jueves, 23 de marzo de 2017

23 marzo: Un contra-Dios

Liturgia
          Una parada y una reflexión en medio de la Cuaresma, con un toque de atención muy fuerte: somos capaces de no escuchar la voz de Dios. El mundo está cerrando los oídos a la voz de Dios y el mundo se está destruyendo a sí mismo. Las tensiones, la violencia desmesurada, el odio que se alberga en los corazones –incluso en el de los niños-, la hostilidad que se genera a la primera de cambio, muchas veces irreductible y cerrada al olvido y al perdón de lo sufrido, dan una panorámica de espanto a la realidad presente.
          Lo advirtió Jeremías (7,23-28). Por una parte Dios se ofrece gratuitamente a ser el Dios de ese pueblo y a que ese pueblo lo acepte como su Dios. Lo que eso implica es una escucha de la voz de Dios para caminar según el pensamiento de Dios.
          Pero no escucharon ni prestaron oído, caminaban según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, y daban la espalda a Dios. He ahí el panorama de un pueblo que llevaba a favor todas las papeletas y las ha dejado perder porque las ha vuelto contra sí mismo, no queriendo oír la voz de Dios, que era voz salvadora y benéfica.
          De ahí que una vez más el SALMO que acompaña a esa lectura venga a ser el 94, con esa llamada tan concreta  a escuchar HOY la voz de Dios, sin dejarlo para mañana ni siquiera para luego, porque la voz de Dios ha de ser escuchada en el momento en que se produce: entremos en su presencia dándole gracias.

          El evangelio de hoy (en Lc 11,14-23) es un claro exponente de los que se cierran en banda culpablemente a escuchar la voz de Dios. Jesús acaba de liberar a un poseso, del que sale un demonio dando gritos, y que deja en paz al poseído, a quien tenía mudo sin poder expresarse, y que ahora, de pronto, habla al ser liberado de esa traba que le impedía.
          No había mucho que inventar: estaba mudo y poseído. Interviene Jesús y expulsa al demonio. Habla el hombre que parecía o estaba mudo. La explicación se hace muy sencilla: Jesús ha intervenido en una curación y con su invención ha hecho patente el poder de Dios, que salva.
          Pero algunos de entre la gente (la realidad es que toca directamente a la manera de ser de los fariseos), dijeron: Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios. Era una lógica absurda, porque supondría a Satanás contra sí mismo. Pero a la hora de no querer aceptar a Jesús, todo les es válido, aunque se estén echando tierra encima. No sólo es no aceptar lo que Jesús ha hecho (está hecho y eso hay) sino no aceptar a Jesús mismo. Es no sólo ignorarlo sino destruirlo. Y para ello, la calumnia, la negación…, la falsa interpretación… [Podemos comprender que el proceso al que estamos asistiendo en los momentos actuales no se diferencia mucho de lo que vivió en directo el propio Jesucristo. Es un burdo razonamiento, amparado y acogido al altavoz de los medios de comunicación, por el que se silencia todo lo bueno y se amplía todo lo que puede minar el terreno de un conocimiento objetivo de la obra de Cristo y de la Iglesia. Es evidente que esto no se fragua en una cabeza sino en una verdadera mafia perfectamente organizada para derruir los cimientos de los valores fundamentales: Patria, Ejército, familia, Iglesia, Cristo y Dios, que es la manera de poder manipular a un pueblo aborregado y sin principios ni puntos de referencia. Y de esos polvos, esos lodos, que son ese mundo absolutamente perdido y a la deriva al que estamos asistiendo como espectadores –desgraciadamente pasivos e impotentes-].
          Jesús leyó aquellos pensamientos y aquel intento de minarle el terreno y respondió con una frase lapidaria: Si Satanás está en guerra civil, ¿cómo se mantendrá su reino? Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que Dios ha llegado a vosotros.

          Lo que tenemos que pedir a Jesucristo, con inmensas ansias, es que sea ya la hora del fuerte bien armado que guarda sus bienes seguros, asalta al enemigo y lo vence y le quita las armas y reparte el botín. Que equivale a la petición del Padrenuestro: Venga tu Reino. Porque sólo Dios puede ya hacer en medio de este campo de ortigas y cadáveres vivientes en que se ha transformado la historia diaria.

1 comentario:

  1. Se nos está endureciendo el corazón, porque no sabemos escuchar la voz del Señor, lo mismo que en los tiempos de Jeremías.El Señor no deja de hacer milagros pero si nos empeñamos en ir por libre no importa que seamos "su pueblo elegido"y que veamos milagro tras milagro, nuestra soberbia nos vuelve mudos y nuestra respuesta es de una ingratitud insolente y muy negativa.. Ante las situaciones dolorosas que nos toca vivir, podemos responder con anor y compasión, actitud liberadora; pero si no acertamos a responder con generosidad y preferimos adoptar una postura de resentimiento y nos encerramos en nosotros mismos,nuestra vida será de reclusión en nuestro propio dolor.Hemos llegado ya a una situación límite en la que el hombre nada podrá hacer sin la intervención de Dios.

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