sábado, 18 de julio de 2015

18 julio: Nuevo modo de oración

La “aplicación de sentidos”
          Si se tratara de seguir paso a paso el orden establecido por San Ignacio para este momento de ejercicios, señala una cuarta contemplación-RESUMEN sobre la Encarnación y el Nacimiento. [Ya explicamos qué es el “Resumen”, y como ahí ya se medita poco y se queda uno gozando más las experiencias tenidas en las tres contemplaciones anteriores sobre la misma materia].
          Me voy a detener en un original QUINTO EJERCICIO, que Ignacio llama aplicación de sentidos, que sería la visión de todo eso que se ha tenido en la Encarnación y Nacimiento, al modo que se contempla un cuadro en una exposición: quedarse ante el cuadro sin pensar, y solamente aplicando los 5 sentidos de la imaginación sobre el cuadro.
          Oración preparatoria, que no debe faltar.
          Un entendido no ve simplemente un cuadro como el visitante de una exposición. Se sienta ante él y VE mucho más que lo que ve un profano en la materia que ha pasado ante el cuadro y se ha limitado a descubrir su belleza, o muchas veces ni le ha gustado porque no lo entiende. El ejercitante ha contemplado ya varias veces estas dos escenas; encarnación y nacimiento. Ahora se sienta ante ese cuadro y lo mira y remira y lo penetra y profundiza, se embelesa en él.
          VE en el Cielo a Dios…, y ve simultáneamente en la tierra al Niño. Ve con la imaginación ese juego maravilloso de lo eterno y lo temporal; del Creador y la criatura; de la vida eterna y de lo mortal… VE y se queda parado ante esa visión. Y ve a los ángeles que adoran en el Cielo, y ve a María que dice SÍ al ángel que le pone delante el proyecto de Dios. Y ve a José, el hombre perplejo ante el sueño misterioso… Es un cuadro que adquiere unas dimensiones impensables… Y el ejercitante ve todo lo que ha visto antes pero que ahora es mucho más profundo, más directamente objeto de su vista.
          OYE… El cuadro ha adquirido sonido imaginativo y es una verdadera sinfonía. Dios en el Cielo hace consejo para salvar a la humanidad… El Verbo dice al Padre: Envíame. El Espíritu Santo: Yo asumo la realización de esta obra… Y como voz impresionante de cascadas tumultuosas de amor, se pronuncia la sentencia: Hagamos redención del género humano. En la Tierra hay una muchacha que también habla, y responde al ángel: Hágase en mí según tu Palabra. Otro modo de oír es oyendo el silencio…: José. El ejercitante escucha el silencio e José; inmenso silencio de misteriosa aceptación, de heroica aceptación… Y Oír el llanto del Niño, o ese otro silencio elocuente del que es Palabra de Dios, que parece no decir nada –como niño recién nacido- y lo está diciendo todo. Silencio del ambiente. El mundo en silencio, en paz, en aquel espacio de Belén. Silencio de los ángeles admirados, pero que luego prorrumpen en un canto celestial: Gloria a Dios en el Cielo y en la Tierra paz a los que ama el Señor. Seguir escuchando…, porque hay mil sonidos que se desprenden de ese cuadro que contempla extasiado el que está aplicando sus sentidos.
          OLER Y GUSTAR todo el aroma que se desprende de la escena: Aroma del infinito amor de Dios que ha decidido salvar a la humanidad. Aroma de María que se ha entregado incondicionalmente. Aroma del recién nacido. Perfume que impregna toda la escena y que hace gustar lo que tiene delante. Oler la infinita suavidad y dulzura de la divinidad, del alma de María, de la virtud de José…, de todas las almas fieles…
          Pero de pronto salta de las zonas negras del cuadro el olor pestilente de una humanidad que peca, hiere, mata y se destroza a sí mis con destrozo de infierno. También hay que oler la repugnancia de esa realidad. En esa repugnancia ha entrado Jesús, que se ha hecho hombre total y ha entrado en el fango humano. Y ese Niño dulce de Belén nos los proyecta el cuadro en un crucificado por el odio humano, sangrante, gusano de la tierra. Gustar también esta zona negra del cuadro porque yo estoy en ella. Ahí voy a mascar la realidad: TODO ESTO POR MÍ. El cuadro ha tomado ahora sus dimensiones totales. Todo no era dulzura. Hay amargor. Ahí también estoy yo.
          TOCAR. La inaudita posibilidad de tocar a Dios…, de tocar y palpar al Verbo de la Vida. De tocar el inmaculado Corazón de María. Tocar la altura gigante de José. Tocar mi humanidad y poder ir tocando ese mundo nuevo que se abre ante el ejercitante para poder tener una mirada que abarca mucho más que las visiones parciales en las que se achica tanto la mirada diaria. TOCAR el gozo que se está produciendo en el alma. De pronto, experimentar lo sublime de dejar mi pequeñez y poder tocar a Dios porque Dios se me ha hecho presente y ya me abarca y envuelve…
          Quedarse ahí embelesados ante el cuadro…

          Acabar con un lento Padrenuestro en que se deja fluir lo más íntimo del alma.

1 comentario:

  1. Liturgia
    Omitidos muchos detalles, la lectura continuada nos presenta hoy (Ex 12, 37-42) al pueblo de Dios que ya sale de Egipto, liberado de la esclavitud. Capitanea aquel pueblo el propio Moisés como el encargado por Dios para aquella misión. Bellamente nos describe que fue noche en que veló el Señor para sacarlos de Egipto, y noche de vela de los israelitas por todas las generaciones.
    En el Evangelio –Mt 12, 14-21- una actitud de Jesús que se repite varias veces en los evangelios. Hay una tensión clara en los fariseos que ya han decidido acabar con Jesús. Muy propio de un pueblo que resuelve sus casos con la violencia. Todo muy al revés de Jesús. Por eso Jesús opta por irse, quitarse Él de en medio, dejar enfriar la situación.
    De ahí que el evangelista saque ahora, aplicándolo a Jesús, aquellas expresiones de Isaías: Mi amado, mi predilecto no porfiará, no gritará, no voceará. La caña cascada no la quebrará; el pabilo titilante no lo apagará… Jesús no entra al trapo de aquellos extremistas fariseos. Prefiere poner tierra por medio. No azuza la tensión. Elige el silencio, la huida victoriosa de los valientes, que son precisamente los que no se dejan arrastrar por el desafío de los enemigos. Es toda una lección práctica que nos hace falta aprender y asumir.

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