jueves, 26 de octubre de 2017

26 octubre: Paz y división

Liturgia:
                      Continúa Pablo con el argumento de ayer, más explicitado (Rom 6,19-23). Les dice a los fieles de Roma que antes estaban metidos en la impureza y maldad, de la que ahora se avergüenzan. Erais esclavos del pecado y no pertenecíais a Dios libertador, y los frutos de sus obras eran un fracaso.
          Ahora, en cambio, superado el pecado os habéis hecho esclavos de Dios y producís frutos que llevan a la santidad y acaban en vida eterna. Porque el pecado paga con muerte, y Dios regala vida eterna, por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.

          El evangelio es de los que suenan mal a primera vista aunque  es más claro que el agua en cuando se mira la realidad de la vida. Pero vayamos por partes.
          Lo primero que ha afirmado Jesús (Lc 12,49-53) es que Yo he venido a prender fuego en el mundo. La obra de Jesús ha sido un revulsivo profundo en la historia de la humanidad…, un fuego que está llamado a emprender más y más, y a la vez a purificar las escorias. Lo que Jesús siente son unas enormes ansias de que el mundo arda…, que entre en ese fuego purificador y contagioso que abrase a todos los que encuentre a su paso. Es el celo apostólico de Jesús, que ha venido precisamente a conquistar un mundo para el Padre. Pero ese mundo tiene que purificarse y tiene que emprenderse de unos en otros hasta hacer arder el mundo entero.
          No es un paseo triunfal. No trae un fuego que prende y él se retira para ver arder. En realidad él está en medio de ese fuego…, pasar por un bautismo –que es su misma pasión y muerte- y desde ahí la angustia hasta que se cumpla… Doble angustia: la de tener que pasar por ese “bautismo” de su sangre…; y que esa sangre suya sea la que se aplique a ese mundo. Y eso no se hace fácilmente. Eso origina una lucha.
          Por eso pregunta: ¿Pensáis que he venido a traer paz al mundo? ¡Ni mucho menos! Malo sería que este fuego que traigo se apagara, o no se expandiera. Pero contagiarse esta llama cuesta, no se hace sin lucha. Por eso “he venido a traer división”. Las personas no se van a quedar indiferentes ante mi obra. Necesariamente tomarán partido. Y unos lo tomarán a favor y otros se pondrán en contra. Y eso originará esa división. Y esa división se dará en la misma familia, de modo que en adelante en una familia de cinco, estarán dos contra tres y tres contra dos…, divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre, la nuera contra la suegra y la suegra contra la nuera. Y seguro que esto no gusta oírlo en boca de Jesús. Pero ¿por qué no miramos alrededor la realidad de las familias, y puede que de nuestra misma familia? ¿No hay una división de pensamientos y criterios? ¿No hay una lucha, aunque sea lucha sorda, donde es muy difícil tener un mismo modo de pensar y de enfocar? ¿Y no es precisamente el tema religioso el que más divide? ¿No son necesarios muchos silencios para evitar discusiones y tensiones?
          Ya en los tiempos en que Jesús anduvo por nuestro mundo lo pudo constatar fehacientemente. Sus frecuentes discusiones con los fariseos y con los sacerdotes…, las veces que ellos estuvieron decididos a darle muerte…, y el hecho real de la Pasión de Jesús, fueron prueba evidente de que Jesús levantaba grandes adhesiones y fuertes rechazos.
          La historia de los Hechos de los Apóstoles nos sigue narrando esa situación: la muerte de Esteban, las persecuciones y aun martirio de apóstoles…, las damas importantes que levantaron tanto rechazo sobre los seguidores de Jesús (que también eran muchos y fuertes en su fe), son nuevas realidades de que Jesús llevaba en sí ese cuchillo de división que profetizó Simeón.
          ¿Habría que buscar muy lejos estas tensiones y persecuciones y divisiones en el momento actual? Creo que somos inmediatos testigos de la realidad del mundo de hoy, de la familia de hoy. En efecto dos están contra tres y tres contra dos. Jesús no había dicho nada raro ni nos puede resultar molesto oírlo de sus labios. Ha venido a traer fuego a la tierra y han surgido tomas de postura ante su palabra y su evangelio. Ha surgido la división.

          O lo que es igual: la paz de Cristo no es la paz del mundo, el pasotismo, la inoperancia. La paz que Cristo trae a él le costó la vida. Y por ahí está el camino que a nosotros personalmente nos ha de conducir a nuestra paz: a través de la lucha diaria.

1 comentario:

  1. Jesús levantaba fuertes adhesiones y grandes rechazos, como ahora. Cuando la FE es sólida, que no es un mero cumplimiento,y se vive apasionadamente el amor a Dios y a los hermanos, sientes que te arde el corazón; y, esto es lo que nos pide el Señor: amar y no dejarnos vencer por el egoísmo. Cuando se ama de verdad y aparece la incomprensión y el abandono se puede sentir una angustia y una soledad que sólo es soportable si la sufres por Dios y la ofreces.El Señor siempre estará a nuestro lado.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!