lunes, 6 de marzo de 2017

6 marzo: Obras de misericordia

Liturgia
          Se me antoja que hoy la liturgia viene a hacerse como un desarrollo del episodio del joven rico que se presentó ante Jesús para ver qué tenía que hacer para tener vida eterna…, peo que algo le faltaba…
Porque la 1ª lectura (Lev 19, 1-2. 11-18) nos deja ante el Decálogo, como el techo al que podía aspirar un hebreo…, el punto de máximos que se le pedía para vivir su fidelidad a Dios: lo que toca al culto a Dios: Seréis santos como yo –el Señor vuestro Dios- soy santo, que queda después concretado en las relacione humanas y la que llamaríamos la vida social del pueblo de Dios con su sentido hondamente comunitario. De ahí que de los mandamientos de la primera tabla se pasa inmediatamente a las relaciones de la segunda, en la que están los diversos modos de respeto mutuo: No engañaréis a vuestro prójimo, no oprimirás ni explotarás a tu prójimo, no serás injusto en la sentencia, no andarás calumniando a los tuyos, no odiarás a tu hermano, reprenderás a tu pariente, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y todo eso queda rubricado por la firma  misma de Dios, estampada al final: YO SOY EL SEÑOR.

Pero cuando llega el evangelio de hoy (Mt 25, 31-46) Jesús presenta el meollo social del Reino…, aquello que le faltaba al joven rico, buen cumplidor de los mandamientos, y que es lo que hace relación a los demás…, el ve y vende lo que tienes y dalo a los pobres. Jesús no hizo aquí referencia a la relación del joven con Dios y con sus obligaciones de culto y de respeto al nombre de Dios. Jesús se fue directamente a lo que tenía que hacer consigo mismo y con sus bienes: desprenderse de esas seguridades personales y darlos a los pobres.
Es lo que aquí pone de relieve en este evangelio. Lo que va a separar a unos de otros, a las ovejas de las cabras, a los de la derecha y a los de la izquierda, son las obras de misericordia que se hagan con ellos: dar pan al hambriento, agua al sediento, vestido al desnudo, compañía al enfermo y visita al encarcelado. Y esos puntos van a ser el baremo que distinga y distancia a unos de otros. Porque al final de ese trayecto no es simplemente que se ha hecho “caridad” con esos necesitados sino que se le ha hecho al mismo Cristo, que es quien recibe personalmente esa acción caritativa: porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber… -¿Cuándo, Señor? –Cuando lo hiciste con esos hermanos, lo hiciste conmigo.
Yo no sé si me cubro a mí mismo o si es que hallo el meollo que hay debajo de todo ese juicio de Jesús. Yo entiendo que lo normal de la vida de los cristianos no es encontrarse siempre teniendo que dar  pan al hambriento del estómago, o yendo a las cárceles o visitando a los enfermos físicos. Yo entiendo que hay otros “hambrientos” y otros “sedientos”, y otros “presos” y otros “enfermos”…, que no son los que materialmente están así. Para mí que hay muchas “hambres” que no se sacian con el pan del horno, y son tan devoradoras como el hambre material. Y que hay –por tanto- otras mil maneras de saciar el hambre espiritual, psicológica, anímica, social… Y puede ser que una escucha respetuosa y silenciosa, una palabra comprensiva a quien está necesitado, una mano afectiva tendida en su momento oportuno, esté llenando ya el sentido social de este evangelio, que se hace así mucho más posible de vivir por quienes por las causas que sean, no tienen la oportunidad (o como se dice hoy, “el carisma”) para estar yendo a los presos o estar acompañando a un enfermo. Y sin embargo lo están haciendo de otra diversa manera, no menos eficaz y práctica.
No me gustaría desviar la atención de la palabra misma de Jesucristo, que considero sagrada y una llamada más que seria para hacernos despertar de nuestros egoísmos encerrados en nosotros mismos y en nuestras cómodas prácticas espirituales. Pero sí pienso que ampliar la visión no desdibuja el texto y lleva sosiego a tantas almas cuyas circunstancias de familia, o de edad, o sociales, o de realismo en los momentos actuales, no hallan la aplicación directa de las exigencias de este evangelio.

Queda finalmente como dato final la diferencia de los tiempos de Jesús, con aquellas pobrezas extremas y lacerantes, y el momento actual en el que la prudencia nos lleva a encauzar las obras de misericordia por vía de instituciones, dado el complejo entramado de engaño y fraude con que están montadas las mafias que manejan para su provecho el mundo de la indigencia.

1 comentario:

  1. Jesús nos enseña, nos aconseja lo conveniente, no nos da órdenes. Ver a Jesús en el hermano es lindo;ponerlo en la práctica a veces es muy duro. Podemos ser unos excelentes consejeros espirituales, pero si no tenemos amor con los que el Señor nos pone a nuestro lado, si no somos unos buenos testigos, no vamos a llegar al corazón de nuestros interlocutores. El Señor nos llama a ser muy delicados con los más débiles y a predicar con palabras y hechos.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!