jueves, 19 de octubre de 2017

19 octubre: Gracia y Ley

Liturgia:
                      Rom 3,21-30 es una apología de la Gracia que nos salva. Y la Gracia nos llega por Jesucristo. Quizás la frase que lo condensa todo es ésta: Todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús.
          Quiere decir que de la situación de pecado no se puede salir por propias fuerzas ni por cumplir la Ley. La justicia de Dios (la gracia) atestiguada por la Ley y los Profetas se ha manifestado independientemente de la Ley. Así quería Dios demostrar que no fue injusto dejando impunes a los pecadores, mostrándose tolerante con los pecados del pasado. Lo que Dios quería manifestar era que la justicia salvadora cancela la culpa del que apela a la fe en Jesús. Es Jesús quien salva por sus méritos alcanzados por su muerte y su resurrección. No ha lugar al orgullo, ni a apoyarse en las propias obras, porque el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley. Por eso no llevan ventaja los judíos sobre los gentiles, puesto que unos y otros se salvan por la misma fuerza: la de la fe en Jesucristo. Esa fe abarca igual a los judíos circuncisos que a los gentiles que no han sido circuncidados.
          Un ejemplo puede hacerlo gráfico: un accidentado en una carretera no tiene modo de superar aquella situación por sí mismo ni por muchos esfuerzos que haga. Tiene que venir alguien de fuera que lo recoja y los lleve a un Hospital. Lo primero reflejaría lo que puede dar de sí el cumplimiento de las Ley judía. Lo segundo manifiesta lo que hace Jesús con nosotros: él nos recoge y nos cura gratuitamente. Es la fuerza de la gracia…, o lo que es la fe en la salvación que nos trae Jesús.
          Hay una aplicación concreta que tenemos que entender muy fácilmente: el pecado que se ha cometido no puede perdonárselo el mismo pecador. (Eso de “confesarse con Dios directamente” es una falacia que no tiene valor alguno). Necesitará de ir al confesor, que es quien –en el nombre de Jesús y por los méritos de Jesús- puede perdonarlo. Por tanto el perdón viene desde fuera y no por muchas obras que hiciera el que pecó. Viene por pura gracia y no por los méritos propios que pudiera acumular…, pero que precisamente no acumula porque no está en amistad con Dios.
          No estaría de más que los penitentes que se acercan al Sacramento de la penitencia dejaran ya de rezar mientras el Confesor da la absolución. Es el Sacerdote quien en nombre de Cristo perdona gratuitamente. En ese momento no tiene ningún valor el propio rezo del penitente pues él no puede hacer nada a favor propio, y sólo le queda que acoger el perdón que le llega, al que asiente y se apropia por el AMÉN final. El “amén” es un acto de fe por el que se recibe gozosamente la gracia que da Dios a través del Sacramento.

          Quedaría rubricado por el evangelio de hoy (Lc 11,47-54) en el que Jesús echa en cara de los fariseos que ellos quieren justificarse construyendo mausoleos a los profetas…, esos profetas que sus antepasados mataron. Y los fariseos están de acuerdo con esos antepasados construyendo aquellos sepulcros. Pero se le pedirá cuenta a esta generación de la sangre de aquellos profetas. No vale el intento de “lavar la culpa” a base de hacer mausoleos. Lo que se pide a esta generación es mucho más alto: es la acogida de evangelizadores. Se les va pedir cuenta de la sangre derramada desde Abel hasta Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.
          Se va a pedir cuenta a los juristas que se han quedado con la llave del saber, cuando –por otra parte- ni han entrado ni han dejado entrar.
          Todo eso revela una generación encorsetada en formas externas con las que intenta satisfacer lo “religioso” (la relación con Dios). Sin embargo eso no agrada a Dios, no llega hasta el Corazón de Dios. Todo el cúmulo de formas externas y humanas que pueden tener como vitales aquella generación, no llega ya a Dios. La solución va por el camino que Jesús enseña, y por el camino que Jesús vive. Es la obra de Jesús la que vale. Es la gracia. Es el vivir apoyados en Jesús y en los singulares méritos de su vida, pasión y muerte. Eso es lo único que se sobrepone a todo lo demás. Por eso volvemos al argumento de la 1ª lectura.

          Acaba este evangelio con los fariseos pretendiendo acosar a Jesús con sus preguntas capciosas, para ver cómo cogerlo en sus mismas respuestas. Todo, menos dar su brazo a torcer. Y por tanto encerrados en sus propias ideas y pretendiendo salirse con la suya.

1 comentario:

  1. Hombres sin fe y sin estar sometidos a ninguna ley. Tenían ante sí al hijo de Dios y no lo reconocían; le hacían preguntas para comprometerlo, se debe pagar al César o no...Y, esta mujer que se ha casado siete veces, cuando vaya al cielo, ¿con cuál ha de cohabitar?Aquel era un mundo muy parecido al nuestro: abstracto, sin amor,sin fe y sin esperanza, un mundo sin confianza por estar demasíado ocupados en prescindir de Dios. Señor, aumenta nuestra FE.

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