio Claret, desde su libertad, fue un discípulo fiel que dedicó su vida a servir a Dios y a sus hermanos y murió tranquilo porque le parecía que habia cumplido bien su misión. nuestra sociedad vive muy ocupada al servicio de cualquier ideología, vive llevado por la moda, por la costumbre, no tiene libertad...El que llega al final de sus días y puede decir que se ha desvivido por el Evangelio siente la paz y el alivio de haber llegado a las diferentes metas que ofrece la vida.

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