domingo, 26 de marzo de 2017

26 marzo: Luz y tinieblas

Liturgia
          El domingo 4ºA de Cuaresma está muy polarizado en el tema de la LUZ Y LAS TINIEBLAS. El ciego (Jn9, 1-41), el que físicamente está en la tiniebla enorme de no haber podido ver nunca, y que sin embargo es el agraciado que ve, mucho más allá de la visión de los ojos de la cara. Y los fariseos, que creen ver y que se atribuyen la verdad, y que sin embargo son los que están sumidos en la oscuridad de sus cortos pensamientos.
          En medio, como señalando el límite de la luz y la oscuridad, de la verdad y de la mentira, Jesús, que unta el barro en los ojos del ciego y que le manda ir a la piscina a lavarse los ojos. El ciego lo hace, sin prejuicios de ninguna clase porque se deja guiar por lo que le ha dicho Jesús. En frente, los fariseos, con sus prejuicios del sábado y sus juicios negativos sobre Jesús porque le ha mandado aquel trabajo en sábado. Para los fariseos Jesús está empecatado y el ciego también. Para  los fariseos sólo ellos llevan la razón. Pero el ciego les hace ver que quien le ha curado y ha hecho algo por él es quien verdaderamente merece las garantías de la verdad.
          Al ciego le cuesta aquello que lo echen de la Sinagoga, pero por otra parte se gana la visión del propio Jesús, que se le ha presentado y le ha preguntado si cree en el Hijo del hombre. El que estuvo ciego pregunta quién es ese Hijo del hombre, y Jesús se le declara: Soy yo, el que estás viendo, el que tus nuevos ojos pueden ver, y que expresa toda la visión más completa que se puede tener de la verdad y del bien. Y el que estuvo ciego tiene ahora el gran conocimiento que le salva: el conocimiento de Jesús, su salvador.
          La 2ª lectura (Ef 5,8-14) nos trae el efecto de la luz a nosotros. Pablo declara a los fieles de Éfeso que ellos ya no son tiniebla, como antes de llegar a la fe, sino que son luz en el Señor; que su fruto es la verdad, la justicia y la bondad, superando el mundo estéril de las tinieblas. Y como conclusión hace un llamamiento: “Despierta tú, que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”.
          Sería el mensaje concreto de la Cuaresma para nosotros, a los que se nos quiere tomar el pulso con la Cuaresma ya demediada, y para que nos sirva de parada y revisión. Porque algo debe ir quedando en los efectos de nuestra vida, a medida que hemos ido avanzando en esta experiencia cuaresmal.
          Queda ahí una 1ª lectura (1Sam 16, 1. 6-7. 10-13) que parece despegarse del argumento central. Pero tiene su concreción en esa gracia de Dios que llega cuando él quiere, y no cuando nosotros la planteamos. Samuel ha ido a ungir rey, aunque no sabe a quién. Se ha dirigido a casa de Jesé, quien le ha presentado a todos sus hijos. Y sin embargo Dios le va diciendo a Samuel que ninguno de ellos es el escogido. Samuel pregunta si no quedan más, y con cierta displicencia le contesta Jesé que queda el menor, que está guardando los rebaños. Samuel lo manda llamar y en cuanto se presenta David, Dios le dice a Samuel que ese es. Y Samuel lo unge.
          Quiere decir que el momento de Dios en cada uno de nosotros no es el que puede aparecer en los buenos deseos y buenos propósitos que nosotros podemos hacer, sino en ese momento clave en el que Dios dice: Ahora. Es el momento en que se producen en nosotros determinados cambios en el alma y en el proceder: el momento en el que Dios nos impulsa.
          Quiere decir que tenemos que tener siempre muy atenta el alma y muy disponible el corazón, porque Dios habla en el momento en que él quiere, y lo importante es aprovechar esos impulsos que nos vienen de Dios en el momento en que Dios pronuncia nuestro nombre.
          El momento básico de nuestro encuentro con Dios es la Eucaristía. Y es precisamente la Eucaristía dominical, que celebra comunitariamente el triunfo de Jesucristo y su presencia especial allí donde los fieles se han congregado en el nombre del Señor. De ahí el valor de esta presencia en el misterio de nuestra salvación, en el que se nos hace presente el Señor y, como a aquel ciego, se pone delante de nosotros y nos dice Jesus: Soy yo, y estoy hablando contigo.

          Escucha, Señor, nuestras peticiones:
-          Para que la Iglesia viva en la verdad y nos la comunique fielmente, Roguemos al Señor.

-          Para que nosotros busquemos la luz de la verdad y la hallemos en Jesucristo, Roguemos al Señor.

-          Para que los que están en tinieblas descubran a Jesús que quiere hacérseles presente.  Roguemos al Señor.

-          Para que la luz de la Eucaristía dominical nos apoye a todos como miembros de una comunidad que ora, Roguemos al Señor.


Danos, Padre, la luz y las fuerzas que necesitamos para ser fieles en la respuesta que nos inspires para esta Cuaresma. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

1 comentario:

  1. El camino de la fe es un camino brillante; Jesús lo va iluminando y va obrando en nosotros, sin que se lo pidamos siquiera, como el ciego de nacimiento que, sin tener que pedirlo, se encontró con Jesús personalmente Y, aunque era sábado, él hizo lo que le pidió el Maestro: ir a lavarse a la piscina de Siloé. Los fariseos eran muy estrechos de miras, no querían ver, ellos eran los verdaderos ciegos...son testigos del milagro y no quieren admitir su evidencia. Amedida que se quedan sin argumentos, los fariseos, se cierran más y más en el rechazo de Jesús.El ciego por su fidelidad a la Verdad, va a ser expulsado de la Sinagoga. Los fariseos, no quieren abrir los ojos a la verdad porque no se ajusta a lo que ellos quiren.
    Cuando el ciego, que ya no es ciego, regresa de la piscina y se encuentra cara a Cara con Jesús, recibe una luz mucho más intensa que le hace ver a Jesús como el Señor a quién hay que adorar.

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