domingo, 29 de octubre de 2017

29 octubre: Dios sobre todo

Liturgia:
                      Jesús había callado a los saduceos con la respuesta a la cuestión del matrimonio sucesivo de una mujer con siete hermanos. Y ahora los fariseos pretenden comprobar la ortodoxia de Jesús y así poner a prueba sus ideas. (Mt.22,34-40). Con eso se presentan a Jesús y uno le pregunta: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? La respuesta de Jesús, y no podía ser otra, es: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Pero Jesús no se queda ahí, sino que sigue con un “segundo mandamiento, semejante al primero”: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Para concluir con un resumen final: Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas.
          Es evidente que Jesús estaba en la fe de Israel. Que no era un iluminado que pretendiera caminos extraños. Creía en el mismo Dios que creía Israel y que creían los fariseos. Y a ese Dios había que amarlo con todas las fuerzas del corazón y con todo el ser.
          Pero a su vez, Jesús reclamaba la fidelidad a Dios en el prójimo, al que había que amar como a uno mismo. Y eso se hace en detalles concretos, en servicios y atenciones concretas.
          La 1ª lectura tomada del Éxodo (22,21-27), un libro tan primitivo en la historia del pueblo israelita, ya contenía preceptos en el código de la Alianza. que manifestaban la atención que había que tener con el prójimo. Incluso con el forastero: no oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. Y continúa bajando a concretos muy de la vida diaria: No explotarás a viudas y huérfanos, porque si gritan a mí, yo los escucharé. Si prestas dinero a un pobre, no le cargarás intereses. Si tomas en prenda la túnica de tu prójimo, se la devolverás antes de ponerse el sol, porque es lo único que tiene para cubrirse. Y si no, ¿dónde se iba a acostar?
          Son casos que pueden tener una ampliación y concreción en nuestras aplicaciones personales y plantearnos qué podemos hacer con qué prójimos y en qué momentos. Porque es la manera de dar eficacia a nuestros buenos deseos.
          Y juntamente en la mejora de nuestra relación con Dios, hemos de plantear qué puede mejorar en nosotros y cómo haremos más verdadero el amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, o tal como lo formulamos nosotros en el primer mandamiento: el amor a Dios SOBRE TODAS LAS COSAS. Y hay que preguntarse si verdaderamente ponemos a Dios y las cosas de Dios en el primer lugar y sobre todo, sobre toda otra cosa o preferencia, apetencia o deseo.
          En la 2ª lectura -1Tes.1,5-10- se pone el acento de ese amor a Dios en el conocimiento de la Palabra de Dios y ponerla en práctica, en ese paso en el que abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios para servir al Dios vivo y verdadero. Y los ídolos no son meramente los fetiches o figuras que suplantan la imagen de Dios, sino todo aquello que de una manera o de otra ocupa la atención y el corazón por encima y por delante de Dios. Lo cual tiene muchas aplicaciones reales en la vida de cada persona. Ídolo puede ser el dinero, y el amor propio, y el sexo indiscriminado, y la vanagloria, y el mal genio, y el YO en sus diferentes y múltiples facetas. Y el móvil y el teléfono y el bingo y el ordenador… Cualquier cosa, cuando ocupa el corazón de la persona, está ocupando el lugar de Dios. Eso es un “ídolo”.

          Nos centramos, como siempre, en la EUCARISTÍA para que las palabras no se conviertan en sermones. Si cualquier actitud o práctica espiritual debe de ir a Dios, primero, pero debe mirar al prójimo (como mandamiento semejante, que dice Jesús), la Eucaristía lo mira de forma directa y esencial: no hay eucaristía sin amor, y no hay verdadero amor si no lleva las dos dimensiones: hacia Dios y hacia el prójimo. La participación en la Eucaristía, que tiene su culmen en la Comunión, está diciendo a las claras que hay que vivir en comunión con los demás. Y con la misma intensidad con que nos sentimos cogidos por la Comunión del Cuerpo de Cristo, tenemos que sentirnos cogidos por el amor real y sincero al prójimo. Un amor que no tiene que ser afectivo (porque el amor ni se compra ni se vende ni se improvisa), pero tiene que ser efectivo en obras reales de servicio, atención, ayuda, socorro…
          El Señor nos ilumine y nos mueva para ser fieles a su Palabra, con lo que definamos la sinceridad de nuestra fe.


          Presentemos nuestras peticiones al Señor.
-         Porque nuestro amor a Dios se purifique de nuestros egoísmos, Roguemos al Señor.

-         Porque seamos auténticos en nuestro amor efectivo al prójimo, Roguemos al Señor.

-         Secundando las orientaciones de los Obispos de Andalucía y de nuestro Señor Obispo, hacemos dos peticiones: Por la situación actual de España, para que haya unidad y armonía, Roguemos al Señor.

-         Porque venga la lluvia mansa y fecundante que alivie la situación de nuestros campos y embalses, Roguemos al Señor

Te pedimos, Señor, tu mirada misericordiosa sobre nosotros para que seamos fieles en el amor. Y acude a nuestras necesidades.
          Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.

          

1 comentario:

  1. ªAmar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo" Son los mandamientos principales de la lEY. Son semejantes y los dos invitan a amar.Para que este amor no se convierta en idolatría, hay que empezar por amar a Dios, Dios es celoso y no soporta la idolatría. Es muy fácil convertir en falso dios a quién no lo es, sea una persona concreta, un novio, una novia, una comunidad nacional, una clase social o la humanidad en general.Esto puede ser muy peligroso cuando el amor a un grupo concreto se desvía en forma de odio contra los demás, y aparecen los fanatismos y la violencia.El Dios del A.T. se quejaba de os usureros que se quedaban en prenda el manto del pobre. La Iglesia tiene que hablar con los políticos para que se conviertan a la justicia,los Ministros del Señor tienen que despertar sus conciencias, que no puedan dormir tranquilos mientras haya un país en guerra, una frontera cerrada, un hermano que pasa hambre o alguien que duerme en la calle. Que les hablen sin miedo. Que se conviertan antes de que sea demasíado tarde y que puedan experimentar el perdón de Dios.

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