jueves, 3 de noviembre de 2016

3 noviembre: Misericordia y alegría

Liturgia
          La circuncisión era el ritual más sagrado del pueblo judío porque por él entraba el varón a pertenecer al pueblo de Israel. Lo que para nosotros es el Bautismo, que nos introduce en la Iglesia. Claro que la diferencia es abismal. Por el rito de la circuncisión se pertenecía a un pueblo. Era un rito externo. Por el Bautismo somos hechos en la realidad, hijos de Dios, y herederos de su gloria.
          Pues bien: allí donde la circuncisión había tenido un sentido, Pablo hace el traspaso a los nuevos “circuncisos”, que somos nosotros (Filip 3, 3-8), precisamente porque servimos a Dios DESDE DENTRO, Y PONEMOS NUESTRA GLORIA EN Cristo Jesús sin confiar en lo exterior.
          Pablo quiere hacer fuerza en su comparación identificándose a sí mismo como un judío que –como tal- tendría motivos para darle al rito antiguo un valor especial, él circuncidado a los 8 días y hebreo por los cuatro costados, y para más abundamiento, fui perseguidor de la Iglesia, y en cuanto a su conducta judía, irreprochable.
          Pues bien: todo eso que para él fue ganancia, lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún: todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo. Pablo ha dado el salto desde lo que fue (y lo fue con todas las consecuencias), a lo que ha llegado a ser. Y ha llegado a ser cuando se ha encontrado con Cristo. Al lado de eso, todo lo estimo basura.
          Pablo ha encontrado ese tesoro escondido que merece la pena de venderlo todo y perder todo, con tal de poseerlo. Ha encontrado a Jesucristo y su vida se ha polarizado alrededor de él, de tal modo que ya nada tiene sentido y valor si no es Jesús y la vida que trasmite Jesús. Es el mensaje que quiere trasmitirles a los filipenses, como la herencia más grande y rica que podía dejarles.

          Siguiendo esa línea, el evangelio nos trae la vena más íntima de Jesucristo: su misericordia. Lc. 15, 1-10 es el exordio del más maravilloso capítulo del evangelista, en el que insiste en dos ideas esenciales: la búsqueda de algo que se ha perdido, y la alegría comunicativa del encuentro. Sin entrar en la pieza sublime de la parábola del padre bueno, describe esos dos casos del pastor al que se le ha perdido una oveja, y la busca denodadamente hasta que la encuentra, aun a costa de dejar en los pastos a las 99 ovejas restantes. Esas están seguras, pero a lo que no se resigna es a perder “esa oveja” se ha separado del redil. Y la busca hasta que la encuentra.
          Pero no sólo es que se goza él en haberla encontrado. Es que su alegría es contagiosa y por eso convoca a los otros pastores y a sus amigos y vecinos para hacerles partícipes de la alegría de haber encontrado la oveja perdida.
          El mismo argumento con la mujer que perdió una moneda. [San Lucas suele siempre bascular de manera que donde hay un varón, haya una mujer. Y si ha hablado del pastor que perdió una oveja, ahora pone a la mujer que perdió la moneda]. Como digo, el argumento es el mismo. La mujer barre y busca…, y encuentra finalmente su moneda, y ya podía darse por satisfecha. Bastaría para el sentido principal al que va a aplicar Jesús estas parábolas. Pero Jesús le añade también la nota de la alegría. No basta encontrar lo perdido. Es también alegrarse y contagiar a otros la misma alegría de haber encontrado.
          Es que Jesús ha entrado en el campo de su corazón y el corazón de Dios. Ha entrado en el terreno de la misericordia. Y ahí se explaya con sus dos sentimientos más grandes. San Lucas ha introducido el capítulo con una nota discordante de los fariseos que lo critican porque dejaba que se acercaran a él los publicanos y los pecadores, que querían escucharle. Los fariseos, que no tienen ni misericordia ni corazón, rompen por la calle de en medio criticando a Jesús: ese acoge a los pecadores y come con ellos.
          Y Jesús les responde con esas parábolas del corazón y de la compasión, de la misericordia con los pecadores y con la alegría de su corazón cuando ellos entran en el reino: se acercaban a escucharle. Y por eso insiste Jesús en los dos aspectos: uno, por lo pronto, el hallazgo de aquellos pobres que se han acercado a escuchar, dentro de que se saben mal vistos. El otro aspecto es que Jesús se goza en ese hallazgo.

Y concluye el relato con una mirada mucho más honda aún: Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta. El Cielo se alegra por el pecador que ha vuelto al redil. Ese es el Corazón de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!