miércoles, 29 de marzo de 2017

29 marzo: La ternura de Dios

Liturgia
          Hoy nos presenta la liturgia la bendición que es Dios para su pueblo. Lo hace con múltiples imágenes y expresiones con las que nos deja un sentimiento gozoso en este paso cuaresmal, que –junto a esa parte penitencial que nos corresponde a nosotros- lleva en sí otra realidad consoladora, que es la misericordia del Señor.
          Is 49,8-15 nos trae la Palabra del Señor: en el tiempo de gracia te he respondido, en el día de salvación te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo. Cuaresma como “tiempo de gracia y día de salvación”. Que es un momento para restaurar el país, para decir a los cautivos: “Salid”, a los que están en las tinieblas: “Venid a la luz”. ¡Qué bien suenan esas expresiones como una definición de este ciclo litúrgico, aplicado a la realidad de lo que debe ser de forma concreta para cada uno de nosotros! No se ha cerrado la Cuaresma en el tema de lo que a nosotros nos toca hacer. Ha abierto su sentido a la maravillosa obra de Dios en nosotros, en la que él toma la iniciativa para bendecir y para ofrecer: Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas, no pasarán hambre, ni frío, ni sed, no les hará daño el bochorno del sol. Porque los conduce el Compasivo y los guía a manantiales de agua.
          De ahí se traslada el profeta a una visión como quien está viendo llegar a los que llegan de lejos, y le produce una emoción profunda: Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo.
          Para acabar con una de las expresiones más tiernas de la Sagrada Escritura. Frente a la queja de algunos de que los ha abandonado el Señor, Dios pone en su Palabra la dulzura de su corazón: ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.
          ¡Cuanta falta haría que esta Palabra resonara en el corazón de aquellos que se quejan al Señor, pensando que les olvida o que no los atiende! Puede ocurrir (ya es una aberración) que una madre se olvide de su hijo… Puede ocurrir (ya es un anti-natura) que una madre mate a su hijo… Pues bien: lo que nunca ocurrirá es que Dios se olvide de sus hijos.

          Hoy caemos en el evangelio de San Juan (5,17-30). Comienza con una afirmación que tiene mucha aplicación a lo que acabamos de expresar. Dios no ha creado el mundo y se ha ausentado de él. Si fuera así, el mundo desaparecería. Dios sigue trabajando este mundo con esa conservación con que él la sostiene en la palma de su mano, y cuida de sus hijos y actúa en forma maravillosa y misteriosa. Jesús también trabaja. Su obra es permanente desde la eficacia de su Palabra, sus gestos, sus sentimientos. Jesús sigue activo como el Padre.
          Es realmente esa MADRE que no se puede olvidar del hijo sino que lo cuida junto a su pecho, lo alimenta, le ayuda a desarrollarse, y JAMÁS lo va a abandonar: Seguirá trabajando siempre con la ternura propia de Dios, que Jesús secundará a través de su vida y obra.
          Llevaron muy a mal los judíos que llamara a Dios “su Padre” y tenían ganas de matarlo porque no sólo violaba el sábado sino porque llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
          Sin embargo Jesús hace una clara distinción (estamos en el evangelio de San Juan) entre lo que son su poderes en la tierra, y afirma que yo no puedo hacer nada por mí mismo. Es igual al Padre en su divinidad; mira al Padre y le consulta y actúa en su humanidad. Y hace una afirmación que también conforta (y a la vez da un mentís a quienes tienen tanto miedo al juicio de Dios. Y es que el Padre no juzga a nadie, y le da el poder de juzgar al Hijo. El Hijo es hombre, sabe  lo que hay en el hombre, conoce las debilidades del hombre y se compadece de ellas, como aparece tantas veces a través de los relatos evangélicos. De lo que demos o no demos, de lo que esta Cuaresma salga o no salga, será Jesús quien juzgue.


Me voy a permitir dejar el resto a la meditación personal de cada lector. San Juan es “menos explicable” porque su evangelio es de una sublimidad excepcional, y más vale que cada cual lea, medite, rumie, saque sus consecuencias.

1 comentario:

  1. El pasado año estuvimpos leyendo y meditando el evangelio de San Juan; nos encantó, José Andrés nos decía,que, este evangelio debía meditarse de rodillas.
    Cuando trabajamos y no nos condiciona la salud, desde nuestra libertad, podemos elegir hacer el bien y, guiados por Jesús, podemos hacer mucho bien a los demás. El seguimiento no es seguirlo y dejar pasar el tiempo. Cuando se ha encontrado a Jesús, hay que decidirse; no se puede perder el tiempo, Él nos apremia para que obremos como el Padre en bien de la humanidad. Cada acto de amor al prójimo es un servicio a la vida. Yo he dedicado la mia a los enfermos y he procurado tener la misericordia que, como una criatura, podía ofrecer.

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