domingo, 13 de noviembre de 2016

13 novb.: Caminando hacia el Señor

Liturgia
          Hemos llegado a la conclusión del año litúrgico, pendiente solamente del colofón que supone el último domingo de esta serie. Y las lecturas que nos corresponden hoy son una preparación-aviso a lo que es el final del recorrido de la vida: el fin del mundo. De ahí que los textos no nos sean muy agradables, pero son los que tenemos.
          Mal 4, 1-2 es breve pero muy significativo: Mirad que llega el día, ardiente como un horno…, en el que se va a producir la selección de malvados y los que honran el nombre del Señor. Para los malvados y perversos (los que no honran ese Santo Nombre) serán como paja y los devora el fuego. Los que honran el nombre del Señor hallarán un sol de justicia (=bondad) que los iluminará y dará salud.
          En el SALMO (97) se destaca la obra de Dios, que regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud. Dios va a estar tan en el justo medio que su juicio será recto y acorde con la verdad y realidad de cada uno.

          El evangelio es de Lc 21 (5-19) y pertenece a la llamada “literatura apocalíptica” de los Evangelios. Es una descripción fantástica de ese final de los tiempos, que –a la vez- está entremezclado con la destrucción de Jerusalén. Y no es una mezcla forzada, sino que para un judío la destrucción del Templo y de la Ciudad santa equivalía al fin del mundo. Por eso están tan entremezclados los conceptos.
          Algunos ponderaban la belleza del templo por la calidad de la piedra y los exvotos. Y cuando estaban admirados por ello, Jesús interviene y les anuncia: esto que contempláis llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra. No es que Jesús pretenda ser pájaro de mal agüero sino que Jesús tiene la mirada más larga y quiere aprovechar el momento para advertir y enseñar.
          Preguntaron a Jesús ¿cuál será la señal de que todo eso está para suceder? Y Jesús les previene: Que nadie os engañe, usando mi nombre, diciendo “Yo soy” o “el momento está cerca”. No tengáis pánico, porque el final no llegará enseguida.
          Lo curioso es escuchar las señales que anuncia Jesús y verlas desde el momento en que nosotros vivimos, porque muchos datos parecen escritos para nuestro tiempo actual. La verdad es que en su sentido apocalíptico lo mismo cabían entonces que ahora. Oigamos a Jesús: Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos y, en diversos países, epidemias y hambre…, espantos y grandes signos en el cielo.
          Jesús pasa ahora al plano de la vida humana y las relaciones humanas, en lo que cabe mucho más la reflexión personal.  Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por causa de mi nombre. Así tendréis ocasión de dar testimonio. No deja de ser interesante esa conclusión. Lo que va detrás de todo ese anuncio que ha hecho, es que el fiel a Jesús tendrá ocasión de dar testimonio de su fe y de su adhesión a Jesucristo.
          Y no hay que preparar una defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ningún adversario vuestro. Hasta vuestros parientes y hermanos y amigos os traicionarán… Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
          No queda mucho espacio al comentario del texto. En negrita subrayo lo que veo que puede ser útil al lector. El hecho que Jesús quiere presentar es el verdadero zangarreón que supone el final de la vida. El año litúrgico llega a su final y es como un símbolo de la historia de cada alma. Y para cada alma el final es como un cataclismo personal, que queda expresado en esos términos que Jesús ha querido poner para dramatizar ante nuestros ojos esa lucha de un mundo que se acaba… (que se acaba para cada persona), y que puede mirarse en el espejo que ha presentado Jesús como visión general.
          Un autor condensa la lección en 5 capítulos: Llamada al realismo (no hay caminos triunfalistas ni sueños milagreros); no a la ingenuidad (que nadie os engañe…, no os vayáis tras ellos); centrarnos en lo esencial (yo os daré palabras y sabiduría); es la hora del testimonio (en tiempos difíciles es el momento: así daréis testimonio); y paciencia (con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas).
          Yo añado un último capítulo la confianza: ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.



          Prepara, Señor, nuestro espíritu a entender y acoger  la enseñanza de Jesús.

-         Que tengamos una mirada serena ante el anuncio de Jesús. Roguemos al Señor.

-         Que nadie nos engañe con falsos miedos o falsas promesas sobre el final de la vida. Roguemos al Señor.

-         Que sepamos dar testimonio de fe en la vida y en la muerte. Roguemos al Señor.

-         Que seamos perseverantes en nuestra fidelidad y vivamos seguros en los brazos de Dios. Roguemos al Señor.



Danos, Señor, vivir con tal fuerza la Eucaristía, que se convierta en nosotros en permanente viático que nos asegura una vida en los brazos de Dios.

          Lo pedimos por Jesucristo N. S.

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