miércoles, 1 de marzo de 2017

ZENIT 1: Dos textos del Papa

El Papa inicia los ritos de la Cuaresma – texto completo de la homilía en la basílica de Santa Sabina
(ZENIT- Roma, 1º marzo 2017).- El papa Francisco inició por la tarde de este miércoles de ceniza en la basílica de San Anselmo, los ritos de la cuaresma, vistiendo paramentos color violeta y con una ceremonia que comenzó con el canto en gregoriano.
En la basílica situada en la casa generalicia de los benedictinos, en el monte Aventino de Roma, estaban junto al Papa, cardenales, obispos, monjes benedictinos y padres dominicos con su hábito color blanco y negro. Todos se dirigieron en procesión penitencial hacia la iglesia de Santa Sabina a unos trescientos metros de allí, mientras se cantaban las letanías de todos los santos.
Ya en la basílica de Santa Sabina el Coro Pontificio de la Capilla Sixtina entonó el ‘Atende Domine et Miserere’, seguido por la santa misa. Después de la homilía el Santo Padre bendijo las cenizas, que a continuación impartió a los cardenales y a algunos monjes y fieles.
Texto de la homilia:
«Volved a mí de todo corazón… volved a mí» (Jl 2,12), es el clamor con el que el profeta Joel se dirige al pueblo en nombre del Señor; nadie podía sentirse excluido: llamad a los ancianos, reunid a los pequeños y a los niños de pecho y al recién casado (cf. v. 6).
Todo el Pueblo fiel es convocado para ponerse en marcha y adorar a su Dios que es «compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad» (v.13). También nosotros queremos hacernos eco de este llamado; queremos volver al corazón misericordioso del Padre.
En este tiempo de gracia que hoy comenzamos, fijamos una vez más nuestra mirada en su misericordia. La cuaresma es un camino: nos conduce a la victoria de la misericordia sobre todo aquello que busca aplastarnos o rebajarnos a cualquier cosa que no sea digna de un hijo de Dios.
La cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida. El gesto de las cenizas, con el que nos ponemos en marcha, nos recuerda nuestra condición original: hemos sido tomados de la tierra, somos de barro.
Sí, pero barro en las manos amorosas de Dios que sopló su espíritu de vida sobre cada uno de nosotros y lo quiere seguir haciendo; quiere seguir dándonos ese aliento de vida que nos salva de otro tipo de aliento: la asfixia sofocante provocada por nuestros egoísmos; asfixia sofocante generada por mezquinas ambiciones y silenciosas indiferencias, asfixia que ahoga el espíritu, reduce el horizonte y anestesia el palpitar del corazón.
El aliento de la vida de Dios nos salva de esta asfixia que apaga nuestra fe, enfría nuestra caridad y cancela nuestra esperanza. Vivir la cuaresma es anhelar ese aliento de vida que nuestro Padre no deja de ofrecernos en el fango de nuestra historia.
El aliento de la vida de Dios nos libera de esa asfixia de la que muchas veces no somos conscientes y que, incluso, nos hemos acostumbrado a «normalizar», aunque sus signos se hacen sentir; y nos parece «normal» porque nos hemos acostumbrado a respirar un aire cargado de falta de esperanza, aire de tristeza y de resignación, aire sofocante de pánico y aversión.
Cuaresma es el tiempo para decir «no». No, a la asfixia del espíritu por la polución que provoca la indiferencia, la negligencia de pensar que la vida del otro no me pertenece por lo que intento banalizar la vida especialmente la de aquellos que cargan en su carne el peso de tanta superficialidad.
La cuaresma quiere decir «no» a la polución intoxicante de las palabras vacías y sin sentido, de la crítica burda y rápida, de los análisis simplistas que no logran abrazar la complejidad de los problemas humanos, especialmente los problemas de quienes más sufren. La cuaresma es el tiempo de decir «no»; no, a la asfixia de una oración que nos tranquilice la conciencia, de una limosna que nos deje satisfechos, de un ayuno que nos haga sentir que hemos cumplido.
Cuaresma es el tiempo de decir no a la asfixia que nace de intimismos excluyentes que quieren llegar a Dios saltándose las llagas de Cristo presentes en las llagas de sus hermanos: esas espiritualidades que reducen la fe a culturas de gueto y exclusión.
Cuaresma es tiempo de memoria, es el tiempo de pensar y preguntarnos: ¿Qué sería de nosotros si Dios nos hubiese cerrado las puertas? ¿Qué sería de nosotros sin su misericordia que no se ha cansado de perdonarnos y nos dio siempre una oportunidad para volver a empezar?
Cuaresma es el tiempo de preguntarnos: ¿Dónde estaríamos sin la ayuda de tantos rostros silenciosos que de mil maneras nos tendieron la mano y con acciones muy concretas nos devolvieron la esperanza y nos ayudaron a volver a empezar?
Cuaresma es el tiempo para volver a respirar, es el tiempo para abrir el corazón al aliento del único capaz de transformar nuestro barro en humanidad.
No es el tiempo de rasgar las vestiduras ante el mal que nos rodea sino de abrir espacio en nuestra vida para todo el bien que podemos generar, despojándonos de aquello que nos aísla, encierra y paraliza.
Cuaresma es el tiempo de la compasión para decir con el salmista: «Devuélvenos Señor la alegría de la salvación, afiánzanos con espíritu generoso para que con nuestra vida proclamemos tu alabanza»; y nuestro barro –por la fuerza de tu aliento de vida– se convierta en «barro enamorado».


