Liturgia
En una lectura muy fragmentada (Gn 37,3-4. 12-13- 17-28)
nos han presentado hoy los efectos de la mala conciencia, la de los hermanos de
José, que no soportan las preferencias del padre (Jacob=Israel) sobre aquel
hijo y se lo quieren quitar de en medio. Primero con la decisión de matarlo,
atribuyendo a una fiera la muerte de
ese hermano. ¡No era poca fiera la envidia!
Luego, bajo la intercesión de uno de ellos, Rubén, deciden
no matarlo; Rubén sugirió echarlo a un pozo sin agua…, y luego ya se vería. Al
final la salida de aquella fechoría es vender a José a unos mercaderes
ismaelitas, porque al menos han llegado a la conclusión de que nada sacan con
matarlo…, que al fin, hermano nuestro y
carne nuestra es. Y lo acabaron vendiendo por veinte monedas de plata. Lo
que no sabían ellos era que por encima de sus malas artes, había una previsión
de Dios que iba a acabar haciendo de José la salvación del propio pueblo
israelita.
El hecho es que de la mala conciencia de unos hermanos, hay
un plan providencial que cambia el mal en bien. La Cuaresma nos está preparando
a un cambio de nuestro corazón. Tener que ceder de muchas cosas es siempre la
parte dura del proceso de conversión, pero en el plan de Dios cada paso va
purificando y se va dirigiendo a un fin positivo. De lo que es muerte, surge
algo nuevo que se rehace y salva.
El texto evangélico (Mt 21, 33-43. 45-46) nos trae una
parábola muy seria que contó Jesús a la multitud y a los mismos sumos
sacerdotes. Es la parábola de la viña arrendada, cuyos arrendatarios son malos
pagadores y encima de todo quieren quedarse con la viña, aunque sea matando o
maltratando.
Cuando llega el tiempo, el dueño envía sus criados para
cobrar el tanto que le corresponde, pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a unos y mataron a otros, y a otro
lo apedrearon. Jesús está contando en ficción una realidad que ha acaecido
en los tiempos de los profetas. Dios siempre buscó la manera de tener a su
pueblo bien llevado, y para eso tenía a aquellos emisarios suyos para que
despertaran las conciencias y pusieran orden en la vida religiosa del pueblo. Y
los que se habían constituido en mentores, y no precisamente por designio
divino, optaron por quitar de en medio a los que le estorbaban para sus planes
de dominio de la situación.
Jesús cuenta en su parábola cómo el dueño envía otros
criados, que corren la misma suerte que los anteriores. Pero el dueño quiere
ser paciente y quiere reconducir el caso, y opta por enviar a su propio hijo,
pensando que por ser el hijo y heredero lo van a respetar.
Los malos labradores pensaron de otra manera: matando al
hijo, ellos quedan ya dueños y señores de la viña. Y lo sacaron fuera y lo
mataron.
Jesús ha descrito con profecía muy clara lo que va a
ocurrir con él. No se han apercibido del significado aquellos oyentes, y ahora
Jesús les da el toque de atención: ¿Qué
hará el dueño de la viña con aquellos arrendatarios?
Respondieron muy tranquilamente con un juicio objetivo: Hará morir de mala muerte a aquellos
malvados y arrendará su viña a los que paguen sus frutos a tiempo.
Aquí los quería coger Jesús. Porque ahora baja de la
parábola a la realidad y les hace caer en la cuenta de que eso es lo que va a
pasar con ellos: ¿No habéis leído en la
Escritura: “la piedra que desecharon ha venido a ser piedra angular”? Por eso os digo que se os quitará a
vosotros el reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.
Ahora es cuando los sumos sacerdotes se sienten
directamente aludidos. Y la reacción no es de conversión y cambio sino de
pensar cómo quitarlo de en medio. O sea: exactamente –oída la parábola- van a
caer en el mismo pecado que acaba de contar Jesús.
Creo que aquí es donde la reflexión cuaresmal debe tener
una profundización. Porque aquellos sacerdotes tuvieron en sus manos
reflexionar y cambiar. Optaron por reaccionar en autodefensa y no se plantearon
su cambio, sino cómo acabar con Jesús. Siempre el ídolo del propio YO, que
intenta sacar la cabeza por encima de todo y de todos. Y siempre el mensaje de
Cuaresma que nos advierte de la fiera
que llevamos dentro, que es la que hay que domesticar y dominar para que no sea
ella la que nos devore.
Cuarto día de Ejercicios Espirituales:CONOCIMIENTO INTERNO DEL CORAZÓN DE CRISTO.
ResponderEliminarEl significado de la palabra "corazón"es muy amplio, más amplio que el que presentan las lenguas modernas. Para la Escritura, el corazón es la sede de la vida física del hombre. . Es tambien el asiento de la psicología natural, afectiva e intelectual. Es la fuente de la vida espiritual de la persona. moral y religiosa. En el corazón humano de dan el bien y el mal, el odio y el amor. En síntesis puede afirmarse que "corazón" equivale a personalidad.
Para estudiar la personalidad de Cristo humano-divina, Él mismo nos hace su autoretrato en el Evangelio:"Yo soy el pan de vida, bajado del cielo"."Yo soy el buen pastor·"Yo soy la luz del mundo". Yo soy el camino....
Hablar del Corazón de Jesús, de su amor , de sus sentimientos, es meterse de lleno en el Evangelio y ver cómo reacciona ante tanta miseria y necesidad. La mejor palabra para definir el Corazon de Jesús es:"Jesucristo, todo corazón".La correspondencia al amor de Cristo tiene que completarse con la imitación. Conocer al "me amó y se entregó a la muerte por mí"sólo tiene como reacción lógica el enamorarme de él y de imitarle. Un conocimiento de su intimidad-su Corazón-que nos atraiga como un imán y nos empuje, hasta pasar por la tierra "haciendo el bien"