jueves, 9 de marzo de 2017

9 marzo: La oración

Liturgia
          Va avanzando la Cuaresma y nos va dejando aspectos que deben marcar la vida del cristiano. Ayer se detuvo en el tema de la penitencia-sacrificio, bajo la forma del ayuno o la privación. Y puede también verse un matiz importante que es la fuerza de la predicación y –consiguientemente- el valor de la escucha de la Palabra de Dios (a la que hubo el lunes una referencia directa). Se va abriendo el abanico de la Cuaresma para que no se quede encorsetada en la “mortificación” sino que abarque la vida entera de la persona de fe.
          Hoy nos ha puesto una emocionada oración de la reina Ester en el libro que lleva su nombre (14, 1. 3-5.12-14), y que se refiere al momento en que el pérfido Mardoqueo pretende exterminar a la raza judía. Ester temiendo el peligro inminente, acude a Dios y suplica. Es una oración llena de confianza e intrepidez. Ha de hablar al león (al rey, al que solo se podía acudir si él tendía el cetro), aunque sea a costa de su propia vida. Pero no se trata de defenderse ella sola sino de salir en defensa del pueblo de Dios, ese pueblo que ella aprendió de su padre que era escogido entre todas las naciones y aun de los pueblos más numerosos.
          Oración, pues, llena de fuerza y emoción espiritual. Oración salida de un corazón que sufre y que sólo puede esperar de Dios. Una oración con toda la fuerza interior de quien se siente pobre y sabe que necesita la ayuda venida de fuera, y en concreto de Dios, Señor, único rey nuestro.

          El evangelio engarza directamente con el tema de la oración, ahora expuesto por Jesús que exhorta a una manera insistente de orar. Mt. 7, 7-12 es la enseñanza de Jesús a sus discípulos: Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá, porque quien pide, recibe, el que busca, halla, y a quien llama, se le abre.
          Más claro no puede decirse, ni –por parte de Jesús- cabe mayor compromiso.
          Pero es que Jesús ahonda más y más en el tema, poniendo la comparación de un hijo que pide pan a su padre. ¿Le va dar su padre una piedra? Le pide pescado, ¿le va a dar una serpiente? Es evidente que un padre no va a ser así. Dará siempre lo mejor que tenga en su mano.
          Y añade Jesús: Si vosotros –que sois malos- sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del Cielo dará cosas buenas a quienes le piden! [Vosotros, “que sois malos”, o que cada día os encontráis cogidos con las manos en la masa…, y sin embargo dais cosas buenas a vuestros hijos]. ¿Cómo no será el Corazón de Dios ante las peticiones que le hacemos nosotros, como hijos necesitados que acudimos confiados a él?
          La ORACIÓN del cristiano no es sólo oración que pide obtener algún beneficio, y la oración de cuaresma no es sólo una ventanilla de solicitudes de determinadas necesidades. La oración a la que nos lleva este momento es a una oración transformadora. Una oración que debe ir adhiriendo a la persona a la voluntad de Dios y, por tanto, a ese cambio al que se nos invitaba ayer con la penitencia. Oración que suplica el Reino de Dios para que venga y nos incorpore a una vida acorde con Dios mismo.
          Una oración con matices muy variados, como son el de la alabanza a Dios y el congratularse de su Gloria; oración de acción de gracias por beneficios recibidos de Dios. Oración de exaltación que se goza en la misericordia, y oración de perdón por la que se echa en brazos de Dios como un niño, o abre el alma para extender el perdón a los demás. Oración contemplativa que abre el alma a “copiar” del modelo que es Cristo u oración que busca profundizar en los misterios de Dios. Una oración que va cogiendo al hombre entero para irlo haciendo más cercano a los estilos evangélicos y por tanto a que se vaya haciendo verdad aquello de Pablo: Ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí. Y recorriendo los Salmos encuentra uno muchos diversos matices, con una riqueza de sentimientos que nos dejaron los salmistas que expresaron en ese estilo sus más profundos latidos del alma.

          Lo importante que tiene que quedar hoy es la conciencia clara de impotencia de la persona para hacer el recorrido cuaresmal en su verdadero calado, y que por eso necesitamos poner mucho más en valor la necesidad de orar, de pedir, para recibir por vía de gracia lo que no sabemos y no podemos alcanzar por nuestras fuerzas La Cuaresma es mucho más de lo que la vivimos, y por eso necesitamos suplicar a Dios para que él nos tienda la mano.

2 comentarios:

  1. Sí, la Cuaresma abarca la vida entera de la persona de fe.A nuestro Papá Dios que es grande y Todopoderoso, está deseando favorecernos con dones grandes, somos nosotros los que tenemos el corazón demasíado pequeño y cerrado para recibirlos. Cuando nos examinamos, si somos humildes observamos que nos faltan muchas cosas tanto espirituales como materiales. Estas carencias tratamos de ocultarlas a los demás; pero a Dios no se las podemos ocultar y, con mucha vergüenza, con total libertad le pedimos perdón y ayuda para seguir adelante, humillados, sintiendo que somos dependientes de Dios.

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  2. Ana Ciudad4:08 p. m.

    Hemos de orar siempre, pero hay momentos en que esa oracion se ha de intensificar.Si la abandonamos sería como dejar nuestra relación con Dios.El drama de un cristiano comienza cuando no ve a Cristo en su vida.
    A veces en nuestra vida puede haber momentos de lucha más intensa, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios y es precisamente ahí cuando nuestra oracion debe ser más perseverante sin poner límites ni condiciones; simplemente identificarnos con el querer de Dios.

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