Miércoles de ceniza: el Papa en la audiencia invita a vivir un camino de conversión y esperanza
(ZENIT- Ciudad del Vaticano, 1 marzo 2017).- El papa Francisco invitó en este Miércoles de Ceniza y comienzo de la cuaresma, a vivir este período como un camino que sea signo sacramental de nuestra conversión.
Lo dijo en la catequesis de la audiencia que realizó en la plaza de San Pedro, en un día soleado del final del invierno europeo. El Santo Padre al ingresar en el jeep abierto, pasó por los corredores donde le aguardaban miles de peregrinos, quienes le han recibido saludando, agitando pañuelos o banderas. El Pontífice hizo detener varias veces el vehículo para bendecir a niños y a enfermos.
“Hoy, miércoles de ceniza, los invito a reflexionar sobre la cuaresma como tiempo de esperanza” dijo Francisco en sus palabras en español y recordó: “Al igual que el Pueblo de Israel que sufrió la esclavitud en Egipto, cada uno de nosotros está llamado a hacer experiencia de liberación y a caminar por el desierto de la vida para llegar a la tierra prometida”.
“Jesús nos abre –prosiguió el Pontífice– el camino al cielo a través de su pasión, muerte y resurrección. Él ha debido humillarse y hacerse obediente hasta la muerte, vertiendo su sangre para librarnos de la esclavitud del pecado”.
“Es el beneficio que recibimos de él, que debe corresponderse con nuestra acogida libre y sincera. Estamos llamados a seguir el ejemplo de Nuestro Señor. Él venció al tentador y ahora nosotros debemos también afrontar la tentación y superarla. Él nos dio el agua viva de su Espíritu y nosotros debemos ir a buscarla a la fuente de los sacramentos y la oración”, dijo.
El Papa aseguró que Jesús “es la luz que vence las tinieblas y nos pide a nosotros alimentar la llama que se nos confió el día de nuestro bautismo. De este modo, nuestro camino cuaresmal será signo sacramental de nuestra conversión”.
Al concluir su resumen de la catequesis en español, el Santo Padre saludó cordialmente a los peregrinos de lengua española, “en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los exhorto a caminar en esperanza y con empeño en este camino de amor, que Dios nos propone”.
“Que nuestro esfuerzo –concluyó– forje una esperanza sólida, como la de María, que continuó a creer y a esperar incluso cuando se encontraba junto a la cruz de su Hijo”.
En la catequesis invitó también a entrar “con corazón abierto” en la cuaresma. Y “sintiéndonos parte del pueblo santo de Dios, iniciamos con alegría hoy este camino de esperanza”.

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