viernes, 10 de marzo de 2017

10 marzo: Peca el que peca

Liturgia
          Hoy la primera lectura centra el tema sobre la verdad misma de la culpa: el que peca es el que peca. (Ezequiel 18, 21-28). No es mera víctima ni otro puede cargar con la culpa del vecino. El que obra mal es el responsable de su acto. Ni el hijo ni el padre sino el que ha obrado mal y mientras permanece en el mal. Porque el que se arrepiente del pecado cometido, es perdonado y no caerá bajo el castigo de su pecado anterior.
          Por el contrario –que es la misma razón- el que era bueno y se malea y comete pecado, pierde su estado de bondad anterior y es responsable de su mala acción.
          La verdad es que cuesta más trabajo exponerlo que verlo; al exponerlo parece un trabalenguas, y sin embargo la lógica se impone en la frase primera: el que peca es el que peca, y no otro.
          Lo demás es ya pura lógica: uno que peca puede arrepentirse y que aparezca su bondad por encima del fallo que cometió, Y viceversa: uno que era bueno y actúa luego mal, lo que queda por encima es la maldad con la que ha procedido finalmente.
          Hay quien culpa a Dios y piensa que Dios no es justo por esas cosas. Pero Dios ve lo que ve y Dios ve lo que hace la persona, y ve lo que queda emergiendo en el HOY. No en lo que fue ayer, porque “ayer” ya pasó y cada uno es lo que es y vive en el momento actual.
          De donde se sigue la importancia de un corazón limpio del que ayer y hoy brotan las mismas buenas obras. O un corazón que se purifica del mal de ayer y entra hoy en una bonomía. A eso se le llama “conversión” y es el movimiento por el que se abandona el mal y se acoge lo bueno y se trabaja en esa línea de bondad para seguir los pasos del Dios verdadero y su voluntad de bien sobre todos.

            En el evangelio de Mateo (5, 20-26) volvemos hoy al Sermón del Monte, en el momento que Jesús previene a sus discípulos del peligro de vivir solamente con las normas de los fariseos, porque con ellas no se vive de acuerdo con el Reino de Dios o reino de los cielos. Precisamente porque no toman conciencia del propio pecado y organizan la vida de cara a la galería.
            El tema de la relación con el prójimo tiene que tener mucha más exigencia que el del enunciado de los mandamientos del Decálogo. En el Decálogo se dice: no matarás y el que mate será procesado. Pero la realidad de “matar” va mucho más allá que lo que da de sí el hecho de producir una muerte física. Hay otras muertes que ya se han hecho con el corazón, y entran igualmente en la maldad que se atiende en ese precepto. Estar peleado con el hermano, u ofenderlo, ya encierra un veneno en el alma que realmente mata y merece la condena. El que peca, peca. Y no es más o menos el pecado: es algo que produce dolor y anulación del ofendido.
            Por eso hay que sacarle las consecuencias para purificar esos sentimientos del corazón, y hay que ir a detalles que limpien internamente. De ahí que si cuando vas a presentar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Es una descripción fenomenal, donde se ha expresado toda una secuencia, paso por paso, para indicar la actitud con que se ha de afrontar la relación con el otro, ese “otro” con quien existe alguna tensión. Y ni siquiera porque yo tengo esa tensión, sino porque barrunto que él la  tiene de mí; tiene alguna queja.
            Ha puesto Jesús el caso importante del que va a ofrendar su don al Altar, a la realidad sagrada donde el hombre se relaciona con Dios. Pues con el Altar como testigo ha de dejar la ofrenda ante él, volverse al hermano, reconciliarse con él, y LUEGO volver a presentar la ofrenda.

            Esa es la nueva mayor JUSTICIA (bondad de corazón) que Jesús pide a los suyos, muy superior a la de los fariseos, más pendientes de la apariencia y de la materialidad de la cosa. Porque la bondad o la maldad –cerremos el círculo con el argumento principal de este día-, el que peca, peca y el que se arrepiente, se arrepiente. Y queda en el alma el fruto del pecado en unos, y el del arrepentimiento en los otros. Y ese es el proceder justo del Señor, que ve en el fondo del alma de cada uno.

2 comentarios:

  1. Perdonar siempre, es lo que le agrada al Señor. La ira es uno de los pecados capitales contra el que tenemos que luchar; si la dejamos que se instale en nuestro corazón, es muy dañina. Una persona explota en un momento dado y pocas veces va más allá; pero cuando tenemos algo contra alguien, nos volvemos jueces y nos consideramos ejemplares; incluso nos podemos atrever a hacer de modelos. Olvidamos que nadie está limpio como para "tirar la primera piedra", ni siquiera sabemos, ni nos molestamos en averiguarlo, el motivo que al otro le ha hecho actuar de aquella manera. Somos injustos, no podemos desilusionar a Jesús que nos pide bondad de corazón..."El que peca ,peca y el que se arrepiente, se arrepiente" y, el Señor, que ve en el fondo del corazón, se pone contento y le ayuda para que no peque más.

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  2. Ana Ciudad5:20 p. m.

    Conversión y penitencia nos pide el Señor en todo tiempo pero especialmente en este tiempo de Cuaresma. ¿ Motivos para la penitencia?:Desagravio,reparación,petición,hacimiento de gracias,medio para ir adelante...por ti, por mí, por los demás, por tu familia,, por tu país, por el mundo entero, por la Iglesia....y mil motivos más.

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