PRIMER VIERNES (De
Ceniza)
Liturgia
Sigue centrándose el tema de Cuaresma para que no se quede
en la rutina del “todo sigue igual”, sino que tenga una práctica concreta de
mejora en la vida del cristiano. Se plantea hoy el tema desde Isaías (58, 1-9)
en modo de diálogo entre la persona y Dios, pero no es un diálogo amoroso,
porque el hombre comienza por quejarse a Dios porque “Dios no le hace caso”: ¿Para qué ayunar?, ¿para qué mortificarnos
si no te fijas? Y Dios tiene que aclarar: Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés, apremiáis a vuestros
súbditos; ayunáis entre riñas y disputas y dando puñetazos sobre la mesa.
Hay un falso ayuno porque no ha tocado para nada el interior de la persona. Es
una mera forma exterior que nada modifica la conducta. Y eso no sirve para nada
ni eso llega a la presencia de Dios.
¿Es ese el ayuno que
el Señor desea: mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza?
¿A eso le llamáis “día agradable al Señor”?
Y Dios tiene que poner los puntos sobre las íes y advertir
qué “ayuno” es el que tiene sentido y el que agrada a Dios: todo aquello que
revierte sobre el bien del prójimo, que queda expresado en imágenes concretas: abrir las prisiones injustas, levantar los
cerrojos de los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres
sin techo, vestir al que ves desnudo.
Lo que tendrá sus aplicaciones directas o sus traducciones
prácticas. Porque ayuno agradable a Dios es eliminar las críticas, las quejas,
la visión negativa de las cosas y las personas… Acogerlas y hacerles lugar para
que sus ideas sean aceptadas y respetadas. Favorecer y ayudar en vez de cerrar
el paso desde envidias y recelos. Todo un mundo de grandeza de alma que acoge y
que no se cierra sobre las pequeñeces del YO. Entonces nacerá una luz como la aurora…, brotará la carne sana.
Entonces clamarás a Dios y él te dirá: “Aquí estoy”. Porque yo, el Señor, soy misericordioso.
El problema para nosotros es que hemos “allanado” la
Cuaresma a niveles solamente litúrgicos, con algún pequeño adorno espiritual.
Pero la Cuaresma no penetra las entretelas del alma como para hacer
planteamientos serios de futuro. Y entonces el “ayuno” vuelve a ser ritual (si
es que siquiera se conserva algo de esa disciplina). Pero la vida sigue siendo
la misma que estábamos haciendo antes de la Cuaresma. En parte es aceptable,
por cuanto que no haya algo que expresamente se tiene que modificar. Pero en
otra parte revela un anquilosamiento en el que no se camina hacia adelante y no
hay “efectos del ayuno”.
Hacer coincidir con este tema el evangelio de Mt (9, 14-15)
es una manera de hacer caer en la cuenta de que el ayuno cristiano tiene una
relación directa con la cruz de Jesucristo. Cuando Jesús “sea arrebatado” habrá que “ayunar”. El Cristo crucificado es la
llamada al cristiano. Ya ayer se condensaba la ELECCIÓN en un seguir a Cristo
con la cruz, cada día. Y hoy se vuelve a la misma idea. De modo que parte de la
vida cristiana tiene que llevar el signo del sacrificio. Y no es el sacrificio
por un gusto de sacrificarse (que no tendría sentido) sino porque difícilmente
se vive en rectitud de conciencia sin un espíritu de dominio de sí, de
abnegación, y de aceptación del sacrificio que lleva consigo la vida diaria, la
convivencia, la “flaqueza” propia y del prójimo… Y todo ello es lo que
constituye un modo de vida.
Hay que reconocer que no es éste un “lenguaje moderno”. Hoy
se excluye de entrada todo lo que fastidia y cohíbe, lo que exige dar pasos
atrás para no invadir terrenos ajenos… Hoy se ha montado la vida sobre la
comodidad y el disfrute… De ahí la casi anulación del sentido cuaresmal y –al mismo
tiempo- el grito de vigencia actual que tiene que tener la CUARESMA, porque se
hace mucho más necesaria, con sus nuevas formas de “ayuno”, de urgencia de ser
cada uno dueño de sí mismo y no el almacenador de gozos y agrados. Si la
Cuaresma pudiera tener esa proyección concreta de saber ocupar cada uno su
lugar, dominando sus tendencias desordenadas, ya habría llenado un sentido. Y
habría dado lugar a abrir prisiones
injustas y levantar cerrojos de los cepos, dejando a los otros ser ellos
mismos y no pretender que sean como yo quiero.
Vamos de buenos por la vida y aún nos fijamos en los demás...¿Habrá ayunado como yo?¿He tenido en cuenta yo que el ayuno que le agrada al Señor es hacer todas las cosas de tal manera que consigamos hacer visible el amor de Jesús a través de nosotros.
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