martes, 10 de octubre de 2017

10 octubre: La parte buena

Liturgia:
                      Jonás tuvo que cumplir las órdenes del Señor como su profeta que era: 3,1-10: Anunciar a Nínive que dentro de 40 días iba a ser arrasada.
          Y los ninivitas, desde el rey hasta el último creyeron en Dios e hicieron penitencia, esperando que Dios no cumpliera su amenaza. En una hipérbole muy oriental, hasta los animales fueron incluidos en el ayuno al que se sometió la población. Y que todos invoquen al Señor –decía la orden real-, se conviertan de su mala vida y de las injusticias cometidas, y a esperar: Quién sabe si Dios se arrepentirá y nos dará respiro y se aplacará y no pereceremos.
          Era lo que Dios buscaba. Dios no pretendía castigarlos ni destruir la ciudad. La amenaza de Dios es pedagógica y va por delante para advertir y para que se conviertan, y así no ejecutar la amenaza. En efecto: Cuando vio Dios sus obras y cómo se convertían de su mala vida, se compadeció y no ejecutó la amenaza.
          Era precisamente una de las razones por las que Jonás había intentado la huida. Sospechaba que Dios era capaz de perdonar y entonces él quedaba mal con su anuncio. Ya lo iremos viendo en días sucesivos.

          Un episodio que sólo narra San Lucas (10,38-42) es el de las dos hermanas Marta y María que reciben a Jesús en su casa, y cada una tiene su modo de tratarlo, según el carácter de ellas. Marta aparece como mujer muy activa, quizás más nerviosa, queriendo tener todo muy ordenado, y con ciertas dotes de “señora de su casa”. María es mucho más apaciguada, más contemplativa, sin muchas preocupaciones por la casa, al menos en lo que no es necesario de inmediato.
          Llega Jesús de visita, aunque visita muy familiar y casi como quien entra por su casa. Marta se pone en movimiento para agasajarlo y plantea una comida de fiesta con muchos detalles. María se queda junto a Jesús, como discípula –a los pies- para escuchar al Maestro y olvidarse de todo mientras está él allí.
          Marta lo lleva a mal. Pero en vez de dirigirse a María y pedirle ayuda, intenta implicar a Jesús: Dile a mi hermana que me ayude.
Yo tengo mis experiencias de estos lances, cuando alguien pretende implicar a una tercera persona para ponerla a su favor y en contra de lo que está haciendo o expresando otra. Es el intento de ser apoyado alguien por el “huésped” o “invitado”, lo que hace a éste sentirse molesto porque está en visita y su papel no es el de hacer de juez entre dos partes, ambas amigas y queridas.
          Jesús no se puso de parte de Marta, como ella pretendía. Lo que hace es dar los “principios” con los que hay que regirse unos y otros. Lo que está haciendo Marta para festejarlo está bien, aunque exagerado: con una sola cosa bastaría; con un solo plato, sin multiplicarse para dar abasto con el servicio, como reclama Marta.
          En cuanto a María, que está escuchándolo y aprendiendo, hay que pensar que ha elegido una parte buena que no se le puede negar.
          El punto medio sería el más equilibrado: ni todo el trabajo afanoso de Marta, cuando puede reducirlo porque no se trata de lucirse ante el amigo. Ni quizás María acierta plenamente con su actitud meramente contemplativa sin participar en la preparación de algo, que podía corresponderle en aquellas circunstancias. Pero no va a ser Jesús quien haga de juez que dicta sentencia. Se limita a hacer ver a Marta que lo que está haciendo María también es una buena forma de hacerle la visita. Cada una festeja a su manera. Y el trabajo de Marta, con un poco de más sosiego, es también necesario y muy de agradecer.

          La lección que queda de este hecho es el valor de la vida de oración, que no es perder el tiempo ni ser pasivo en la vida, sino una parte buena a la que también hay que prestar atención. Y que no ocurra que el activismo se coma el tiempo que hay que dar a Dios. De ahí lo sospechoso de tantas personas que se justifican de no dedicar tiempo a la oración porque “no tienen ese tiempo”. La verdad más allá es que ordenando los tiempos y teniendo gusto de “estar a los pies de Jesús”, no es difícil sacar “los dos minutos” para retirarse a solas con él en esa oración contemplativa de escucha y cariño hacia el Señor. Es realmente UNA PARTE BUENA.

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