martes, 15 de noviembre de 2016

15 noviembre: Al que venciere...

Liturgia
          El capitulo 3 el libro del Apocalipsis (1-6. 14-22) se presta a unas reflexiones muy profundas y personales, por aquello de “escarmentar en cabeza ajena”, que es un procedimiento muy práctico en la vida espiritual. El Obispo de la iglesia de Sardes es advertido de que su vida personal no está a la altura que le corresponde a su misión: “No he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, pues, de lo que recibiste y oíste en mi palabra; guárdala y arrepiéntete”. No hay, pues, una condena sino una llamada de atención. Y nos sirve a cualquiera de nosotros por cuanto cualquiera puede aplicarse esa palabra de advertencia y, consiguientemente, esa llamada al orden.
Por el contrario, en la Iglesia de Sardes hay muchos que no han manchado su ropa y tienen el vestido blanco; irán conmigo pues se lo merecen. El que venza se vestirá todo de blanco y no borraré su nombre del libro de la vida. El que tiene oídos, que oiga. Eso es lo que nos toca a cada uno.
Mucho más penoso es el aviso al Obispo y comunidad de la Iglesia de Laodicea. Ni son buenos ni son malos. Ni se les puede tildar de todo mal ni alabar porque procedan bien. Están en una situación anodina, ni fría ni caliente, y por tanto provoca nauseas para vomitar. Se creen ricos en bondades. Aunque no lo sepas eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. He ahí el examen de conciencia que les llega desde fuera. El problema es que se creen “ricos” (que nada tienen que cambiar). Y sin embargo le sacan esos defectos… Lo malo es que no se los ven ellos mismos. Y así ni buscan ser mejores, ni ven necesidad de luchar. Se han anquilosado en lo que tienen y no se plantean nada más. Y no quieren que nadie les plantee otros caimonos, otras actitudes. Están a gusto en ser y permanecer como están y no quieren que nadie les complique la existencia.
Es un retrato de muchos cristianos que nos hemos situado en una determinada posición y lo mejor es que no nos muevan de ahí. Ni malos ni buenos. Sencillamente “tibios”, anodinos, situados, “ricos” (pagados de nosotros mismos)…
El mensaje de Jesucristo, a través de Juan, es: a los que yo amo, los reprendo y los corrijo. Estoy a la puerta llamando; si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos. A los vencedores los sentaré en mi trono, junto a mí, lo mismo que yo me senté en el trono junto a mi Padre. Por tanto, una fuerte llamada de atención, y una fuerte promesa de bien, allí donde haya una actitud nueva.

Viene a pelo el evangelio de hoy: Lc 19, 1-10, con la figura de Zaqueo. Un publicano, jefe de publicanos, un hombre que a la vez es sencillo y es “rico”, pecador. Se entera que va a pasar por la puerta de su casa un personaje que viene rodeado de fama: Jesús. Y concibe la idea de verlo pasar…, conocer de vista a quien traía tanta fama. Y Zaqueo se sube a un árbol para poder dominar la situación, pues él era bajito y el gentío le impedía.
No contaba con lo que iba a ocurrir: que Jesús no pasó de largo. Que se detuvo bajo la higuera de Zaqueo y que lo llamó por su nombre: Zaqueo, baja en seguida porque quiero alojarme en tu casa. Fue como una descarga en el alma de aquel hombre, que se encontró “mirado” allí donde él pretendía mirar… Mirado y llamado. Por eso bajó enseguida y puesto en pie, en actitud activa, lanzó su primera promesa: La mitad de mis bienes se la doy a los pobres.
Permitidme relacionar este momento con el de Sardes o Laodicea. No es el problema estar “en negativo”, si hay disposición para saltar a la palestra y tomar nuevas posiciones. Zaqueo las ha tomado. No se puede decir de él que no es frío ni caliente… Porque si era frío, como publicano, ha dejado arder su corazón ante la mirada de Jesús. Y todavía da un paso más adelante; no se anquilosa, no se queda en que no le compliquen la vida… Él decide complicársela bajo aquella mirada de Jesús. Y por eso, si he defraudado a alguien, le devuelvo cuatro veces… Verdaderamente hoy ha llegado la salvación a esta casa, como dijo Jesús. Dejó que la gente murmurara, pero la realidad es que el publicano había sabido salir de su postura primera y se había situado ante otra realidad. Y así resulta que mientras aquella se perdía en sus críticas, Zaqueo había vencido sobre sí mismo. Y al que vence, Jesús lo sienta a su lado, como él mismo está sentado a la derecha del trono de Dios.

¿No será esta liturgia de hoy una llamada fuerte en muchas conciencias? Porque nos ha presentado el problema y la solución. Ahora toca tomar partido por una postura o por la otra.

1 comentario:

  1. Zaqueo, ¡baja en seguida porque quiero alojarme en tu casa! Zaqueo trata de "ver" a Jesús, quiere conocerlo...La gran sorpresa es que Jesús conoce a Zaqueo por su nombre de pila e interiormente("hijo de Abraham") Para que Zaqueo pueda conocer a Jesús, Él mismo debe revelarse como el Mesías salvador. Él ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido... Los que impedían a Zaqueo ver, sólo lo conocían como pecador y por sus duras críticas se delatan: ellos tampoco conocen a Jesús. Al conocer a Jesús, Zaqueo, reconoce a los demás como hermanos con los que debe compartir y restituir.

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