viernes, 17 de julio de 2015

17 julio: REPETICIÓN

Repetición
          Ignacio nos hace parar. No basta haber contemplado ya esos temas de Encarnación y Nacimiento. Ahora hay que adentrarse, ahondar, parar sobre momentos más sentidos de esas contemplaciones. Aquello que más ha llamado la atención, que más “ha tocado” en el alma, o que menos se  comprendió o menos se ha gustado… Todo eso debe ahora ser la materia de esta contemplación. De hecho no supone nueva materia. Más bien, acentuar la que ya tenemos.
          Sobre el nacimiento de Jesús cabe un mundo de reflexiones. Desde la ternura, el embelesamiento, la devoción…, hasta la profundización en esa profunda pobreza que nos marca el final de la contemplación. Es muy dulce situarse a los pies de aquel Niño…, pero todo cuanto se ha vivido hasta aquí, y cuanto desde aquí le toca vivir a ese Jesús, es una historia de suma pobreza: caminar, actuar, pasar hambre y sed, calor y frío, injurias y afrentas, y todo cuanto es la historia real de Jesús. La historia inimaginable de Dios que hace el prodigio inmenso de un vaciamiento, dejando a un lado su categoría de Dios, para hacerse hombre –esclavo y siervo- al igual que cualquiera, y peor que cualquiera porque está abocado a morir en la cruz. Y todo esto, POR MÍ. Esta pobreza radical que abarca la muerte y tal muerte, hay que beberla y asumirla. Es la pobreza a la que nos hemos ofrecido. Y ahora se va explicitando. Todo esto es el verdadero misterio de la Encarnación, porque si no se hubiera encarnado el Hijo de Dios, no habría nada de esto. Y todo esto POR MÍ.
          Si sólo yo hubiera vivido en el mundo, la historia de Dios hecho hombre abocado a la muerte espantosa de la cruz, y todo ese cansancio, frío, injurias…, todo eso lo hubiera vivido y lo hubiera realizado igual. Esto es lo grande, lo que tiene que coger de lleno al ejercitante. No está ante un “plan global”, sino ante un hecho que le llega EN PERSONAL. Pararse, detenerse en ello: Todo esto POR MÍ…, y ahí quedarse al borde el pesebre, contemplando al Niño…, contemplando AL SEÑOR…
          Y así, puestos al borde del pesebre, mirando de hito en hito a ese niño indefenso y que no habla, podemos muy bien oír lo que nos quiere decir. La liturgia de Nochebuena nos lo facilita: nos enseña con autoridad que hemos de renunciar a los deseos mundanos y a la “impiedad”. ¿Qué es la “impiedad”? –La falta de acogida plena de Dios y de los planes de Dios. Las escapatorias constantes con las que soslayamos la Palabra de Dios. La facilidad para acomodarnos y sentirnos “tranquilos” aunque quedan tantas realidades que se viven sin poner en el centro a Dios. La facilidad con la que acogemos “los deseos mundanos”, ese modo de vida placentero y fácil que nos brinda “el mundo”.
          De todo eso hemos de hacer examen para descubrir la “riqueza” que en nosotros se contrapone a la pobreza de la Encarnación (vaciamiento, muerte…), o el “fiat” de María que se vacía también de sí para ponerse a la entera disposición de Dios, como esclava. O el Niño que ni habla, ni es otra cosa que un recién nacido, en la impotencia absoluta… ¡Y sin embargo es el Hijo de Dios! Esa para anonadarse uno. ¡Pues eso es lo que se pide pero en situaciones concretas y reales!
          Y todo deberá ir dirigido a un planteamiento positivo: el renunciar a los deseos mundanos y la impiedad no es quedarse colgado entre el cielo y la tierra, sino para construir una nueva realidad. Al ejercitante no se le pide que se quede en nada sino que construya una realidad mejor: vivir en adelante la piedad, la santidad y la vida sobria. Esa PIEDAD que supone situar a Dios en el foco, y cualquier cosa que hagamos o dejemos de hacer, que cuente con ese Dios. De lo contrario, ¿a qué vienen las “ternuras” y “dulzuras”  ante el Niño, o ante las contemplaciones del Evangelio? La SANTIDAD…, la de Teresa de Ávila o Teresa de Calcuta, de Ignacio o Francisco de Asís…: los que se dieron enteramente y pusieron a sus pies todos los atractivos del mundo. Lo que exige una SOBRIEDAD: ¡y cuántas coas superfluas hay en nuestro morral!

