EJERCICIOS ESPIRITUALES
de 5’30 a 8,
en Iglesia del Sagrado Corazón (Málaga)
Liturgia
Dios está empeñado en perdonar. Y el mensaje de cuaresma
que hoy nos hace llegar la liturgia es precisamente ese. No es sólo que Dios
quiera que no domine al hombre el pecado, sino que quiere hacer al hombre limpio y purificado. Isaías 1, 10.16-20 es la
llamada de Dios a un pueblo pecador: lavaos,
purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones; cesad de obrar mal,
aprended a obrar bien, buscad la justicia, defended al oprimido, sed abogados
del huérfano, defensores de la viuda… Todos los puntos álgidos de aquella
sociedad en la que la vida social tenía una primacía por la desigualdad y el abuso que se daba con las clases más
oprimidas y pobres.
Que si fuéramos a
mirar la realidad nuestra, no andamos precisamente mucho más avanzados, y que
ya sería el mundo muy diverso si hubiera una atención más humana a las clases
desfavorecidas, esas que son “pobres de solemnidad” y pobres honrados que padecen en su silencio y en su tragedia, sin
ánimos de venganza y sin odios en el alma.
Pues bien: tampoco Dios está por la venganza ni por “la
cólera” con que a veces nos lo presentan los autores. Dios está por su empeño
de un pueblo que puede limpiar su corazón y purificarse y salir de sus malas
acciones, y entrar a formar parte de esa realidad de alma blanqueada, allí
donde el pecado anterior era rojo como la sangre. Lo que Dios pide es que sepa
obedecer ese pueblo de corazón renovado y que no se rebele contra la voluntad
de Dios, que es una voluntad salvadora.
Jesús –Mt. 23, 1-12- insiste también en ese pueblo nuevo cuya
conciencia sea la de una actitud justa, con justicia interior y, por tanto,
mucho más allá que la de los doctores de la ley y los fariseos, pues éstos sólo
aspiran a una apariencia exterior, por la que sean honrados por las gentes. Por
otra parte esa mera apariencia se fragua por el abuso sobre los que están
abajo, a los que esquilman con sus pretextos de oraciones y con esa búsqueda de
honras ficticias por las que quieren ser llamados y considerados “maestros”.
Por eso Jesús enseña que a nadie llamen “maestro” o “padre” si no es a Dios
mismo. Y que aquí en este mundo, quien quiera ser el primero debe situarse el
último. Es el camino de purificación para que el pecado que llevamos dentro sea
blanqueado. Y es Dios quien está empeñado en lavar el pecado, porque él no
quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva.
Ayer, en los EJERCICIOS, se hizo el recorrido del proyecto
de Dios, arrancando desde la narración de la Creación, esa “primera alianza de
amor” de Dios con la humanidad. La descripción bíblica encierra una riqueza
notable de imágenes para expresar el plan de Dios sobre el hombre. Creado por
acción personal de Dios (porque de la nada no podía surgir nada sin la
intervención divina), Dios sopla vida y
trasmite alma (“a imagen y semejanza de Dios”) por la que el nuevo ser –el hombre-
tiene características espirituales, al modo de Dios: piensa, ama, inventa,
quiere… Situado en un Paraíso de felicidad y fecundidad, simbolizada en el agua
abundante, fuente de vida. Todo ello lo ha de elegir libremente por su
aceptación de estar colgado del árbol de
la vida y con claro conocimiento de lo que es bueno, y advertido de que lo
contrario acarrea muerte. Dueño de la creación que Dios le ha puesto en sus
manos (“puso nombre a toda la creación”=tomó
posesión de ella para llevarla a plenitud). Todo en sus manos, el hombre tiene
el poder de vivir en un Paraíso o crear un infierno. Y Dios le dio una compañera
sacada de su costado, a la altura del
corazón, para –juntos- ser fuentes de vida: crecer
y multiplicarse y llenar la tierra. Con un Dios Amigo que se viene cada
tarde a departir con sus criaturas la hora gozosa de la brisa, paseando por el
jardín.
Realmente Dios había hecho algo muy bueno, y Dios se goza
en su obra como el artista que la ve ya en perspectiva: Vio Dios que estaba muy bien
hecho. De modo que el texto deja claro que de las manos de Dios todo
salió bueno. Que de Dios nunca podía salir el mal.
Todo lo que sale de las manos de Dios es grande y bueno.La.meditación del primer día de ejercicios estuvo orientada , a mi entender, que somos obra de Dios, que todo lo creado es bueno y por tanto profundizar en nuestra relación con Dios y con " hagamos" nos comprometemos a trabajar en la misma dirección de que El quiere: colaboración, respeto, amor y sobre todo reconocer que si hemos estado desde la eternidad en la mente de Dios saber agradecer esta obra maravillosa de la Creacion de la que formamos parte
ResponderEliminarDios ha creado al hombre y vió que era muy bueno. Dios no podía hacer algo que no fuera muy bueno. Nos ha hecho libres , pero nos ha dado la capacidad de poder discernir lo que realmente nos ayuda a ser fieles al Evangelio. Si prestamos atención, enseguida reconocemos que esta sabiduría no es innata, que la tenemos que pedir y que la vamos recibiendo a medida que nos vamos uniendo más y más al Señor Jesús. En una sociedad como la nuestra en que la titulitis, lo invade todo, tenemos que recordar las palabras de Jesús: Nadie puede decidir por nosotros. Nadie sabe lo que nos conviene, lo que nos ayuda realmente. Debemos escuchar a las personas que tienen experiencia, pero actuar según nuestra conciencia.
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