viernes, 3 de julio de 2015

3 julio: Todo lo demás...

”Todo lo demás”
          “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor”. Y mediante esto, salvar el alma. El alma, que es la persona total, alcanza su plenitud (“se salva”, adquiere salud plena) cuando yo vivo mi vida en alabanza, reverencia y servicio de Dios. Es la dignificación de la persona, que adquiere su sentido total en esa alabanza de Dios.
          Y todo lo demás es creado para el hombre y para que le ayude a conseguir el ese fin para el que ha sido creado. TODO cuanto existe ES CREADO (igualmente que “el hombre”…, que yo…) PARA ayudar a la persona a alcanzar su fin. Nada existe en la Creación que sea malo. Todo cuanto existe tiene una razón de ser para el bien. De la mano de Dios no salió nada malo, ni podía salir algo malo. Todo está ahí al alcance para usarlo en bien…, en razón del fin para el que ES CREADO cada hombre y mujer…, para el que yo soy creado.
          Lo que ahora es necesario es que cada persona en tanto utilice las cosas en cuanto le ayuden, o en tanto las deje en cuanto le estorban. Todo lo que existe es bueno, pero no todo es útil y positivo para cada uno y siempre. Hay muchas cosas de las que el “uso” ha de ser prescindir, evitar, alejarse. Y otras, menos apetecibles y que sin embargo hay que usar.
          La vida diaria nos muestra fácil ejemplo: todo es bueno. Pero no todo es bueno para un diabético. Sigue siendo bueno el azúcar, pero para el diabético no es bueno. El diabético “usará” el azúcar no usándolo; prescindiendo. Es la norma de oro para el uso de las cosas en orden a ese fin que tenemos de alabar, hacer reverencia y servir a Dios. Muchas las usaremos como medios que nos llevan a Dios, y mediante las cuales llenamos nuestra razón de ser. Muchas otras las habremos de dejar sin tocar porque nos apartan de Dios.
          Y San Ignacio se plantea: ¿Y cómo se puede tener ese dominio de las inclinaciones? Es menester hacerse indiferentes, equidistantes, dueños de uno mismo para no echar mano de lo primero que apetece. “Hacerse indiferentes” es irse haciendo, ir aprendiendo…, ir trabajando, ir luchando para tener dominio de las apetencias o de los rechazos instintivos. Es trabajar para situarse en el fiel de la balanza. El azúcar es apetitoso pero el diabético tiene que tomar distancia por su propia salud. Pues lo mismo en el plano de nuestra vida que debe alabar a Dios en todo momento. Hay muchas cosas de las que hay que tomar distancia. Y cosas que son –a veces- muy íntimas, profundas… Cuando algo me hace perder el equilibrio, me apartaría de mi fin si no me voy situando en el fiel de mi balanza interior. Y es natural que eso exige cada día y cada hora, y tener mucha decisión.

          Por eso concluye Ignacio con una solución que va más allá de ese “fiel”: nos dice que la solución es solamente deseando y eligiendo lo QUE MÁS CONDUCE al fin para el que hemos sido creados. De pronto se pierde la indiferencia. Porque la solución está en ir más allá…; no sólo tan en el fiel que sólo extiendo la mano a lo que me ayuda sino que me inclino a lo que MÁS ME AYUDA. He dado el salto. (Una “técnica” muy ignaciana: pasarse hacia lo mejor y no quedarse sólo en lo bueno). Cuando la alabanza a Dios, la reverencia amorosa y el servicio se han hecho objetivo claro de la vida, ya no se conforma uno con estar en el fiel: ya se lanza uno de cabeza a lo que conduce a ese fin para el que fuimos creados.

2 comentarios:

  1. APÓSTOL SANTO TOMÁS
    A Tomás le debemos varios momentos hermosos del evangelio. A una pregunta de Tomás, Jesús nos dejó la perla de su respuesta: Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida, que ha llenado tantas horas de oración en las almas.
    Tomás es el hombre decidido, explosivo, que se ofrece y que arenga a los compañeros a ir con Jesús y a morir con Él cuando hay una situación peligrosa que puede acabar mal.
    Tomás es el díscolo que llega al atrevimiento de pedir condiciones muy fuertes para creer en la resurrección de Jesús.
    A Tomás le debemos la expresión más sublime de la fe cuando cae ante el hombre Jesús y reconoce en él a su Señor y a su Dios. Y su expresión queda grabada en la Iglesia para que cada fiel mire la Sagrada Forma en la Misa y pronuncie esas palabras del apóstol.
    A Tomás le debemos la sublimidad de poder penetrarnos dentro del Corazón de Cristo, porque Tomás exigió meter su mano en el costado y tocar el mismo corazón del resucitado. Y desde entonces son millones de almas las que se han ido metiendo en ese Corazón para no salir de él jamás.
    Con razón la 1ª lectura (Ef 2, 19-22) nos deja a los apóstoles como fundamentos y columnas de la Iglesia y de la fe de la Iglesia que se asienta sobre la Piedra angular que es Cristo.

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  2. A santo Tomás lo encontramos en medio de los Apóstoles y le llaman Dídimo que significa mellizo; es un personaje simpático que lo mismo quiere morir con Jesús,(Jn 11,16), que duda cuando los Apostoles le dicen que Jesús ha resucitado,(JN,20,25)

    Para creer, Tomás, necesita experimentar en su propia vida que Jesús, está vivo...Debe regresar a la Comunidad, escuchar en el fondo de su corazón que Jesús lo llama.En ese ir y venir, Tomás, se reencuentra con Cristo; él lo ha buscado con su corazón, y Jesús se hace el encontradizo y le enseña las llagas; y, marcado por las heridas del Señor, recobra la Fe. Desde entonces, en nuestras comunidades, animados por el Espíritu Santo, arrodillados, a pesar de nuestras dudas, le decimos al Señor con los labios y el corazón: ¡SEÑOR MIO Y DIOS MÍO!

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