          Contemplamos pacíficamente, repitiendo los momentos llamativos de esas dos contemplaciones.

2 comentarios:

  1. Liturgia
    Con un salto notable (y pienso que dado muy oportunamente) –Ex 11,10-12, 14- nos hallamos ya ante Moisés y Aarón (su portavoz) que hacen prodigios en presencia del Faraón, pero el Faraón no deja salir a los hebreos. La Biblia, en esa mentalidad de que todo lo que sucede tiene que salir de Dios, nos dirá varias veces en este periplo que “Dios endureció el corazón del Faraón”. Sería absurdo e imposible a Dios dar dos órdenes contradictorias: sacar Moisés al pueblo y endurecer el corazón del Faraón para no dejarlo salir. La voluntad de Dios es que su pueblo salga de Egipto, y la libertad del Faraón es no querer perder su mano de obra barata de un pueblo esclavizado.
    Dios anuncia a Moisés que hará el mayor de esos prodigios y que entonces el Faraón dejará salid al pueblo hebreo. Y esa salida será una fiesta, y tendrá su ritual solemne: será una PASCUA, pascua o paso del Señor por medio de su pueblo.
    Habrá una señal significativa en las puertas de las casas de los israelitas: la sangre del cordero pascual con la que harán una señal en las puertas de sus casas, y que será la protección de esas familias. [Un presagio de la Sangre de Cristo que libera a toda la familia humana que se deje marcar por esa sangre redentora].
    El evangelio comienza un nuevo capítulo: 12, 1-8. Han quedado los capítulos 10 y 11 como materia profunda para quien quiere saber qué religión profesa. Ahora entramos en un aspecto frecuente en los evangelios: la persecución solapada de los fariseos. La ocasión viene cuando los discípulos de Jesús juegan a triturar unas espigas entre sus manos… Y los fariseos lo interpretan como ”trabajo” y, por tanto- prohibido en sábado. Y lo recriminan ante Jesús.
    Jesús les presenta casos de grandes y venerados personajes de Israel que se saltan las normas cuando es necesario y mejor: los sacerdotes en el Templo…, David en un determinado momento…
    Sencillamente lo que necesitáis aprender es aquello que dijo Dios: “misericordia quiero y no sacrificios”. Y así no condenaríais a los que no tienen culpa. Por lo demás, EL HIJO DEL HOMBRE ES SEÑOR DEL SÁBADO. Jesús se estaba declarando Dios, porque podía estar por encima de la Ley.

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  2. Seguir paso a paso el Nacimiento de Jesús. Adivino cuánta preocupación en José y María aunque totalmente abandonados al Señor en su alma. Rechazados… al llegar a Belén…pero llevaban al mayor tesoro del mundo… Al Niño… y a su Madre… Al no tener NADA…lo tenían TODO… ¡Qué felicidad ayudar en lo que puedo… para que esa ‘Cueva’…se convierta en un Palacio!. Los Ángeles cantan y revolotean alrededor y para que María descanse le pido cuidar del Niño, arrullarlo para que se duerma y darle el calor de mi Corazón… Contemplándolo tan chiquito, repaso su vida …llena de oración, trabajo felicidad en NAZARET… Y LUEGO… ¡Cuántas incomprensiones…acusaciones y también alegrías…hasta terminar Clavado en una Cruz… pero ¡RESUCITÓ! El Evangelio es un bálsamo para el alma … A Jesús ¡Le Necesitamos tanto!...

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