sábado, 5 de noviembre de 2016

5 noviembre: Ganaos amigos

Liturgia
          Acaba la carta de Pablo a los filipenses (4, 10-19) y casi se reduce el texto a un agradecimiento de Pablo a aquella comunidad por las ayudas materiales que le han hecho en varias ocasiones, siendo prácticamente la que ha sufragado los gastos de Pablo. Pablo quiere dejar claro que no es esa la razón de su predilección por ellos, porque él ha sabido vivir careciendo: Sé vivir en pobreza y en abundancia; estoy entrenado en todo y para todo: la hartura y el hambre, la privación y la abundancia. Todo lo puedo en aquel que me conforta.
          Es curioso el contexto de esa frase lapidaria, que más bien esperaríamos hablando de temas mucho más sublimes y teológicos. Si lo hubiera dicho a propósito de sus naufragios y persecuciones, sus azotes y sus discusiones con los judaizantes, resaltaría ese estribillo final: Todo lo puedo en aquel que me conforta.
          Pero para el caso es igual: la frase que le sale del alma está ahí y nosotros podemos experimentarla en nuestras dificultades de cualquier clase, para sentir que la fuerza que viene del Señor (aquel que nos conforta) nos hace poderosos y capaces para muchas cosas que humanamente parecerían imposibles. “Aquel que nos conforta” es el Señor, y su fuerza interior es la que tenemos a disposición para vencer en nuestras dificultades y tentaciones. Como decíamos ayer, el “no puedo” de muchos es más la confesión de una falta de voluntad y de decisión (y en definitiva de amor eficaz), que la realidad de no poder.
          Bien podríamos imprimir en un boleto la expresión de Pablo y tenerla delante de nuestros ojos para decidirnos a poner medios que nos hagan capaces de dar pasos decididos en vez de acobardarnos y parapetarnos en un “no puedo” que resulta demasiado sospechoso.

          Continuación de la parábola del administrador injusto, es hoy la exhortación de Jesús en el evangelio que tenemos entre manos: Lc 16, 9-15. Ha querido Jesús dejar patente que los hijos de las tinieblas (los del mundo) son mucho más sagaces y luchadores para alcanzar sus fines que los hijos de la luz para vivir el reino.
          Ahora sigue con la comparación del dinero del administrador tramposo para enseñar lo que quiere dejar manifiesto. El dinero no hace justos. El dinero pone a la persona proclive a la injusticia. El dinero se pega a las manos. Pues bien: dad la vuelta a la tortilla y haced del dinero injusto una buena obra de justicia: ganaos amigos con él. O lo que es igual: aprovechad vuestras posibilidades económicas en hacer el bien, para que os reciban esos amigos en las moradas eternas el día que ya no pueda valeros vuestro dinero.
          Y Jesús parece poner acento en pequeñas donaciones, en lo pequeño, porque el que es honrado en lo pequeño, lo es después en lo más grande. Y viceversa: el que no es honrado en lo menudo, no lo será en lo grande. Y si en el dinero, que se escapa de las manos, no fuisteis de fiar, ¿en qué seréis de fiar?
          Y sin dejar el tema del dinero como música de fondo, Jesús aporta un principio básico que debe extenderse a cualquier otra forma de posesión, de “idolatría” de las cosas: No se puede servir a dos señores, porque si alguien se da a uno, no puede darse al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. No podéis estar en el YO y pretender estar con Dios. Hay antagonismos esenciales que no se pueden unir de ninguna manera. Salvo esa que Jesús ha indicado: Ganaos amigos con vuestra donación personal.
          Oyeron esto unos fariseos y se burlaban de Jesús. Como lo puede oír hoy tantos y tantos y pensar que Jesús está loco. En un mundo donde el dinero lo mueve todo, donde el sexo se convierte en una falsa religión, en donde el prurito del mando y del dominio despótico está a la orden del día, ¿qué dirían de Jesús las gentes? ¿Cómo tomarían a Jesús? Cuando menos, se burlarían de él, como los fariseos. Cuando no es esa destrucción sistemática de los principios evangélicos, de los criterios cristianos, de la referencia a Dios y al mundo espiritual.

          Me duele el mundo de hoy. Pero tengo que confesar que no me duele menos la sordina con la que se está tomando la vida por parte de muchos cristianos, demasiado metidos en esa baraúnda de los modos que pone el mundo. Porque malo es no querer conocer la verdad, pero muy peligroso es conocerla y no tomarla en consideración.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!