lunes, 7 de noviembre de 2016

7 noviembre: Escándalo y perdón

        No sé si podré acudir a la cita los próximos días, en los que me ausento de mi “base de operaciones” y de mi vida normal.

Liturgia
          Al estilo normal de Pablo, comienza una carta presentándose bajo alguna determinada faceta de su misión pastoral. Hoy se dirige a su discípulo Tito (1, 1-9) y se presenta como el apóstol de Jesucristo para promover la fe en los elegidos de Dios y el conocimiento de la verdad, según nuestra religión y la esperanza de la vida eterna.
          Habla entonces de esa vida eterna que Dios ha prometido desde tiempos inmemoriales, y que ahora le ha confiado al propio Pablo. Y en ese halo de responsabilidad sobre las nuevas comunidades, Pablo exhorta a Tito en lo referente a los presbíteros que ha de consagrar para las diferentes iglesias –uno para cada una-, y del Obispo correspondiente. Y le da las características esenciales que deben tener los presbíteros que establezca y el Obispo.
          “Éstos son los que buscan al Señor”, ha coreado el Salmo (23). Ellos son los que suben al monte del Señor, a su recinto sacro: hombres de puro corazón y manos inocentes.

          El evangelio (Lc 17, 1-6) lleva un doble tema: el escándalo y el perdón. Respecto del escándalo, sobre todo el que se da a los más débiles, Jesús es tajante: más le valía al que escandaliza que le encajaran al cuello una rueda de molino y lo arrojasen al fondo del mar. Es decir: más vale la muerte que escandalizar. Es inevitable que suceda el escándalo, pero ¡ay del que escandaliza!
          Suele tomarse el escándalo como una materia más propia del sexto mandamiento. Y si bien es verdad que en ese terreno hay mucho más peligro, no es el único ni el más principal. “Escandalizar” es todo modo de inducir al mal o a la duda de la verdad, a la fidelidad al bien. Y el escándalo puede darse en cosas de mayor envergadura y en otras de aparente menos importancia, pero que crean un peligro de caída en la fe, en las buenas obras, en los criterios… Téngase en cuanta, además, que Jesús lo ha referido directamente a “los pequeños”, que no son necesariamente los niños sino a los más débiles en la fe. Y ahí hay que cuidar mucho palabras y formas porque para ellos son un tanto “los modelos” esos otros “más fuertes”. Y como éstos procedan o actúan, así les llega a los débiles. De ahí la manera de enjuiciar Jesús la situación.
          El otro punto de la enseñanza de Jesús es EL PERDÓN DE LAS OFENSAS. Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces y siete vuelve a decirte: “lo siento”, lo perdonarás. Así de sencillo y así de drástico. Y así de práctico.
          Porque puede ocurrir que sea el pecado más recalcitrante de muchos. Son capaces de arrepentirse de otras materias, pero son irreductibles en el tema del perdón. Muchas veces hacia los extraños, pero lacerantemente con los mismos familiares (y muchas veces más enconado con los familiares). Y luego rezan el Padrenuestro y piden a Dios que les perdone COMO ellos (NO) perdonan… Ahí Jesús se hace fuerte y cuenta la parábola del que pidió compasión para sí y no la tuvo con su subordinado. Jesús concluye que entonces Dios no perdona. La cosa es seria. Y pide a gritos disposiciones interiores de perdón o que caminan en línea de perdón, al menos en la parte que le toca al que tiene conciencia cristiana.
          Los apóstoles vieron lo difícil que era aquello que estaba pidiendo Jesús y le rogaron que les aumentara la fe…, que les dispusiese mejor, que les ayudase a comprender y a aceptar cosas que le costaban. Y Jesús les respondió que basta con un poquito de fe, pero de fe verdadera. Aunque fuera como un grano de mostaza. Pero si es verdadera fe, podréis decir a esa morera: “Arránate de raíz y plántate en el mar”…, y os obedecería. Por tanto, si hablamos de verdadera fe, no podrá nunca decirse que “no puedo perdonar” porque la fe está obligando a dar el paso del perdón. Y cuando alguien se siente incapaz de otorgar ese perdón, adonde tendrá que mirar al fondo de todo es a su propia fe. Así de serio es el tema.

          Lo que no significa que estemos de acuerdo con la persona ni que nos tenga que resultar aceptable su proceder. Eso es otra cosa, y es cierto que algunas veces es la otra persona la que no se aviene al perdón. Entonces el que tiene fe asume su parte de perdón cordial, porque a él así se lo pide su buena relación con Jesús.

1 comentario:

  1. Padre Cantero: Ayer fuimos a Misa al Sagrado Corazón y al preguntar por usted nos enteramos que estará fuera toda esta semana. Le deseo, en compañía de mi esposo, que disfrute en la compañía de aquellos Hermanos que lo quieren tanto.Nosotros hemos orado por usted y por su Comunidad.

    El Evangelio de hoy es fuerte; tiene unas palabras muy duras para el que hace caer a los demás o los separa de la FE.Jesús subraya el valor de la fe y los apóstoles caen en la cuenta y se la piden.

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