sábado, 14 de octubre de 2017

14 octubre: El reinado de Dios

Liturgia:
                      Hace Joel una descripción de las maldades del pueblo de Dios, con esa riqueza oriental para poner de relieve tanto mal. Para desembocar en la otra descripción de la bondad misericordiosa de Dios que ruge desde Sion, desde Jerusalén alza la voz. Y esa voz del Señor es acogedora y benéfica: El Señor protege a su pueblo, auxilia a los hijos de Israel; sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios, que habito en Sión, mi monte santo. Jerusalén será santa y no pasarán por ella extranjeros. Lo que va a suceder se expresa en imágenes bellas de fertilidad y abundancia;  los montes manarán vino, los collados se desharán en leche, las acequias de Judá irán llenas de agua, brotará un manantial del templo del Señor y engrosará el torrente de las Acacias. Toda una batería de comparaciones atrevidas que indican el triunfo del bien sobre el mal, de Dios frente a los enemigos de Israel.
Joel tiene una apariencia dura  en una primera lectura sin detenimiento, pero desemboca en la belleza de la acción de Dios que va siempre salvando y abriendo esperanzas. Esa es la profecía de este hombre, que merece la pena rumiarse y gustarse.

Comprenderán todos los lectores del blog que hoy me encuentro con una papeleta no fácil, después de que hace dos días hemos tenido este mismos evangelio (Lc 11,27-28) y que me gustaría aportar ideas nuevas que no sean meras repeticiones de lo dicho.
El evangelio anterior, el de ayer, ha sido el de Jesús echando un demonio y defendiendo que ha sido con el dedo de Dios, con el poder de Dios, no con el poder del demonio como algunos pretenden, para ridiculizar la acción de Jesucristo. Si yo echo los demonios con el poder de Dios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios. Y pobre del que se sitúa en la parte contraria porque sus finales son peores que los principios, porque el mal espíritu que fue expulsado, se busca siete espíritus peores que él, y se vuelve al sitio de donde fue echado. De hecho, San Pablo escribe que si después de haber sido instruidos en la doctrina de Jesús, alguien se aparta, ¿cómo se le podrá volver a atraer y qué argumentos necesitará cuando los argumentos ya se los conoce y a pesar de eso ha abandonado? Es el problema del que vuelve a su vómito después que Dios le ha liberado del error.
Pues bien: esto era un discurso para los oyentes que, pese a todo, siguen pidiendo una señal del cielo que avale la obra de Jesús. ¿Y qué más señal que la que acaba de hacer: echar un demonio? ¿No es acaso evidente que para echar al “fuerte” ha sido necesario uno más fuerte que él? ¿Es poca señal del cielo expulsar al demonio? Se manifiesta claramente el dedo de Dios, la llegada del reino de Dios.
Pues fue una mujer del pueblo la que entendió; una mujer sencilla sin prejuicios, una mujer que entendió claramente. Y así se emociona y proclama a voz en grito: ¡Bendita sea la madre que te crió! Era una alabanza muy castiza y muy normal en nuestra propia cultura, en la que se reconoce lo bueno de una persona alabando a la madre que lo trajo al mundo.
Podía Jesús acoger la alabanza sin más, y agradecer el piropo. Pero quiso Jesús avanzar más en la idea y aprovechar el momento para su gran lección: más que él mismo, más que su madre, es la escucha de la palabra de Dios y llevar adelante lo que Dios enseña. Esos tales que viven esa realidad, son los verdaderamente dichosos.

EXCURSUS.
Tras los grandes patriarcas que habían conducido al pueblo de Dios en el nombre de Dios, aquel pueblo se fijó en los pueblos limítrofes y quiso que le nombraran un rey como los otros pueblos tenían. Y eso disgustó a Dios porque era menospreciarlo a él que había conducido a su pueblo como una madre conduce a su hijo: el único rey que podían tener era Dios.
Desde entonces pasaron por muchas penurias porque los reyes fueron infames y cometieron injusticias. Y Dios les fue reconduciendo por medio de los profetas a la única realidad que podía salvarles: tener a Dios por Rey.

Jesucristo viene a ser la consumación de ese proceso y anuncia ya el reinado de Dios sobre su pueblo: EL REINO DE DIOS, en el que quien lo lleva adelante es Jesús, y las leyes de ese pueblo es su evangelio. Seguir a Jesús y aceptar su doctrina es el punto en que Dios reina y en el que Jesús ha sido el instaurador de ese Reino. Por eso Jesús es REY, que no tiene nada que ver con los reyes del mundo, sino el que conduce al nuevo pueblo de Dios a vivir bajo la voluntad y reinado de Dios: venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad.

1 comentario:

  1. La tradición nos tiene acostumbrados a las caras beatíficas de unos oyentes que escuchan a Jesús muy emocionados y felices escuchando a Jesús con una total complacencia, pero la verdad es que no todos comprendían a Jesús. Por primera vez habían tenido la oportunidad de observar toda la profundidad y toda la altura del alma de Jesús. La mayoría de sus oyentes era gente sencilla, pescadores, agricultores, semianalfabetos que acudían a El para que les solucionara con urgencia los problemas de sequía, de las enfermedades; casi nunca acudían por problemas espirituales...los mismos Apóstoles lo escuchaban desconcertados; Jesús era diferente; pero muy pocos seguidores lo entendían, muy pocos se interesaban en serio por aquellas nuevas tablas de valores. A más de veinte siglos,¿qué hemos aprendido nosotros? Jesús, el Hombre feliz de las Bieaventuranzas,nos sitúa en el camino de la FELICIDAD: La tiene que buscar fuera de sí mismo; lejos de tener, ser, dominar, triunfar...y no en el gozar, sino en el amar y ser amado.María, es Bienaventurada, porque fue la Esclava del Señor, era pobre, tuvo que huir a Egipto con el niño recién nacido; sabía que a su Hijo lo tenían por loco y lo vió morir crucificado.Señor, danos un gran corazón, misericordioso y compasivo.

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