jueves, 5 de octubre de 2017

5 octubre: Día de acción de gracias

Mañana es PRIMER VIERNES,
día mundial de oración por las intenciones del Papa.
Málaga: Inauguración del Curso:
17’30 h., en el Salón de Actos de los jesuitas.
A las 7, HORA SANTA en la Iglesia.

Liturgia:  TÉMPORAS
           Celebramos hoy en la Iglesia lo que en algunos países suelen celebrar como “el día de acción de gracias”. El sentido de la “Témporas” es del momento en que las cosechas están recogidas y hay una parada para agradecer y para pedir. Porque esos son los dos momentos que recoge la liturgia de este día: una 1ª lectura del Deuteronomio (8, 7-18) que hace una amplia lista de beneficios recibidos del Señor por aquel pueblo israelita. Y la consecuencia lógica de ese amplio don, que debe ser el agradecimiento y la correspondencia de las personas y de los pueblos. Debemos ser conscientes de que lo hemos recibido gratuitamente; que no han sido nuestras fuerzas las que han creado tanto bien, y que nosotros nunca hubiéramos llegado a juntar tantas ventajas como Dios nos dio. Habrá quien piense que es la técnica y el trabajo humano y la ciencia humana lo que ha hecho posible esas cosechas y ese rendimiento de la tierra. El texto nos aclara entonces: “Acuérdate del Señor tu Dios: que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres: como lo hace hoy. Porque Dios no sólo benefició a un pueblo en unas determinadas circunstancias, sino que su obra benefactora la sigue haciendo hoy, y nosotros somos beneficiarios de tantas dádivas del Señor, a las que podremos añadir los dones particulares que cada cual hemos recibido.
          Pero a todo eso hay que ofrecer una acción de gracias, que no se quede en palabras sino que se exprese en las obras: obras son amores, y recíproca respuesta a la magnitud de los beneficios recibidos, aunque ya se sabe que nosotros lo haremos en la pequeña medida de la que somos capaces por nuestra pequeñez e indigencia.
          La otra parte de la finalidad de las “Témporas” es sentirnos necesitados y saber que estamos siempre colgados de la mano de Dios. Por eso se nos invita a pedir: Mt 7, 7-11: Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Dios se compromete a escuchar a sus hijos y escucharlos con el corazón en la mano, porque como buen padre no va a dar una piedra al hijo que le pide pan. Pues si eso no lo haríamos nosotros, ¡cuánto menos lo hará Dios! Dios dará COSAS BUENAS. De parte de Dios siempre viene el bien. Dios nunca dará algo malo. El mal no sale de la mano de Dios. Dios dará cosas buenas, aunque no siempre sea lo mismo que le pedimos, pues muchas veces no sabemos lo que pedimos ni lo que se derivaría de ello. Dios da algo bueno y positivo.

          Entre las dos lecturas que enmarcan el sentido de este día, sitúa la liturgia el gran beneficio que hemos recibido de Dios (2Cor 5,17-21): la redención: Dios, que por medio de Cristo, nos reconcilió consigo y nos encargó el servicio de reconciliar. Dios que nos perdona y nos da capacidad de perdonar. El beneficio supremo de la salvación, por el que Cristo reconcilia el mundo consigo sin pedirle cuentas de nuestros pecados, y a nosotros nos ha encargado el mensaje de la reconciliación. Repite la misma idea, poniéndola Pablo en primera persona, porque Dios ha dado a hombres la misión de realizar la obra de Dios. Como Jesús se fue al Cielo, ha dejado ministros que continúen la obra salvadora: nosotros actuamos como enviados de Cristo y es como si Dios mismo os exhortara por medio nuestro. Y San Pablo les dice a los corintios: en nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. No puedo menos que expresar la belleza que tiene otra traducción más clásica, en la que exhorta a dejarse reconciliar con Dios. Contando con la pobreza humana, no se deja a la iniciativa de la persona el reconciliarse. Es más real el “dejarse reconciliar”, el quedarse en los brazos de Dios y el dejar que sea Dios quien va poniendo las mimbres para ese momento de la reconciliación… “Dejarse reconciliar”, como el niño que se deja en la confianza del amor de sus padres, que le perdonan sus travesuras, y le emplazan a una nueva etapa en la que puede portarse mejor. Así nosotros recibimos la salvación de Dios, como concluye la 2ª lectura.

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